Tren Maya, posible únicamente aprovechando vía férrea de Porfirio Díaz

El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador desde hace varias semanas lanzó su proyecto de obra de infraestructura más importante de inicio de sexenio: el Tren Maya que para un recorrido más turístico que logistico comercial.

Un plan ambicioso, en el que el retorno de capital será lento y a muy largo plazo. El turismo no es suficiente para recuperar la inversión que, según ingenieros especializados, podría superar el doble de lo estimado por los funcionarios de López Obrador.

Históricamente, los trenes han sido detonadores de desarrollo económico y productivo del país. De eso no hay duda. Sin embargo, para ser viable el proyecto habrá que hacer uso de la historia y empleo de las vías férreas que dejó uno de los presidentes que no son del gusto del presidente electo: Porfirio Díaz.

Es verdad que, para 1861, estando como presidente Benito Juárez, otorgó una concesión a una familia para una Línea de Veracruz al Pacífico con un ramal a Puebla. Fue inaugurado el 1 de enero de 1873 por Sebastián Lerdo de Tejada, con lo que el Ferrocarril Mexicano fue la primera vía férrea que corrió en el país.

El presidente Lerdo, y aún más su sucesor, Porfirio Díaz, alentaron el desarrollo ferroviario con concesiones que incluían subvenciones públicas para la construcción de las líneas. Díaz fue uno de los exmandatarios mexicanos que dieron la bienvenida a la modernidad en el país, péjele a quien le peje pésele a quien le pese.

Lo siguiente fue el deterioro a causa de la Revolución, del descuido de los exmandatarios y hasta el inicio de la expropiación por parte de los estadounidenses de 1929 a 1937, cuando el presidente Lázaro Cárdenas decretó la nacionalización de la Red Ferroviaria.

En 1987, el expresidente Miguel de la Madrid fusionó las cinco empresas ferroviarias regionales, entre ellas el Ferrocarril del Pacífico, junto con Ferrocarriles Nacionales de México.

Mientras que en 1995, el expresidente Ernesto Zedillo reformó la Constitución Mexicana y, continuó el proceso de privatización masiva de para-estatales iniciada por sus antecesores en el cargo, privatizó Ferronales no sin antes cancelar en 1996 el Tren México-Querétaro.

Después de más de 50 años de ir en declive, la participación del ferrocarril en el mercado de transporte terrestre, a partir de su privatización, registró una notable recuperación, al pasar del 19 por ciento en 1995, al 25 por ciento en 2010.

El proyecto del Tren Maya contempla que sea turístico, de pasajeros y de carga, o bien mixto y conectará a los estados de Tabasco, Campeche, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo. Para dar camino a cada uno de los vagones será necesario emplear la red ferroviaria que dejó Porfirio Díaz.

Y tendrá que ser un proyecto rentable y no de ocurrencias para que no suceda lo que en la primera mitad y hacia finales del siglo XX. Un deterioro tras la Revolución Mexicana, su nacionalización, privatización y finalmente suspensión del servicio de transporte ferroviario de pasajeros.

Reactivar este medio de transporte fue considerado por el presidente Enrique Peña Nieto, sin embargo varias trabas le fueron impuestas en las regiones donde quiso detonar su desarrollo. Ahora, el Tren Maya, que pretende recorrer la zona sureste del país –en la que el triunfo de AMLO fue arrasador– como por arte de magia, el presidente electo dice que esas dificultades no existen más.

Sin embargo, no hay estudios ambientales para evitar afectar la flora y la fauna de las zonas por donde se programa pase el tren, ni siquiera una consulta más que las opiniones recogidas durante las giras de López Obrador, quien ya dijo que el tren va, porque “la gente sabe lo que quiere”.

Con excepción de Quintana Roo, existen tramos de vía que se pueden rehabilitar y aprovechar para la ruta completa. En el caso de Chiapas son 42 kilómetros, en Tabasco son 102 kilómetros, 317 en Campeche, y 93 en Yucatán. Gracias a don Porfirio Díaz, quizá, uno de los que si viviera, sería parte de la “mafia del poder”, vaya usted a saber.