Desaparecidos

VIZARRETEA-CONSTELACION-POLITICA

El estado de indefensión en que se encuentra la sociedad mexicana, se inscribe en una cantidad delictiva que crece día a día.

En lo que va del actual sexenio, hay más de 42 mil personas desaparecidas. Más de 160 mil personas fallecidas por violencia delincuencial. Un promedio de 10 feminicidios diarios. Un promedio de 24 desaparecidos al día, uno cada hora. Y un grado de impunidad que alcanza casi el 100 % de los delitos que se cometen.

Las tragedias tienen muchos rostros y pocas explicaciones; las investigaciones no dan pie con bola, cuando se atienden y desde que inician permiten a la autoridad esbozar un discurso reiterativo y falso, de que se hará todo lo posible por averiguar o resolver el caso, hasta las últimas consecuencias. Y de ahí nada, solo hasta qué hay manifestaciones públicas. Dejando un mal sabor respecto a las promesas incumplidas. Y, peor aún, cuando incluso la propia autoridad se ríe de la tragedia humana, de las víctimas, de los familiares, de los amigos y de la sociedad en su conjunto. Dejando un sospechosismo de complicidad fatal.

La inseguridad se posesiona de los espacios terrenales, de las actividades productivas, de las acciones gubernamentales, de la vida toda.

Los casos delictivos se suceden uno a otro, en una escalada de terror que va superándose a sí misma, con estupor y el desgarramiento que victimiza a la sociedad y que en un momento insólito, la autoridad en sus tres niveles de gobierno, utiliza para victimarse e imaginar complots en su contra, por adversarios creados para su beneficio y con el fin de no atender los problemas de seguridad, justicia y cumplimiento de sus responsabilidades y obligaciones que resuelvan los problemas.

En cada hecho surgen elementos que en lugar de actuar preventivamente y resolver lo sucedido, la autoridad lo emplea para justificarse, para mostrar sus severas limitaciones, y demostrar que su interés no es precisamente el gobierno para los demás, sobre todo para quienes están limitados en sus demandas, para los que carecen de voz y solo pueden acudir a los medios o redes sociales, con el afán de hacer públicas sus tragedias.

Hoy, es la tragedia de cinco jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno, Jalisco, el modus operandi y lo que se ha hecho público, relata una forma de seguimiento y control estructurado. Como en el pasado lo fue el caso de Debanhi en Nuevo León, como han sido las víctimas de la familia Le Barón en Sonora, de Ariadna en la Ciudad de México, de los migrantes en Ciudad Juárez, en Tamaulipas, de los desaparecidos y muertos en Guerrero, en Quintana Roo, en Veracruz, Morelos, Michoacán, Zacatecas, San Luis Potosí, en fin, en toda la geografía nacional. Son tantos los casos, los trágicos eventos, que la memoria no logra registrarlos todos.

Dolor, Tristeza, impotencia, coraje marcan las tragedias de desaparecidos, homicidios dolosos, feminicidios, con impunidad, incapacidad y falta de resultados por las autoridades. Tiempos difíciles para la sociedad, pues el gobierno también ha desaparecido en los asuntos señalados. Hacerse el sordo, el chistoso, o burlón en los casos de desaparecidos y en homicidios, violaciones, atentados y demás delitos, es un acto inhumano e irresponsable, que agrede, atenta y solapa la inseguridad de la sociedad.
La pradera está seca, ojalá no haya una chispa que la incendie.