La esperanza

Especial

Este 2020 será considerado como un año que muchos querrían olvidar por haber perdido a  sus seres queridos, sus empleos, e ingresos que eran vistos como parte de una realidad que, difícilmente, podía llegar a los trágicos niveles que hoy vivimos.

La pandemia de COVID-19 trajo consigo, no sólo la enfermedad y la muerte, sino demostró
la enorme incapacidad de los políticos no preparados para enfrentar un problema de salud pública que terminó por rebasarlos.

Tanto en Estados Unidos como en México y en otros países, pasamos del terror inicial a un proceso de adaptación al coronavirus SARS-CoV-2 y su peor consecuencia: la muerte.

Las personas fallecidas a causa de esa enfermedad fueron poco a poco convertidas en una estadística deshumanizada en donde tanto Trump como López Obrador asumen las pérdidas como el resultado natural de una pandemia incontrolable.

El argumento de que, si no se hubiera hecho lo que se hizo estaríamos peor, no se sostiene ante el alto índice de mortalidad provocado por un mal manejo de la política de salud pública.

Sin embargo, para una gran cantidad de los electores en Estados Unidos, el terremoto del COVID-19 y la crisis económica derivada de esta pandemia
no han sido suficientes como para abandonar el discurso irracional de un populista como Donald Trump.

La sorpresa electoral de hace un par de días nos reitera el peso de la figura del déspota ante una sociedad capaz de aceptarle su discurso de mentirasignorancia fanatismo.

Más allá del resultado final de la elección en Estados Unidos, la descalificación del proceso electoral por parte de Trump describe el grado de destrucción de las instituciones democráticas de ese país durante los cuatro años de su administración.

El voto por correo y el adelantado a causa de la pandemia, se presentan ahora como la forma de un fraude imaginario para el candidato republicano, en el marco de unos comicios sumamente competidos y con alta participación ciudadana.

La posibilidad real de perder la elección mostró a Trump como el autócrata que siempre ha sido, y el daño que este tipo de liderazgo ha causado en un país que presumía de su democracia y de sus mecanismos de defensa para evitar la llegada al poder de un tirano.

La esperanza que llegó a representar un eventual triunfo de Joe Biden y de los demócratas se desvaneció cuando el electorado estadounidense decidió que el proyecto de un supremacista blanco, profundamente racista y xenófobo, era lo suficientemente legitimo como para pretender continuar en el poder otros cuatro años.

Ojalá y el milagro de los votos y los números le permitan a Joe Biden recuperar la esperanza para todo el mundo.