EL VOTO DE LAS PERSONAS, EVITAR EL ERROR

José Alberto Márquez Salazar

José Alberto Márquez Salazar

El tiempo de campañas electorales trae un alud de promesas para el futuro. Los personajes que ayer y hoy fueron incapaces de resolver los problemas, ahora nos prometen resolverlos en el futuro.

La sociedad está inundada de los spots radiofónicos y televisivos que tratan de convencerlos de por quién votar; las redes sociales multiplican las ofensas y elogios, la información falsa y los rumores, los chismes y los trascendidos.

La elección del 2024 será una de las más complicadas para que las personas candidatas lleguen al elector y lo convenzan. En las encuestas se observa que una parte de electores ha decidido cómo votar para el mes de junio. Una franja muy pequeña, entre el 8 y 17 %, pero importante en caso de una elección cerrada, no ha decidido especialmente su preferencia sobre la presidencia de la República.

No será fácil decidir alejado de los prejuicios; mucho más será saber cuál es lao el mejor candidato cuando están implicados los sentimientos que se han alimentado en estos últimos cinco años, por un presidente de la República que empujó al país a la polarización.

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Y más complicado resulta, hoy, asomarse a los dichos y promesas de los candidatos, a través de los medios de comunicación. Una muy buena parte de ellos ha tomado partido sin atender al espíritu crítico que los debería impulsar, en teoría.

En el 2018, justo cuando las benditas redes sociales impulsaron la apertura de la información, el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información de la Universidad Nacional Autónoma de México publicó el libro La posverdad y las noticias falsas: el uso ético de la información, coordinado por la doctora Estela Morales Campos.

Para la doctora Campos, participar de las noticias falsas o de interpretaciones tendenciosas sobre las noticias o información nos lleva a “…tomar decisiones equivocadas, pues siempre habrá consecuencias, unas significativas y otras corregibles rápidamente, que no afectarán gravemente a terceros. No obstante, todas ellas, independientemente de las causas, tendrán consecuencias.” (Pág. viii).

Un ejemplo es la elección del 2018. Hoy, muchas personas están arrepentidas por haber votado a favor de Andrés Manuel López Obrador; otras, que lo hicieron y que esperaban beneficios inmediatos, lo niegan. Pero así fue con otros presidentes de la República y sucede con la mayoría de personajes que ocupan un cargo de elección popular.

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La decisión sobre por quién votar no es necesariamente un acto trascendental, un acto en el que nos vaya la vida o el destino del país, como nos lo quieren hacer creer. Es una decisión política, simplemente, que implica sentimientos.

Basta salir de los círculos informativos, de los medios de comunicación y su agenda pública, para ver que ésta no es tan pública y que la escucha y debate sólo una proporción muy pequeña del electorado.

En la propaganda política que emiten las personas candidatas no hay información correcta o incorrecta, simplemente hay propaganda que mueve sentimientos. Giacomo Sani describió a la propaganda como “…la difusión deliberada y sistemática de mensajes destinados a un determinado auditorio y que apuntan a crear una imagen positiva o negativa de determinados fenómenos (personas, movimientos, acontecimientos, instituciones, etcétera) y y a estimular determinados comportamientos”. (Diccionario de Política, Norberto Bobbio, pág. 1333).

Qué está sucediendo en México. Desde el sexenio de Enrique Peña Nieto y el auge de las redes sociales, los ejércitos del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) utilizaron las redes sociales para generar una imagen negativa del gobierno en turno, es decir propaganda negativa contra el gobierno de Peña Nieto.

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Pero el asunto no se detuvo ahí. A la llegada Andrés Manuel López Obrador y desde el púlpito mañanero en Palacio Nacional, la propaganda continúo y adjetivo a opositores, periodistas, analistas y cualquier persona que cuestionara los dichos de la Cuarta Transformación.

No. La débil oposición a López Obrador no salió del círculo de las fake news, las multiplicó; se hizo de una comunicación que no presentaba una alternativa al gobierno en turno, simplemente siguieron el juego y multiplicaron la basura.

En México, la oposición real fueron algunos medios de comunicación que, a través de investigaciones serias, nos mostraron los dislates, errores e incongruencia de López Obrador y una parte de la Cuarta Transformación.

No hay mediciones que nos digan el grado de fastidio del electorado por el enfrentamiento verbal y mediático entre las dos principales fuerzas políticas del país.

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La doctora Morales Campos nos recuerda que “La época de la sociedad de la información y el conocimiento nos está enfrentando a un volumen impresionante de información que corre por las redes o en otros medios de comunicación…”.

Poco hablamos de la responsabilidad del elector: informarse y contrastar las versiones sobre las y los candidatos; votar con sentimiento, pero un sentimiento razonado de que la decisión implica un futuro inmediato de malos o buenos gobiernos. Se trata de tomar posiciones, de elegir, pero evitar el error de la post verdad.