La maldita “pesadilla”

Especial

Ayer el presidente López Obrador ofreció en la mañanera un adelanto de lo que dirá en su informe presidencial, con el que concluye, prácticamente, el primer tercio de su mandato. El Presidente aceptó que estamos viviendo una “pesadilla”, pero asegura que estamos saliendo ya de ella, que la economía se está recuperando, que la estrategia económica es la adecuada y que la crisis deviene, en buena medida, por la caída económica de los Estados Unidos. Respecto a la salud, dijo que existen los ventiladores necesarios, que hay camas suficientes para atender la pandemia y reivindicó, también, la estrategia seguida. Habrá que ver qué dice mañana sobre el tema de la corrupción y el de la seguridad.

Lo cierto es que estamos muy lejos de salir de esta pesadilla, tanto económica como de salud. En el terreno de la salud, las cifras de víctimas y los pronósticos fallidos son demasiado contundentes. La estrategia seguida tampoco está recuperando la economía: no hay crecimiento desde el último trimestre de 2018, y no lo ha habido en ningún trimestre desde el inicio de esta administración. Incluso, hasta el comienzo de la pandemia, Estados Unidos tenía el ciclo de crecimiento más largo de décadas y, por primera vez, ese crecimiento no se reflejó en nuestro propio crecimiento económico.

La caída del PIB, de 18.7 por ciento en el segundo trimestre del año, es histórica y claro que estuvo provocada por la pandemia, pero también porque no se ha tomado una sola medida anticíclica como le han propuesto al gobierno federal casi todos, desde especialistas hasta instancias internacionales, pasando por los empresarios.

En ese camino, sin políticas específicas para garantizar la continuidad de empresas y empleos, se ha hecho mucho más difícil el tránsito hacia la recuperación económica. Es verdad que se han dado apoyos a los sectores más vulnerables de la población, pero, insistimos, un apoyo gubernamental no es un empleo y no genera riqueza ni mejora la calidad de vida de la población: tan es sí que su reflejo en el consumo es mucho menor a lo que deberían mostrar las millonarias cifras invertidas. En realidad, lo que está salvando a muchas familias, lo reconoció ayer mismo el presidente López Obrador, son las remesas de los paisanos que este año pueden llegar a los 40 mil millones de dólares.

Un sólo dato demuestra lo débil de la recuperación: a fines de abril, según datos oficiales, había doce millones de personas sin empleo. Se supone que cinco millones de personas más lo perdieron en los siguientes meses. En agosto, el Presidente dijo que se crearon 60 mil empleos y que con sus cuatro obras de infraestructura creará 150 mil empleos este año. A ese ritmo, no alcanzará el sexenio para tener, al final del mismo, siquiera las cifras de empleo que teníamos en marzo pasado.

En el camino han desaparecido, como reconoció el secretario Arturo Herrera, el fondo de contingencia (más de la mitad ya se había gastado antes de que comenzara la pandemia), el dinero de los fideicomisos públicos y muchos otros ahorros creados por las llamadas administraciones “neoliberales”. Como dijo Herrera, para el presupuesto del 2021 se acabaron los “guardaditos”.

Cualquier economista sensato, neoliberal o no, diría que, ante ello, hay que recurrir a la inversión privada, a que el Estado se dedique a facilitarle a los inversionistas privados la creación de empleos formales y evitar la quiebra de empresas. Propondría ampliar las posibilidades de inversión privada en el sector energético y, ante la difícil situación petrolera, apostaría por las energías renovables. No gastaría en obras que pueden realizar los particulares y mucho menos cancelaría inversiones en curso por caprichos personales o de sector.

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Pero estamos haciendo lo contrario: en los últimos meses las inversiones de empresas mexicanas crecieron, pero en el exterior, más de 5 mil 600 millones de dólares fueron a otros países por ese concepto. Los recursos que los particulares han trasladado a dólares son altísimos. Ningún gran proyecto de inversión privada se ha creado en el país en los últimos años, pero se han cancelado varios, sobre todo en el sector energético, donde los proyectos privados y de energías se han congelado y estigmatizado, haciéndolos pasar por fraudulentos cuando en realidad es que no fueron creados para financiar a la CFE o a Pemex, dos empresas cuyas pérdidas son multimillonarias y se acrecentarán en la medida en la que se les siga imponiendo como monopolios estatales.

Por supuesto que “esta pesadilla”, como la calificó el Presidente, no es por completo causada por las autoridades, la pandemia tiene su parte, como también lo tiene el pasado, pero sí son su responsabilidad muchas de las consecuencias sufridas por una estrategia que se enfoca en la política de corto plazo y en consolidar su propio proyecto, más que en la recuperación política, social y económica de México como un todo.