Por lo visto al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, le vale un quinto la salud de los mexicanos, pues por decisión propia y sin esperar las indicaciones de Salud, retomará sus giras de trabajo para la próxima semana, dice que ya es hora de iniciar con la “nueva normalidad”.
Sin embargo, durante los últimos días se ha desatado una ola de desapruebo en contra de la gestión obradorista pues, pese a que la OMS reconoció a México por sus “buenas medidas contra el coronavirus”, muchos mexicanos –incluidos varios morenistas- han cuestionado las acciones y las cifras erróneas presentadas por el Gobierno Federal ante la pandemia lo que ha perjudicado su popularidad.
Motivo por el cual pareciera que a Andrés Manuel le urge regresar a sus giras lo antes posible, incluso si su capricho por “supervisar” sus megaobras en el sureste del país puede ocasionar un contagio masivo en sus visitas.
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Y ni hablar de que, como lo ha mostrado durante todo el confinamiento, no representa un verdadero ejemplo a seguir como autoridad en el país.
Pero evidentemente eso se lo está pasando por el arco del triunfo, pues ya afirmó que aunque lo critiquen saldrá porque tiene que ir a “dar el banderazo” a una obra, que como cualquier otra puede empezar sin que nadie baje una bandera.
Sin embargo, con esto se confirma que López no quiere seguir perdiendo seguidores, no quiere seguir perdiendo tiempo para hacer campaña, pues bien sabe que su partido y él van cayendo por todo lo que se ha revelado, sus fallas y mentiras que dice todos los días en sus conferencias mañaneras y el encubrimiento de sus amigos ante sus actos ilícitos.
Pero si nos ponemos a pensar, ¿qué es lo único que sabe hacer y le gusta hacer al mandatario desde que era candidato? Hablar, hablar y hablar. Presentarse en los estados como simpatizante del pueblo y de los más pobres, mientras él y su círculo se vuelven más ricos.
