Una característica de los mitos es su carácter simbólico. Éste le da sentido y orientación al presente. La mayoría de los partidos políticos que conocemos tienen mitos fundadores y símbolos: revolución, libertad, democracia…
El hoy Partido Revolucionario Institucional (PRI) tuvo su mito en el movimiento revolucionario y, poco a poco, lo reformuló pragmáticamente para la distribución del poder. En su vida como Nacional Revolucionario (PNR), de la Revolución Mexicana (PRM) y PRI, construyó símbolos, modos de actuar e imaginarios colectivos que perviven.
La perspectiva sobre el Banco y la Ley Agraria, la rebelión de Adolfo de la Huerta, una carta a José Vasconcelos, la diferencia con los intelectuales que legitimaron los fines y objetivos del PNR y el incierto futuro que veía del país, llevaron a Manuel Gómez Morín a pensar que “Un político renacimiento de la ciudadanía es la base única en la que puede fincarse la vida limpia, suficiente y libre de la nación”[1]. El momento fundador del Partido Acción Nacional fue la expropiación petrolera en 1939.
El control de las elecciones, un débil sistema de partidos políticos, la represión creciente a movimientos sociales y estudiantiles, la desigualdad y pobreza, la corrupción en todos los niveles de gobierno, el presidencialismo “absoluto”, la irrupción de los “nuevos movimientos sociales” y el viraje “al neoliberalismo”, decantaron en la división del PRI.
El año de 1988 definió al Frente Democrático Nacional como la fuerza política, de izquierda, capaz de competir con el sistema dominado por el PRI y las instituciones del gobierno y Estado. El gran fraude electoral de ese año y la represión a dirigentes, militantes y organizaciones de izquierda, dio píe a la construcción del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
En febrero de 1996, en defensa del hábitat y contra la privatización de la industria petrolera, Andrés Manuel López Obrador, inició, junto al PRD, la toma de pozos petroleros y una carrera política que culminó con la presidencia de la República en 2018.
El líder tabasqueño promovió leyendas: el violento desalojo de la Plaza de Armas, en Villahermosa, Tabasco, cuando denunció el fraude electoral por la gubernatura del estado; el intento de desafuero que orquestó el PAN con Vicente Fox al frente; el supuesto fraude electoral en 2006, en la elección presidencial; la ocupación del Paseo de la Reforma; y la imposición de las reformas estructurales, bajo el Pacto por México, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Entre esas reformas estructurales impulsadas por el PRI, PAN, PRD y el Verde Ecologista de México (PVEM), estaba la electoral que se confeccionó para dar vida a un nuevo marco y aprobar, entre otras, la reelección, las candidaturas independientes, los gobiernos de coalición.
La elección de este 2024 fue inequitativa en muchos aspectos, desde la intervención del presidente de la República hasta el uso de un ejército de “siervos de la nación” para hacer proselitismo. Sí, pero se jugó con las mismas reglas con las que se realizaron las elecciones en 2018 y el 2021.
Enfrente qué había: una oposición que no entendió ni reflexionó, durante seis años, sobre el porqué se alejaban los votos; tres partidos políticos con un alto grado de desprestigio; la sombra de la corrupción en cada uno de los dirigentes de éstos; una candidata construida para hacer sobrevivir a las cúpulas partidistas; tuiteros arrogantes y bunaondita.
La oposición partidista no era ni lo es, un instrumento que represente a miles de las personas inconformes con el ejercicio de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Los datos son reveladores: entre el 2018 y el 2024, el PAN perdió 352 mil votos; el PRI, 1.9 millones y el PRD, 481 mil. Ante eso, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), ganó 2.1 millones de votos, Movimiento Ciudadano 5.1 millones; el PVEM, 3.6 millones y el del Trabajo, 485 mil.
La derrota del PAN y del PRI parece que excluye a los líderes que los trajeron hasta acá y que engañaron a las personas con promesas de victoria. Sí, hasta las últimas horas de la elección hicieron creer al electorado que la candidata del FyCXM iba arriba en la contienda.
Tratando de evitar su ineficacia (la tarea primordial de un partido político es ganar votos), cuestionan la elección y acusan “fraude”, cuando fueron incapaces de tener representantes en todas las casillas. Sí, insisto, los visos de una elección de Estado pueden advertirse, pero ¿no estaban preparados para eso? ¿Por qué, pese a la elección de Estado, argumentaban sobre el “voto oculto” que los haría ganar?
¿Por qué no lograron comunicar a las personas sobre “el peligro” del gobierno de MORENA o sobre la importancia de la alternancia?
La oposición que existe hoy, para enfrentar a la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, carece de un mito, leyenda o símbolo que le dé sentido a su existencia. Y Xóchitl no lo será.
Lo que vemos como oposición partidista fue incapaz de salir de las mentiras de Massive Caller y México Elige, de salir del escritorio y hablar el lenguaje común de las personas en la calle; no es ni siquiera capaz de sustentar la idea del fraude, no tiene los argumentos para evidenciarlo.
Los símbolos que persigue esta oposición, la que perdió el 2024 desde el 2018, están en las redes sociales en donde invirtieron millones de pesos y donde viven en la confortable idea de la victoria. Del escritorio, al cafecito, al tuit y a la derrota.
Las élites, las cúpulas, los amigos que controlan a los dos principales partidos políticos (PAN y PRI) van a vivir del erario unos años más y van a inventarse “resistencias” porque no tienen la mínima claridad de entender, nuevamente, lo que ha sucedido. Y lo harán porque ser oposición también es un negocio, un negocio que da ganancias. La narrativa de la democracia es un negocio.
Los 16.5 millones de personas que votaron a favor de la candidata del FyCxM, requieren quién los acompañe al 2027, pero no serán estas elites del PRI y PAN, y sus incondicionales, las construyan la oposición necesaria. ¿Veremos el “renacimiento de la ciudadanía” que buscaba Manuel Gómez Morín o quizá sean los medios independientes quienes mantengan la batalla?
[1] En 1915 y otros ensayos, México, Jus, 1973, pág.