UNAM, el microcosmos amenazado

La UNAM, valga el lugar común que no es menos real, resulta ser una suerte de microcosmos de la Ciudad de México y aun del país. Y como nos sucede a todos cotidianamente, la inseguridad se está convirtiendo en el principal problema que debe enfrentar la mayor comunidad universitaria de México.                                                                                                                                                                                          La venta de drogas en la UNAM es una realidad desde las lejanas épocas en que uno estudiaba en el campus de CU. Pero desde hace unos pocos años ha adquirido características especiales que la hace mucho muy peligrosa: primero, no se trata de vendedores individuales (que en el pasado se dedicaban a la venta hormiga, sobre todo, de mariguana), sino de organizaciones criminales estructuradas, en este caso el Cártel de Tláhuac, que han tomado control de muchas zonas de la Ciudad Universitaria; segundo, por la acción de esos personajes, la venta y el consumo de drogas se ha disparado dramáticamente; tercero, existen intereses muy fuertes dentro de la propia comunidad universitaria respecto a proteger ese comercio: sin ir más lejos, el domingo se desplegó en un anuncio luminoso con la consigna de “fuera el narco de la UNAM” en el Estadio Olímpico Universitario, pero uno de los problemas es que buena parte del narcomenundeo se da, también, en las porras ultras de los Pumas, un ejemplo que tomaron, como muchos otros, todos malos, de las barras bravas de Argentina.

Uno de los jóvenes que murieron el viernes en un enfrentamiento era un narcomenudista con experiencia y que venía trabajando desde hace años: había sido detenido vendiendo drogas en Playa del Carmen, en el Centro Histórico de la ciudad y ahora fue abatido en CU. La UNAM no se está enfrentando a narcomenudistas individuales, sino a, por lo menos, un cártel poderoso.

Ante ello las frases hechas sirven de poco. A cincuenta años de Tlatelolco todavía persiste el síndrome de evitar que entren autoridades de seguridad en CU, pero no se termina de comprender que una cosa es la autonomía universitaria y otra muy distinta convertir a CU y a los demás planteles universitarios en una zona extraterritorial donde no se puede ejercer el poder del Estado.

Decíamos al principio que la UNAM es de alguna forma un microcosmos del país. Pues, también, lo es en este sentido: la mayoría de los municipios de México, cuando llegaron a asentarse cárteles para ejercer el narcomenudeo, la extorsión y el secuestro, no tenían policías preparadas para ello, eso cuando esas policías no estaban coludidas con los criminales. Pasa hoy lo mismo en CU: la Universidad no tiene guardias preparados para enfrentar lo que ya está presente y lo que se les vendrá encima si no detienen este proceso.

Es más, como reconoció el rector Graue cuando trataron de controlar la zona donde más drogas se vendían, la zona de los llamados frontones, simplemente los venderos se distribuyeron por todo el campus haciendo más difícil su control. Si a eso le sumamos que por la suerte de extraterritorialidad que se vive, nadie puede controlar qué entra en Ciudad Universitaria, tenemos muy amplios espacios para el tráfico cotidiano de drogas y para muchos otros delitos.

Se ha dicho que no se quieren armas en CU y en parte es razonable, pero se olvida que, como vimos el viernes, hay armas en CU y ésas las llevan y usan los criminales. Es realista decir que lanzar operativos con uniformados, más en época electoral, cuando hay grupos que están esperando cualquier coartada para impulsar movilizaciones (ahí está el triste caso del joven Marco Antonio como un ejemplo de ello), no tendrá resultados. Pero ese delito dentro y fuera de CU, pero mucho más aún en el campus, se debe combatir, sobre todo, con información e inteligencia. Es bueno, como dijo el rector, dar la batalla de las ideas, pero en este caso también se necesita desarticular las redes de narcomenudistas con acciones dentro y fuera de Ciudad Universitaria, hoy por hoy, el principal centro de venta de drogas de la ciudad. Se debe detectar, seguir y detener a los vendedores al mismo tiempo que se desarticulan los grandes espacios de distribución fuera de la Universidad. Pero atención, porque muchos de esos depósitos también podrían estar dentro de la propia Ciudad Universitaria.

Las autoridades de la UNAM lo son para controlar la marcha académica de la Universidad, pero no han sabido ni podido garantizar el pleno control de sus espacios. El ejemplo del auditorio Justo Sierra, ocupado desde hace 20 años por distintos personajes y grupos extrauniversitarios, convertido también en un intersticio entre la falsa radicalidad y la venta de drogas, es la mejor demostración de ello.

La Rectoría, junto con la SSP de la Ciudad de México y la Comisión Nacional de Seguridad, debe establecer una verdadera estrategia para romper esas redes, y la única estrategia posible en estos días pasa por una intensa labor de inteligencia dentro y fuera de Ciudad Universitaria, antes de que los narcos, como ya han hecho en otros lugares, nos arrebaten uno de los más importantes y más queridos espacios académicos del país.