UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA: CINCUENTA AÑOS

José Alberto Márquez Salazar

José Alberto Márquez Salazar

 

La tarde que caminé por primera vez por los pasillos de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) era fría y una neblina cubría a los principales edificios. Mantengo ese recuerdo como parte esencial de mi vida.

Durante los años posteriores al axial de 1988, muchas personas buscaban respuestas sobre cómo modificar el sistema político en el que vivíamos. No era fácil construir un camino democrático, aún cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ya tuviera una profunda y baja credibilidad.

A diferencia de otras generaciones, la mía, tuvo la oportunidad de que la carrera de Ciencia Política empezara a modificarse y a abrirse a nuevas visiones: del alto contenido de materias relacionadas con el marxismo a formas “modernas” de interpretación de la realidad. La “escuela” de estudios electorales florecía como una alternativa para que muchos alumnos se integraran a los nuevos órganos autónomos para construir un sistema electoral sólido (parte de esas generaciones trabajaron para garantizar el respeto del voto de las y los mexicanos), pero también hubo esa parte de reflexiones y lecturas de autores con posiciones diferentes al marxismo.

La UAM es un “semillero” de nuevos gobernantes, analistas, investigadores, legisladores, desde lo local hasta lo federal. Algunas de las y los compañeros promueven agendas indígenas, de derechos humanos, diversidad sexual, de género; otras apoyan movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales (unos permanecen en Chiapas); unos más trabajan en instituciones, partidos políticos; algunos llegaron a ser legisladores, profesores, escritores, analistas, funcionarios públicos y alcaldes. Varios andan en campaña ahora. La mayoría de ellos con capacidades y calidad para ejercer la política, aptitudes adquiridas por su paso en la Metropolitana.

En este año de 2024, la Universidad Autónoma Metropolitana cumple 50 de nacimiento. La idea que nació en 1974, por parte de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), es una realidad sorprendente: de las tres primeras unidades (Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco) se sumaron dos nuevas: Cuajimalpa y Lerma. El ranking 2024 de universidades e instituciones de educación superior la ubican en el 7º lugar en el país.

Ideada como una forma de descentralizar la educación a las zonas periféricas de la Ciudad de México y con el fin de enlazar a las comunidades con los centros de enseñanza y la producción del conocimiento, la UAM define en su logotipo, diseñado por Pedro Ramírez Vázquez (su primer rector) y en su idea institucional -propuesta por Miguel León Portilla- (“Casa Abierta al Tiempo”), las intenciones vigentes y de vanguardia.

La UAM nos brindó a muchas personas, me incluyo, las herramientas básicas para pensar en lo político, nos ayudó a ver a la cultura, el cine, la música y la literatura y nos acercó a profesores y compañeros sobre los que tengo gran aprecio y a los que frecuento todavía. Desde ahí nació una parte de mi familia y de ella surgieron nuevos alumnos.

Disfruté todos los momentos que estuve en la unidad Iztapalapa (la biblioteca, la audioteca, sus salones y pasillos, al Teatro del Fuego Nuevo, los profesores y las discusiones y análisis) y fue gracias a que la educación pública era prioridad y objetivo del Estado Mexicano.

En un país donde las instituciones públicas se ven amenazadas por el poder político de todos los colores y tendencias (por omisión o comisión) saber que la UAM cumple 50 años es un motivo de celebración.

La educación pública en México es cuestionada y subvalorada porque las tentaciones políticas de muchas y muchos la colocaron en la mesa de disputa por la nación. Después del 1988, y la emergencia social que cuestionó al autoritarismo y a la “democracia perfecta”, la Universidad Autónoma Metropolitana nos brindó las herramientas para ver al futuro y poner el grano de arena que nos tocaba y que aún nos toca.

Este de 2024 será un año importante para decidir sobre los gobiernos y representantes. Una herramienta fundamental que la UAM nos dio, es la de la crítica, del cuestionamiento, de la idea absurda de pensar en posiciones absolutas y de aprender de la factibilidad del error. México necesita alejarse de la polarización y la crítica, la duda constante sobre lo público y lo político es necesaria, sea de donde sea que venga el ejercicio de poder.

La Universidad Autónoma Metropolitana cumple 50 años. Es una buena noticia en la marea de acontecimientos fatales que permean día a día el México. ¡Muchos años más a la UAM!