No magnifiquemos el T-MEC

Especial

La semana pasada nos enteramos que el gobierno de Estados Unidos presentó a México y a Canadá los resultados de la negociación entre los representantes demócratas y la Oficina Comercial de la Casa Blanca con relación a los cambios que se demandan en el tratado comercial de México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), para poder ser ratificado en el Congreso.

De acuerdo con lo señalado por el subsecretario Jesús Seade, los planteamientos, en términos generales son aceptables para México, aunque tendrán que ser revisados a detalle.

Esto no significa que se reabra el documento que fue suscrito el 30 de noviembre de 2018, sino que se anexará un texto como fueron las Cartas Paralelas en el Tratado vigente.

Aunque Seade señaló que el T-MEC podría ser ratificado en este mes de diciembre, pareciera que el escenario optimista sería que su ratificación ocurriera en los primeros días de enero del próximo año.

Pero, ¿qué pasaría si por alguna razón no se logra esta ratificación?

Se ha creado la impresión en México de que este hecho podría ser trágico para el país al mantenerse la incertidumbre por un lapso prolongado, ya que se sabe que, comenzando las campañas electorales, hacia finales de enero del próximo año, no podría ratificarse el documento durante 2020 y luego dependería del resultado electoral en 2021.

Sin embargo, creo que hemos exagerado las consecuencias negativas que podría tener la omisión de la ratificación.

La razón es que sigue vigente el Tratado de Libre Comercio (TLCAN) que opera desde 1994.

Aunque no es imposible que en el fragor de la lucha electoral Trump nuevamente pusiera sobre la mesa la posibilidad de sacar a Estados Unidos del Tratado, es altamente improbable que lo haga por las implicaciones electorales que tendría.

Una de las bases electorales más importantes para Trump son los estados del Medio Oeste dedicados fuertemente a la producción de granos y carne, estados que tienen en México a un gran cliente, de modo que amenazar con salirse del tratado implicaría darse un balazo en el pie en el intento de reelegirse.

Bajo esta premisa, en caso de que no se ratifique el nuevo Tratado, seguiría vigente el TLCAN, lo que implica que la relación comercial y de inversión entre México y Estados Unidos permanecería sin cambios en cuanto a las reglas que la rigen.

Ha faltado por parte de la iniciativa privada y del gobierno mexicanos la narrativa que permita tranquilizar las preocupaciones de los inversionistas ante la posibilidad de que la ratificación no quede en las próximas semanas o meses.

Pero no perdamos de vista que el impacto que la ratificación pudiera tener podría no ser tan grande como hemos presumido, por lo que no debemos imaginar que ese sería el factor determinante para atraer las inversiones.

Mejor hagamos todas las tareas pendientes.

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AMLO no dejó pasar la ocasión y celebró los primeros 365 días en el gobierno. Ante un Zócalo lleno hizo un recuento detallado de hechos y cifras.

Quizás lo destacable es el año adicional que se dio de plazo para consolidar la cuarta transformación, en el sentido de que considera que tras esa fecha no podrá haber marcha atrás en los cambios que a su juicio, ya constituyen de facto una “nueva Constitución”.

Tampoco puede dejarse pasar el reconocimiento –poco usual en el presidente– de admitir que no crecemos como hubiéramos deseado. ¡Vaya!