Después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió suspender temporalmente la clasificación de las cárteles de la droga mexicanos como organizaciones terroristas, más de uno, de este lado, de la frontera aplaudió.
Los primeros en reconocer la benevolencia del republicano fueron, el presidente, Andrés Manuel López Obrador y el canciller Marcelo Ebrard, ambos destacaron la cooperación entre ambas naciones y la soberanía mexicana.
Sin embargo, el magnate volvió a jugar con México, amenazó con una medida radical para poder presionar al gobierno obradorista a que aplique medidas efectivas en materia de seguridad, sobre todo después de los episodios en Culiacán y la masacre en contra de las familias LeBarón y Langford, en Sonora.
Por el momento todo es tranquilidad, no habrá “intervención militar” en nuestro país, pero no sabe cuánto costo que Trump cambiara de parecer, porque con él nada es gratis, siempre intenta sacar provecho de la situación.
Unos dicen que, por medio de su fiscal general William Barr —que visitó México el 5 de diciembre—, solicitó la expulsión de Evo Morales del país (ya está en Cuba), y otros sospechan que Marcelo Ebrard, pronto, sustituirá Alfonso Durazo en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC).
Trump no perdió, algo ganó.
Con información de Fred L. Álvarez
