¿OBRAS FARAÓNICAS O ELEFANTES BLANCOS?

El tiempo dirá si las obras insignia de AMLO son obras faraónicas o elefantes blancos

El hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a las Pirámides”, Proverbio árabe

Cuado leo la frase “obras faraónicas”, como admiradora de esa cultura, pienso en las magníficas obras que realizaron los faraones del Antiguo Egipto como las pirámides de Giza.
Si bien el diccionario define faraónico como grandioso o fastuoso, hoy en día cuando leemos en los medios “obras faraónicas” la frase refiere a obras enormes, costosas y de utilidad dudosa. Habría que ver si esta expresión es correcta, o si deberíamos llamarlas mejor “elefantes blancos”.
Cuando los faraones construyeron sus magníficos monumentos, tenían en mente su descanso eterno y ganar el favor de los dioses. Sin embargo, la construcción de obra pública, como es sabido, tiene incontables beneficios.
Si algo maravilla al ver las pirámides, es la hoy invisible fuerza que permitió construirlas: una sociedad muy avanzada, organizada bajo el mando de un gobernante, unida por una creencia. Arquitectos, ingenieros, astrónomos, obreros (la idea de que las pirámides fueron construidas por esclavos ya fue desmentida por los arqueólogos) lograron construir la piramide de Jufu (Keops) la cual sería el edificio más alto construido por el hombre durante los siguientes 38 siglos y es admirada por millones a 45 siglos después de haber sido construida.
Sin duda es grandiosa y fastuosa, con beneficios sociales en su tiempo, y también ha resultado rentable para los actuales habitantes de Egipto: en 2022, 11.7 millones de turistas visitaron Egipto y los ingresos registraron 10.700 millones de dólares. 
La expresión “un elefante blanco” se refiere a las obras públicas en las que se invierte mucho dinero y ésta queda inconclusa, no funciona o su mantenimiento resulta excesivamente elevado; donde además, sus costos superan por mucho a su beneficio social.
La expresión tiene su origen en la antigua Tailandia. Los elefantes blancos, que mas bien eran rosados o gris claro, eran considerados sagrados. Cuando los reyes estaban descontentos con alguno de sus súbditos, le regalaban un elefante blanco. La comida y cuidados que requería el especial paquidermo eran tantos, que llevaban al súbdito en cuestión a la ruina financiera. 
En nuestro planeta, tenemos grandes ejemplos de elefantes blancos, nacidos de una mala gestión y del despilfarro de muchos políticos como El Palacio del Parlamento en Bucarest, construido en la época comunista, hoy se encuentra desocupado en un 70% debido al costo de su mantenimiento;  el Estadio Olímpico en Montreal, Canadá o el Hotel Ryugyong, en Corea del Norte.
Esta semana, en entrevista con Joaquín López Dóriga, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de a O, reconoció que el Tren Maya, cuyo presupuesto inicial fue de 150 mil millones de pesos y terminará costando 500 mill millones de pesos, más del triple.
De acuerdo con Sergio Negrete Cárdenas: “Con la inversión masiva que recibirá en 2024, alrededor de 10 mil millones de dólares, el costo de Dos Bocas habrá alcanzado 22 mil millones, casi el triple de los ocho mil que el Presidente anunció en 2019 (como un máximo, dijo que incluso podía ser menos)”.
El tiempo dirá si las obras insignia del presidente López Obrador, como la refinería Olmeca (Dos Bocas) o el Tren Maya*, son obras faraónicas admiradas al correr de los años; o elefantes blancos, que no servirán para mucho y que nos costarán una fortuna.

Buen domingo a todos y gracias por leerme.

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* No incluyo al AIFA,  ya a la fecha, es fracaso que opera con pérdidas, y eso sin sumar la cancelación del NAICM.