Reino Dividido, Reino Vencido

Escribo estas líneas con profunda decepción y tristeza.

De por sí ya es motivo de pena, que el gobierno federal en vez de proteger la vida desde la concepción y garantizar la integridad de las mujeres que dan a luz, evitando muertes en el parto y garantizando oportunidades de empleo y existencia digna, se encargue precisamente de lo contrario, se encargue de exterminar vidas que pudieran ser prometedoras y productivas.

Pero peor que lo anterior, resulta suponer que ante semejante despropósito, la sociedad mexicana, en todas sus vertientes, opondría una feroz resistencia y sería un adversario eficiente, organizado, propositivo y racional.

Pesa percatarse de lo contrario. Duele descubrir que quienes tendrían que enarbolar el liderazgo y tomar en sus manos las banderas de la resistencia, no tienen la más remota idea de lo que está pasando, no tienen idea de donde están parados, no tienen idea de lo que tienen que hacer.

Decepciona ver una iglesia sometida, amordazada, convenenciera, arrodillada ante el poder estatal, divorciada de su labor de madre y maestra, con ministros y dignatarios que confunden las sotanas con faldas y no se atreven a alzar la voz para protestar y mucho menos tratan de congregar a su rebaño para orientarle y organizar liderazgos y estructuras, que no solo disientan, sino también propongan alternativas viables, a los disparates del oficialismo.

Deprime francamente ver a las organizaciones y asociaciones pro vida y a la gente de razón, envueltas por un vórtice de inmovilismo, con organización vertical e inoperante, incapaces de generosidad, ardiendo en la hoguera de las vanidades, carentes de hombría y de valor.

Da ganas de llorar, encontrar a los partidos de oposición enzarzados en discusiones bizantinas; arreando sus miserias, en vez de ser canales para que fluya la inconformidad y transmisores del repudio social.

Dan ganas de pegar de gritos, al contemplar al pueblo mexicano esperanzado en el discurso mesiánico y demagógico, aletargado, abotagado, incapaz de reaccionar ante la infamia que se avecina de manera inminente.

Ante semejante escenario, lo único que puede suceder es que las aviesas y oscuras pretensiones de la izquierda radical, propuestas desde el oficialismo triunfen, por no haber en este país nadie incapaz de oponerse, por no haber hombres, capaces de luchar en todas las formas y todos los ámbitos.

La sinrazón puede triunfar, por nuestra falta de coherencia, por nuestra incapacidad de organización, que haga pesar el abrumador porcentaje de mexicanos que no estamos de acuerdo con el lopezobradorismo (el setenta por ciento de la población).

Pero si seguimos divididos y seguimos en la pugna de facciones, haciendo prevalecer los intereses de grupo, por encima del bien superior de la patria, estamos perdidos.

Recordemos la vieja máxima política que prescribe: divide y vencerás; y no olvidemos que un reino dividido, es un reino vencido. De manera tal, que la consigna, a partir de ahora, es unir y organizar al pueblo, para evitar que la izquierda nos lleve al despeñadero.

¡Manos a la obra!

Dios, Patria y Libertad