Destruir es la verdadera ideología gobernante

Especial

Lo de menos es que el presidente López Obrador no pase a la historia como el estadista que supone ser, sino que su frenesí destructivo le causa al país un daño que tomará décadas reparar.

Ningún presidente desea hacerle mal a México, pero AMLO es un gobernante atado a sus obsesiones y fobias.

Esos defectos lo han llevado a ensañarse con los más pobres y a comprometer el futuro del país.

Prometió mejorarlo todo y no ha hecho nada que justifique su llegada al poder.

Al contrario, con sus acciones confirma que no sabe gobernar, sólo destruir.

Día a día varios de los actuales gobernantes nos muestran que eran pura saliva y un baúl de rencores.

Ya estamos en el segundo año de la 4T y no han mejorado la seguridad, sino que la han empeorado.

Prometieron una mejoría inmediata y ganaron votos con ello.

¿Resultados? Nos entregaron el año más sangriento en la historia (a excepción del periodo de la guerra revolucionaria) con mil víctimas más que en 2018 (cifras enero-noviembre).

Sus ahorros para financiar proyectos irrelevantes han golpeado, primero, a los pobres.

Eso sí, reparten dinero en efectivo, sin reglas, y evangelizan a los beneficiarios, lo que hace a Morena un partido de Estado que vulnera la competencia democrática.

Prometieron un sistema de salud de primer mundo, y sólo han destruido lo que ya existía con el Seguro Popular. Ninguna maravilla, pero a partir de ahí había que mejorar y lo demolieron.

Decretaron servicios médicos gratis, y en la realidad le cobran a los más pobres que padecen enfermedades de alta especialidad y carecen de seguridad social.

Los hospitales no lo hacen por gusto, sino porque no reciben recursos para hacer su tarea. El dinero se va a la compra de clientelas electorales, trenes inútiles y una refinería sin viabilidad ni beneficios.

Tendrán que ordenar el caos que provocaron al tirar a patadas el Seguro Popular, más un subejercicio –al tercer trimestre de 2019, según Hacienda– de cinco mil 938 millones de pesos en la Secretaría de Salud, 21 mil 242 millones de pesos en el IMSS y 20 mil 029 millones en el ISSSTE.

Mientras corrigen, si es que lo hacen, las consecuencias de sus rencores y extravíos las pagan los pobres.

En lugar de gastar en medicinas, insumos para tratamientos y personal médico, prefieren ahorrar para hacer dos mil 700 sucursales de un banco.

Llegaron al poder con la bandera de mejorar el destino de los pobres y destruyeron la reforma educativa porque consideraron “punitivo” evaluar a los maestros para mantenerse frente a un grupo o ascender de puesto. Esa facultad se la dieron al SNTE y a la CNTE.

Sin buena educación no hay manera de que los sectores menos favorecidos mejoren sus ingresos, disfruten de movilidad social y eleven su autoestima por la superación que da el conocimiento.

Los sectores populares fueron condenados, en un acto de revancha contra las reformas alcanzadas, a vivir del subsidio del gobierno… siempre y cuando sea de Morena.

Las 100 “universidades” que prometió el Presidente –algunas, dice, ya están en funcionamiento–, siguen el modelo de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, creada por él cuando fue jefe de Gobierno del DF.

El resultado de la UACM es que de cada cien estudiantes sólo se gradúan entre seis y ocho, y sus egresados son los peor evaluados de las 35 universidades públicas que examinó el Centro de Estudios Educativos y Sociales (CEES).

Iban a defender como nadie a nuestros paisanos maltratados en Estados Unidos y nos doblegamos como nunca ante el presidente del país vecino.

La “defensa” de los connacionales en EU ha resultado al revés: de 45 representantes de la PGR que había en los consulados, los redujeron a tres, para ahorrar, informó nuestra embajadora en ese país, Martha Bárcena. Su trabajo lo deben hacer los cónsules, que en su mayoría no son abogados.

Llegaron al poder con la promesa de mejorar la economía porque AMLO consideraba “una vergüenza lo que crecía con los neoliberales” (entre dos y tres por ciento anual), y se podía crecer al cuatro por ciento.

En 2019 nos dieron un crecimiento cero y para este año los cálculos son de 1.1 por ciento.

Los anteriores no son números a secas, sino que detrás de ellos está la creación de riqueza, de empleo, de recursos para el gobierno a fin de atender las necesidades de la población.

Con la cancelación del aeropuerto de Texcoco, sin lógica económica y sólo por rencor, el Presidente destruyó la confianza de los inversionistas.

AMLO cree que vamos mejor que antes y se mantiene en su postura de no dar confianza al sector privado para que aumente sus inversiones, ni aprovechamos esa joya (para México) pasajera que es la pugna comercial Estados Unidos-China.

¿En qué lógica cabe que tener cero de crecimiento económico es mejor que crecer al dos o tres por ciento? Sólo en la de los soberbios que no admiten errores, porque ese fue un argumento que usaron para ganar: los “conservadores” no saben hacer crecer la economía y ellos sí.

Te puede interesar | ¿Qué quiere ocultar la 4T? Cierran sala del AGN que contiene información de Bartlett

Una gran herramienta para atraer inversiones nuevas está en la reforma energética, que el Presidente sepultó la semana pasada con una declaración lapidaria: “¡Cómo vamos a convocar a nuevas rondas! No tiene sentido”.

Adiós a la apertura en el sector energético, que todavía era una esperanza de rectificación para traer inversiones al país.

Destruir, destruir, destruir. Esa parece ser la auténtica ideología del régimen.

Y, cuidado, sigue la democracia. Lo veremos pronto.