Dice que el 9 de noviembre acudirá a la ONU, en representación del gobierno de México.
Dice que su discurso versará sobre la corrupción, ese flagelo global que, como nunca, golpea a México y a los mexicanos.
Y alardea de forma mentirosa –con su ridículo pañuelo blanco–, que su gobierno combate exitosamente la corrupción.
Por eso, seguramente López Obrador acudirá a la Asamblea General de Naciones Unidas acompañado de Emilio Lozoya, Manuel Bartlett, Pío López Obrador; de su prima Felipa, de su fiscal Alejandro Gertz Manero, de la señora Irma Eréndira Sandoval… además de militares, marinos y la prole de pillos de su gobierno que no paran de robar.
¿Y por qué esa numerosa comitiva?
Elemental, porque se trata de “la galería de la corrupción” del gobierno de AMLO.
Además, claro, de una selectiva recopilación de videos “mañaneros” y de imágenes que confirman 70 mil mentiras del presidente mexicano; acaso uno de los más “tocados” por la patología mitómana en todo el mundo.
Pero son muchos los que opinan que la ONU también deberá conocer los detalles de la guerra que se vive en México.
¿Una guerra en México?
En efecto, el partido de López, Morena, no es en rigor un partido sino un cártel criminal; financiado por bandas como la de “El Chapo” y (CJNG), los verdaderos dueños de la mitad del territorio nacional y en donde se han producido la mayoría de los más de cien mil muertes violentas, en sólo 34 meses de la gestión de AMLO.
Y tampoco podrían quedar ajenos al escrutinio de la ONU la epidemia de feminicidios, el medio centenar de periodistas muertos, el abandono de los niños con cáncer y el criminal manejo de la pandemia que ya reporta más de medio millón de muertos, entre las cifras oficiales y los muertos en exceso.
¿Qué dirá López Obrador en la ONU, con esa “galería de corruptos”, de complicidades con los cárteles criminales y con la tragedia por la pandemia y por el abandono a los niños enfermos de cáncer?
Lo cierto es que mientras López prepara su viaje a la ONU; mientras le escriben el discurso “y ensaya su lectura de corrido”, en México crecerá el escándalo de la corrupción lopista.
Una complicidad selectiva, además de la impunidad que, por ejemplo, tiene en prisión a Rosario Robles y en libertad a Emilio Lozoya.
Y es que gracias a la habilidad y la oportunidad de la periodista Lourdes Mendoza, el pasado sábado, Emilio Lozoya fue captado en un lujoso “comedero político”, como si nada, a pesar del supuesto arresto domiciliario que le provee su calidad de “testigo protegido”.
Magnífica estampa que, sin duda, retrata, de cuerpo completo la corrupción, la complicidad y la impunidad del gobierno de AMLO.
Y si aún existen dudas, el propio López se encargó de disiparlas.
Cuando le preguntaron al presidente sobre esa imagen –que los aplaudidores lopistas pretendieron desacreditar–, López dijo que se había tratado de “una acción legal, pero inmoral”.
¿Legal, según quién? ¿Inmoral, según quién?
Lo cierto es que los abogados de Emilio Lozoya han argumentado en repetidas ocasiones que su cliente “cuenta con un arraigo domiciliario”, lo que le ha valido evadir la justicia en casos como el de la denuncia formulada en su contra –por el delito de daño moral–, por la columnista Lourdes Mendoza, a quien Lozoya difamó y calumnio en su declaración ante la fiscalía general.
La propia Lourdes Mendoza capturó las imágenes de Lozoya en un restaurante, al que el ex director de Pemex no pudo haber asistido si es que en realidad un Juez le hubiese impuesto “arraigo domiciliario”.
Es decir, Lozoya y su abogado mintieron ante una autoridad judicial, por lo que enfrentarán una nueva demanda, ahora por fraude procesal.
En el fondo lo que quedó al descubierto, de nueva cuenta, es que Lozoya mantiene un pacto de impunidad con López Obrador; un pacto que aplasta no sólo al Poder Judicial sino que confirma la inexistencia de la División de Poderes.
¿Hasta cuando la “justicia a modo” a favor de los amigos del presidente?
¿Hasta cuando el encubrimiento oficial, que ratifica que el de Obrador es el gobierno más mentiroso y corrupto de la historia.
Al tiempo.