¿Que pretende López Obrador?

Juro que no entiendo que pretende López Obrador. Si yo fuera él, trataría de ganarme a todos aquellos mexicanos que votaron por otra alternativa, en vez de tratar de seguir ahondando la división presente en nuestra sociedad.

Es preciso señalar que López Obrador vive del conflicto. Se desenvuelve en medio de la controversia y vive de la confrontación. Tal circunstancia le ha resultado muy redituable en lo político.

López Obrador divide y resta siempre. Jamás suma, ni mucho menos multiplica. Es el ejemplo típico del político que aspira a estar en campaña permanente y a ser candidato eterno, que tiene la crítica siempre a flor de labios, de manera sencilla y cotidiana, porque no está obligado a cumplir. Por eso le resulta fácil enfocar cualquier problema y proponer alternativas de solución, que ni son sino ocurrencias.

Es indudable que López Obrador tiene un perfil mesiánico. Por eso divide al mundo en buenos y malos y por eso, solo puede estarse a su favor o contra él. No escucha, ni admite críticas, es visceral, temperamental y aunque no lo diga (pero lo trasluce), rencoroso.

Por eso es intolerante y autoritario y tiende a denostar a quienes le llevan la contraria, utilizando los peores epítetos. También es voluntarioso e intransigente y cae en la simulación, o en lo que sea necesario, para lograr hacer su voluntad y salirse con la suya.

El perdón, la unidad, la reconciliación, son tan solo piezas retóricas susceptibles de utilizarse en los discursos, pero no herramientas de operación política, susceptibles de ser utilizadas para resolver diferendos.

La estrategia medular de López Obrador es la victimización. Hacerse pasar por la víctima inocente de los manejos de grupos oscuros, de intereses inconfesables, le ha resultado profundamente provechoso.

Pero determinar que es lo que pretende López Obrador, es algo que no tenemos claro, ni podemos precisar, porque en vez de intentar navegar sobre aguas tranquilas, el hombre de la Chontalpa sigue empeñado en provocar incertidumbre, desasosiego y enfrentamientos y todo lo anterior, a nada bueno puede conducir.

Tal parece que pretendiera que la gente huyera del país, que los capitales se fuguen, que la ira social se desborde, para poder culpar a sus adversarios y tener a la mano justificantes para sus sinrazones. Eso no motiva en lo absoluto, a confiar en el próximo gobierno federal.

Por supuesto, con todos los argumentos aducidos, no es posible formular un futuro esperanzador para México. Antes bien, prevemos nos aguardan seis años de berrinches y caprichos, donde las cosas que no resulten, serán achacadas a los enemigos de la mal llamada cuarta transformación.

Solo hacemos votos para que este conflicto, que afanosamente sigue atizando a diario el oriundo de Macuspana, no tenga como colofón, un baño de sangre, como muchos pudieran esperar o suponer.

Que Dios proteja a México y a cada uno de nosotros, que somos pasajeros de una nave conducida por un chofer inexperto y estimulado con cualquier clase de sustancias prohibidas y que maneja de manera imprudente y con exceso de velocidad.

Dios, Patria y Libertad