¡RECUERDEN, DIPUTADOS, EL VOTO ES CIUDADANO!

En la reciente elección federal, muchos ciudadanos entendieron el valor y la profundidad de los preceptos fundamentales del sufragio efectivo

Ricardo Alemán
Especial

Cuando pedían el voto, en los previos a la renovación de la Cámara de Diputados –en junio pasado–, se llenaban la boca con ardorosos discursos de opositores.

Que si el voto ciudadano serviría para quitarle el control mayoritario al gobierno, en el Congreso.

Que si la “casa del pueblo” –la Cámara de Diputados–, debía estar en manos de los verdaderos ciudadanos.

Que si era urgente rescatar la División de Poderes para contener los abusos autoritarios del presidencialismo de López.

Que si el voto a favor de la coalición PRI, PAN y PRD sería a favor de baja el sol, la luna y las estrellas…

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Lo cierto es que más allá de las promesas de campaña, en la reciente elección federal, muchos ciudadanos entendieron el valor y la profundidad de los preceptos fundamentales del sufragio efectivo.

El primero precepto, que en una democracia representativa, como la democracia mexicana, el votante es el mandante y el votado es el mandatario.

Es decir, que el ciudadano mandata a su representante en la Casa del Pueblo para representar y defender los intereses ciudadanos. Y punto.

Y, el segundo precepto, el llamado “voto útil”, que no es otra cosa que la capacidad ciudadana de entender no sólo el valor de la pluralidad sino la importancia de votar por las siglas partidistas con más peso y mejor resultado.

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De esa manera, luego de la jornada del 6 de junio y de una experiencia pocas veces vista –de millones de votantes en las zonas conurbadas de todo el país–, los electores eligieron como nunca a sus mandantes y le dieron a su voto un verdadero peso específico.

Un voto para de contener las ocurrencias y abusos de un gobierno autoritario, nada democrático y, sobre todo, un voto capaz de atarle las manos a un presidente locuaz y vengativo.

Y es que a pesar de que el partido oficial arrasó en no pocas elecciones estatales y que los tentáculos criminales dieron forma a media docena de “narco-gobernadores”, lo cierto es que en las zonas metropolitanas de todo el país los ciudadanos, las clases medias, lograron lo impensable.

Sí, a través de la coalición PRI, PAN y PRD le arrebataron al presidente y a Morena la mayoría de la Cámara de Diputados.

Un logro histórico, a pesar de la tragedia que viven los partidos.

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A pesar de la pobreza de los políticos; a pesar del debilitamiento que experimentan la lealtad partidista y de la delgada solidez ideológica.

Y es que en el gobierno de Obrador las reglas del juego de la clase política son la traición, el engaño, la mentira, la debilidad ideológica, “el moche” y, en especial, el “chapulineo” partidista.

Nadie ignora, por ejemplo, que todos los integrantes de Morena han pasado por el PRI, por el PAN y/o el PRD; incluso algunos han estado en los tres partidos y otros en la derecha y luego en la dizque izquierda.

Son de escándalo los casos de Germán Martínez y Manuel Espino, rapaces expresidentes del PAN que, a cambio de migajas, militan en Morena.

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Casos como los de Ricardo Monreal, militante en cinco partidos y de Marcelo Ebrard y Mario Delgado, que han pasado del salinismo puro al más lacayuno “obradorismo”.

Y qué decir de las dirigencias de los partidos.

No pocos militantes del PRI coquetean con Morena y con López Obrador a cambio de impunidad porque tienen “la cola sucia”.

El PAN de Marko Cortés es hoy tan antidemocrático y dictatorial como el dictatorial Partido Morena, mientras que el PRD es casi inexistente.

Y a pesar de todo ello los ciudadanos les dieron respiración artificial a los partidos; los ciudadanos les dieron los votos que los tienen con vida y que les permite estar en la geometría política, pero también los ciudadanos están en riesgo no sólo del engaño y la traición, sino del insulto.

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¿Por qué?

Porque Morena y sus paleros –PT y PVEM–, suman 277 votos en la Cámara de Diputados. Y para lograr la mayoría calificada –de dos tercios más uno–, requieren llegar a 334 votos. Es decir, le faltan 57 paleros.

A su vez, la suma de votos opositores –del PAN, PRI, PRD y MC–, es de 223 y –como es evidente a simple vista–, cualquiera de los cuatro opositores puede aportar una tajada para sumar los 57 votos que requieren Obrador y Morena, para modificar la Constitución.

Pero si recordamos que tanto PAN, como PRD y MC han asegurado que no entregarán un solo voto a Morena, entonces la carga de la traición está en el PRI, que suma 72 curules.

¿Quienes, entre los 72 diputados del PRI, serán los traidores al voto ciudadano?

No deben olvidar, ninguno de los opositores, que los ciudadanos son los dueños del voto y que los diputados y sus partidos sólo son los mandatarios.

Y si el PRI, PAN, PRD y MC traicionan el mandato, traicionarán a los ciudadanos; una traición que los llevará a la galería de la ignominia.

Al tiempo.