Donald Trump acabó por doblarse ante el peso de las instituciones democráticas de este país y ayer ordenó el inicio de la transición que culminará al mediodía del 20 de enero, cuando Joe Biden asuma como el presidente número 46 de la Unión Americana.
Trump no pudo derrotar a Biden. Tampoco a la realidad. Ni tuvo la fuerza suficiente para descarrilar las elecciones en este país, como se lo había propuesto. Ayer dobló su brazo.
Luego de que la Junta de Cómputo de votos de Michigan resolvió dar luz verde a la certificación del triunfo de Biden en el estado, Donald Trump se desplomó.
Emily Murphy, la celosa jefa de Servicios Generales del gobierno de Trump, recibió la instrucción de su jefe, el presidente: “Hagan lo necesario para los protocolos iniciales” del cambio de mando.
Con esa instrucción, Murphy deberá dar acceso al equipo de Joe Biden a todos los documentos, oficinas y funcionarios del gobierno para comenzar a trabajar en la transición a los nuevos programas.
De primera importancia era el acceso a mandos y archivos del FBI, para el nombramiento de unas mil personas que deben ser ratificadas en sus cargos por el Senado.
Tres de cuatro integrantes de la Junta de Cómputo de votos de Michigan aprobaron dar el visto bueno a la certificación, entre los que está un republicano.
El presidente Trump había presionado a los republicanos para que frenaran la certificación en distintos estados clave, y lo hizo directamente en el caso de Michigan.
No pudo doblegar a las instituciones, ni a las personas que las integran.
Lo intentó en Pensilvania, en Georgia, en Arizona, en Wisconsin y en Michigan.
Ninguna se dobló ante el empuje del presidente de Estados Unidos.
Se trata de una lección de honestidad política de los perdedores en esos estados. No siguieron las órdenes de Trump, sino el designio histórico de una nación que hace más de dos siglos abrazó la democracia como sistema para resolver, dirimir y conciliar.
Una lección, también, para el mundo: ninguna democracia funciona sin demócratas. Y demócratas los hay en todos los partidos, por opuestos que sean.
El día en que los demócratas se dobleguen a las presiones o chantajes, se nulifican las instituciones y se eclipsa la democracia. Eso pretendió Trump, con el respaldo de la fuerza que da el control del gobierno.
Los medios de comunicación no se dejaron intimidar por los ataques contumaces del presidente, y le cerraron los micrófonos a la difusión de falsedades que atentaban contra la democracia.
Sin prensa libre, tampoco puede sobrevivir la democracia al empuje avasallador del despotismo.
Ayer en la mañana, un vasto abanico de exfuncionarios de seguridad nacional, de origen republicano, dieron a conocer un documento que denunciaba el peligroso camino seguido por Trump, Giuliani y dirigentes legislativos de ese partido, su partido:
“Los continuos esfuerzos del presidente para poner en duda la validez de las elecciones e interferir en los procesos electorales estatales, socavan nuestra democracia y corren el riesgo de dañar a largo plazo a nuestras instituciones”.
John Dimitri Negroponte, un republicano duro, institucional sobre todo, que sirvió a nueve gobiernos, exembajador en México, así como John B. Bellinger III, junto a otros responsables de la seguridad nacional en el gobierno de George W. Bush, manifestó:
“Es impactante para mí y para altos funcionarios de seguridad nacional, que hemos dedicado gran parte de nuestras carreras a proteger al país, que los republicanos del Congreso estén permitiendo que Trump impugne la integridad de nuestras elecciones… que son el núcleo de la democracia estadounidense”.
Donald Trump, por la noche, puso en Twitter: “Nuestro caso continúa FIRMEMENTE. Continuaremos nuestra buena lucha y creo que prevaleceremos”.
Esa “buena lucha” será desde la oposición, para lanzar su candidatura presidencial en 2024.
Habrá que ver si los tribunales le perdonan las demandas que tiene pendientes.
Falta saber si los republicanos se cruzan de brazos ante quien llevó al país a la polarización, y al partido a la derrota.
Veremos si el presidente Biden le perdona el feroz ataque que lanzó contra la democracia y las instituciones.
¿Dónde y cuándo se había visto que el presidente de un país presionara a autoridades e instituciones para anular los resultados de una elección democrática y así quedarse en el cargo?
Acaba de suceder, en Estados Unidos.
La pregunta que comenzará a formularse, y la respuesta a discutirse, es si la conducta que no pocos señalan como ilegal de Donald Trump, debe quedar impune.
Por ahora esto se acabó. Lo que sigue de aquí al 20 de enero es trámite.
Aviso: Cayó el telón de estas elecciones, y concluye así la publicación diaria de Uso de Razón. De ahora en adelante la columna aparecerá lunes y jueves, desde Estados Unidos.