EL PUNTO DE EQUILIBRIO

VIZARRETEA-CONSTELACION-POLITICA

Entre las ideas populares que rigen la conducta de las personas ocurren expresiones comunes: no caer en los extremos, ni poco ni demasiado, no te precipites, decide con calma, con pasión pero sin apasionamiento. Y muchas veces esas guías se alejan de las cercanas decisiones.

Hay muchos actores y factores que inciden en lo que se hace. El ambiente en que participamos, la necesidad, el interés o el deseo, que rompen ese equilibrio que deseamos mantener, que podemos establecer como racional, entre los fines y los medios que nos acosan. Lo mismo en la vida social, económica o política.

El punto de equilibrio nos genera cierta tranquilidad, para mirar el todo, los alcances y límites de las decisiones que tomamos, que suponemos con libertad y conocimiento, aunque luego resulte que nos justificamos, que decidimos lo que otros quieren que hagamos, o que no estamos de acuerdo con lo decidido pero que no hay de otra.

EL DEBATE

Así se rompe el equilibrio pretendido. Y entonces tomamos los extremos, perdemos el justo medio deseado, y vamos por caminos ajenos o que no corresponden a lo que previamente visualizamos y, así, en lugar de llegar a la meta nos hemos perdido o resulta que sale algo inesperado, que no corresponde al punto de equilibrio de donde partíamos o hacia dónde íbamos.

Si, podemos aludir a la vida, al destino, a que uno propone y Dios dispone. A que así son las cosas y no controlamos los derroteros por donde andamos.

Muchas veces esta pérdida del equilibrio lleva a perder nuestros fines, a realizar cosas que no se querían, rompe con la tranquilidad previa y sacude la vida misma.

LA MUERTE ANDA EN CAMPAÑA

Cuando nos precipitamos nos desbarrancamos, caemos al perder el equilibrio mismo, a veces nos levantamos de inmediato, a veces decimos que no pasó nada, que todo está bien, pero en el fondo sospechamos que algo cambió, que algo dejamos en el camino, que cambiamos o la situación cambió. Que incluso afectamos a terceros.

Saber y tener un punto de equilibrio es poseer un consejero áureo en uno mismo, nos mantiene alerta de los peligros, de las compañías, de los apetitos y pasiones que siempre nos llevan a romper la normalidad, a corromper esas buenas conciencias, a buscar lo que tenemos cerca y no vemos. Si bien es parte de la naturaleza humana, del deseo de cambiar, no siempre es mejora, a veces nos cuesta la estabilidad, un retraso en el desarrollo y alcance de los objetivos previos, una distracción o una disminución de fuerzas.

El punto de equilibrio es una posición individual, de cada quien, que se expresa en consecuencias para los demás. Que se nota en los giros o cambios de lo que se hacía, que corresponde al aguijón del asombro en que estamos.

VEAMOS EL JARDÍN DE ROSAS

Cuando el punto de equilibrio se desplaza a un extremo, cambia el equilibrio mismo, la balanza se inclina a un lado, y luego nos arrastra.

El decisionismo cotidiano o de mayor alcance, nos muestra tal como somos, nos lleva a una ruta y destino previsto, no sabido, nos puede causar alegría por lo novedoso, también incertidumbre, aunque nos hace sentir vivos, romper con el conservadurismo.

Hay preguntas que cuestionan y nos llevan a replantear si hemos perdido el equilibrio, la razón asociada a ello.

DE LA TRAGEDIA A LA COMEDIA

El político anda en ese filo de la navaja, más aún cuando no posee la capacidad de mirar el horizonte, de planear sus actos y solo actúa por ocurrencia o porque alguien le toca el pandero, y así pone en riesgo su equilibrio y el equilibrio de los demás.

Tiempos de decisiones actuales obligan a observar cuál es punto de equilibrio deseado, en donde nos encontramos y en donde queremos estar. Alejados de locuras e improvisaciones, de ocurrencias malsanas. Cuál el el punto de equilibrio en la democracia, la igualdad, la justicia, la forma de vida que mantenga la libertad deseada. Eso también, en respuestas, configura el punto de equilibrio.