SACUDIRNOS ESE SACO DE LADRILLOS

El problema empieza cuando la culpa se vuelve tan grande que corroe todos nuestros pensamientos y nos roba toda posibilidad de ser felices

“El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, esa es la pesadilla de la vida”. –Oscar Wilde
¿Quién no ha tenido el deseo de regresar el tiempo a un determinado momento y hacer las cosas de un modo diferente? En algún momento de nuestra vida todos hemos hecho algo que terminamos lamentando. Nos sentimos culpables.
Finalmente, no somos perfectos, nos equivocamos y reaccionamos mal ante algunas situaciones. Después, nos sentimos culpables por haber dicho o hecho algo que lastimó a otras personas, más aún cuando las amamos.
Es natural sentirnos culpables. El problema empieza cuando la culpa se vuelve tan grande que corroe todos nuestros pensamientos y nos roba toda posibilidad de ser felices. Otras veces tratamos de culpar a otro de lo sucedido; lo que nos impide crecer. La culpa en muchas ocasiones es un obstáculo para poder ver el panorama completo. Esto puede llegar a evitar que logremos vislumbrar una salida en situaciones difíciles.
El cometer errores es normal y puede ser positivo si aprendemos de ellos y enfrentamos las consecuencias del error.  El problema es cuando en vez de aprender, permitimos que la culpa tome el control.
Como lo dijo Séneca, el joven filósofo y político romano: “Una persona que se siente culpable, se convierte en su propio verdugo”. Tiene mucha razón, porque cuando nos sentimos culpables por algo tendemos a castigarnos a nosotros mismos sin tener ningún tipo de consideraciones.

¿Qué hacer con este sentimiento?

El primero paso es aceptar lo que pasó y que no podemos cambiarlo. Si bien nos gustaría cambiarlo, no podemos vivir instalados en el “hubiera”. Ignorar lo que sentimos es como tratar de poner la basura bajo la alfombra, no va a desaparecer y con el tiempo solamente traerá más problemas.
Una vez que aceptamos la culpa, hay que hacer algo al respecto. Es necesario pedir disculpas y, de ser posible, enmendar el daño.
Una vez que hemos pedido perdón a otros, -y hay que estar conscientes de que éste puede o no ser otorgado-, llega el momento de perdonarnos a nosotros mismo. Finalmente, es importante aprender de ese error. Los errores pueden ser grandes maestros en el camino de convertirnos mejores personas.
“La culpa es como un saco de ladrillos: solo hay que descargarlo”. –Al Pacino
Feliz domingo a todos. Gracias por leerme. 
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