SI LOS MUROS HABLARAN – MUSEO INSTITUTO DE GEOLOGÍA UNAM

Tengo un poco más de cien años. Algunos pensarán que es mucho, yo, sin embargo, he aprendido, por los objetos que resguardo, que el tiempo es relativo

Dejemos que este emblemático lugar nos cuente su historia…

Tengo un poco más de cien años. Algunos pensarán que es mucho, yo, sin embargo, he aprendido, por los objetos que resguardo, que el tiempo es relativo. Cuando tus muros resguardan objetos más antiguos que el propio planeta; y otros cuya edad se mide en millones de años, el tiempo toma otro color. ¿Y cómo es que resguardo objetos más antiguos que el mismo planeta? Bueno, esa es la historia que quiero contar. 

Como decía, tengo cien años, pero bien conservados. Sí, señor. Cruzar el umbral de mis puertas es un viaje al pasado. Con tan solo unos pasos, se deja afuera el bullicio para sentir los aires porfirianos de finales del siglo XIX o principios del siglo XX. A Don Porfirio le gustaba todo lo que hablara de modernidad, prosperidad, avance. Para para conseguirlo había que explotar los recursos naturales y no se puede explotar lo que no se conoce. Un Museo de Geología, era clave para sus planes. A sugerencia del ingeniero geólogo Don Antonio Castillo, se creó la Comisión Geológica Nacional. El 17 de septiembre de 1888, el Congreso de la Unión decretó la creación del Instituto Geológico Nacional, dependiente de la Secretaría de Fomento, Colonización e Industria. 

Años después el proyecto de construirme tomó forma. Para mi ubicación eligieron la elegante y moderna colonia Santa María la Ribera, en la 5ta calle del Ciprés No. 2728 (hoy, Jaime Torres Bodet No. 176). El diseño y planeación quedaron en manos del arquitecto Carlos Herrera y el Ing. José Guadalupe Aguilera Serrano. Buena mancuerna, me construyeron fuerte, solido con amplios espacios iluminados para que los visitantes puedan admirar los singulares objetos que guardo. En 1929 pasé a formar parte de la UNAM. 

Roca volcánica gris, elegante, sobria y resistente a los embates del tiempo. ¿¡Qué mejor para una fachada!? Un vestíbulo con pisos de mosaico y una escalinata majestuosa dan la bienvenida a los visitantes. Realizada en Europa del más puro estilo Art Noveau, las curvas de mi escalera todavía arrancan suspiros a mis visitantes. Poco he cambiado desde de que me inauguraron en 1903. Las vitrinas de madera y vidrio que diseñaron para mi, siguen funcionando, están bien barnizadas y en orden. La sala de juntas del director, conserva hasta el mobiliario original. En parte superior del vestíbulo, mis muros siguen siendo adornados por los lienzos que el pintor José María Velasco creó para ex-profeso para el museo y mis ventanas siguen mostrando con orgullo los emplomados con paisajes del país. 

Los museos guardamos tesoros; yo tengo los míos. En mis salas puedes encontrar ejemplares del reino vegetal, mineral y animal. Guardo fósiles que nos recuerdan que alguna vez las montañas estaban cubiertas por agua y que otros animales caminaban por la tierra. Una de las piezas centrales, es el esqueleto de un mamut que tan sólo hace seis mil años caminaba tan campante por las praderas del Estado de México. Era común ver a esos mastodontes en lo que hoy llamamos kilómetro 16.5 de la carretera México-Puebla.  

Al fondo, de la sala de minerales, en una de las vitrinas, llama la atención una piedra con una lupa. Si bien no es muy grande ni colorida, permítanme decirles que no es una roca común, es la más famosa del mundo. Conocida como “Piedra o Meteorito de Allende” es un meteorito que cayó en el poblado de Allende (Cerca de Parral  Chihuahua) en 1969 y es considerado “el meteorito más estudiado de la historia”. Los científicos tienen un gran interés en este tipo de meteoritos ya  que su estructura se remota a los orígenes mismos del sistema solar. Antes, mucho antes, de que existiera este planeta al que hoy, llamamos Tierra. Su edad fue calculada en 4,559 millones de años, lo que lo hace más viejo que el mismo sol.

Cuando pienso que mis muros custodian algo de mayor edad que el astro rey, mis problemas, quejas y preocupaciones se desvanecen. Recuerdo lo efímero de nuestra existencia. ¿Qué caso tiene preocuparse? Mejor sonreír y disfrutar. 

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