De la unidad al escrutinio

Sentimiento de dignidad frente al amago del exterior ha llevado a la unidad nacional. Ha ocurrido en un momento importante de la vida nacional. De todos, la conducta ha sido ejemplar y motivo de orgullo; es muy relevante que las diferencias polarizadas y exponenciadas por la disputa electoral adquieran un matiz de tal naturaleza.

El presidente Peña Nieto leyó bien el momento a partir de la determinación del Presidente Trump de desplegar a la Guardia Nacional en la zona fronteriza. Hace bien el Presidente en señalar la causa de lo causado: no somos los mexicanos, sino las dificultades que enfrenta el mandatario Trump en materia interna lo que le ha llevado a una postura de tal naturaleza. Que el Congreso no le haya aprobado los recursos para construir el muro y la crítica de sus aliados de Fox News le llevaron a una salida tan absurda como contraria al interés de EU. De ese tamaño es el primitivismo de este personaje. Es una ofensa que ni él mismo alcanza a entender en toda su magnitud.

Además, el Presidente Trump tuvo la insensibilidad de anunciar tal determinación en el entorno en el que la sociedad y el mundo conmemoran el 50 aniversario del asesinato de uno de los grandes personajes de la humanidad, quien luchó contra el racismo, la marginación y por la dignidad de las personas: Martin Luther King.

Ha sido muy significante y significativo que los cuatro candidatos presidenciales hayan expresado su acuerdo con el sentido del mensaje del mandatario mexicano. No solo por razones de dignidad o de orgullo legítimo, también por supervivencia, los connacionales estamos obligados a cerrar filas frente a la agresión externa. Tenemos diferencias y en muchos hay enojo por el estado de cosas, pero al igual que sucedió con la tragedia de los sismos, advertimos que es mucho lo que nos une y que debemos también dar paso a sentimientos positivos y constructivos. No abandonarnos en el enojo y en la fractura.

El discurso de odio da votos, pero nada construye. Así, lo hizo el candidato Trump al ganar el apoyo de un grupo demográfico que en la geografía electoral de aquel país fue decisivo en la lucha por el poder. La crítica y la denuncia son parte de la democracia. El escrutinio también, pero no solo debe remitir al gobierno, sino también al conjunto del sistema político y a cualquier estructura de poder. De ahí el valor de las libertades y la necesidad de asumir la tolerancia como un valor superior no solo en la política, sino en el quehacer cotidiano. Una tolerancia inteligente bien administrada y pensada para que ésta no lleve a la complacencia.

La circunstancia de EU es una realidad para entender en México: el mensaje de odio al otro, que se construye en el momento electoral, lleva a un gobierno al desastre. Las palabras en campaña importan y comprometen. La elección presidencial en el país vecino es muestra: no se puede tomar a la ligera lo que un candidato populista oferta en campaña. Invariablemente lo hará realidad.

El momento de unidad debe suceder al del escrutinio riguroso de las propuestas en competencia. Las biografías y los atributos de los candidatos importan; también, y mucho, los compromisos, lo que dicen y lo que señalan. La sociedad y las organizaciones deben asumirse corresponsables de que el voto informado se imponga sobre las emociones y las pasiones. La única respuesta posible a la demagogia y al populismo que encuentra soluciones fáciles a problemas complejos es el voto razonado; no solo es un tema de ciudadanía, también de que los proyectos políticos en competencia sean objeto de análisis y de crítica.

Los candidatos están haciendo propuestas y compromisos. Lo hacen para ganar votos, pero también como reflejo de sus convicciones más profundas, de sus deformaciones políticas y culturales, de su visión de país y de lo que harían en el supuesto de ganar el poder. López Obrador demanda cancelar la obra del aeropuerto y dar marcha atrás a la reforma energética y a la de educación. Sus voceros oficiosos u oficiales no están a la altura en términos de claridad sobre lo que el candidato se ha pronunciado y pretenden suavizar una postura, no obstante que se ha presentado sin matices ni reservas por el propio candidato. Valen las palabras del contendiente, no las de sus panegiristas desinformados o interesados. Si fuera el caso que hubiese cambiado de posición, solo valen las palabras que de él vengan, no la de sus exégetas.

Como tal, estimo que lo importante de la elección es que los candidatos expongan su programa y sus propuestas. Es muy temprano para la definición en muchos de los temas, más allá de las plataformas de los partidos o de publicaciones que no cuentan con el aval de los candidatos. Desde ahora se advierten sensibles omisiones; el tema ambiental no parece preocupar mayormente; a su vez, el asunto de la violencia requiere más claridad sobre qué hacer para revertirla. El crimen y su secuela de horror no se revuelve con plegarias ni palabras para doblar moralmente a quienes han hecho del delito una práctica regular para hacer valer sus negocios o intereses. El voluntarismo seduce, pero no conduce a resultados deseables, menos cuando se acompaña de ingenuidad y no se tiene claridad sobre la causa y origen de la ola criminal que ha ahogado al país.

En este difícil entorno, la economía debe cuidarse; ningún país aguanta la postura demagógica de hacer del gasto público una bolsa infinita de recursos para complacer la natural expectativa de los electores de mejora en sus condiciones de vida. Gastar sin ingresar es un suicidio. La única manera de abatir la desigualdad y mejorar la situación personal y familiar es el empleo. No es el Estado quien lo genera, tampoco los subsidios generalizados; es la empresa, el sector y la inversión privados. La socialdemocracia lo entendió hace décadas; AMLO añora como proyecto la economía del “Desarrollo estabilizador”, viable para el México de la posguerra, impensable para el de la globalización. Por eso es que sus ideas y las de todos los candidatos merecen estudio y análisis. Un país no se construye con ocurrencias, aunque sean bien intencionadas. Hay antecedentes cuyas consecuencias todavía no terminamos de pagar.