¡REGRESA ANAYA PORQUE ESTÁ MUERTO EL GOBIERNO DE AMLO!

¡AVAL OFICIAL A LOS “NARCO-GOBIERNOS”!

¿Por qué regresó Ricardo Anaya?

La respuesta es elemental; porque está muerto el gobierno de López Obrador.

Y no, el gobierno de AMLO no murió a causa de las peleas por el poder. No, en realidad se trata de un suicidio político.

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Es decir, asistimos a la muerte del gobierno mexicano a causa de los fracasos de su constructor, López Obrador, el formidable líder que, una vez convertido en presidente, resultó el mayor fracaso de la historia.

Por eso, cuando Ricardo Anaya cree tener la mesa puesta –y frente al cadáver del gobierno de AMLO–, los tambores de guerra acompañan no sólo el coro fúnebre, sino el regreso de quien se asume como “nuevo hijo pródigo”; Ricardo Anaya, el excandidato presidencial del PAN y el segundo más votado en julio de 2018.

La novedad, sin embargo, es que cuando aún no sepultan el cadáver del gobierno de López, el joven Anaya ya anunció que seguirá los mismos pasos que el fallido gobierno de Obrador.

¿Los mismos pasos?

Sí, resulta que Ricardo Anaya se presentó con las cartas credenciales propias de “otro salvador de la patria”; el nuevo mesías que de nueva cuenta “promete salvar a los mexicanos” de la debacle histórica que, en apenas dos años de gestión, consiguió AMLO.

Lo que no entiende Anaya es que, si bien el gobierno de López ya está muerto, la “herencia maldita” de Obrador perseguirá a los políticos y a todos los ciudadanos, por los cuatro años que siguen.

Es decir, que a pesar de que su gobierno fracasó –literalmente–, en todos los rubros de la vida nacional, el presidente López ya habla de una supuesta herencia luminosa.

Sí, apoyado en su realidad alterna –el otro extremo de su total fracaso–, Obrador se engaña a sí mismo y sueña con pasar a la historia como la versión moderna de Juárez o de Cárdenas.

Lo que López no entiende, sin embargo, es que la realidad –siempre terca–, le tiene reservado un lugar en el bote de basura de la historia. Sí, será recordado como el peor presidente, el más destructivo y el más peligroso para el mayor número de mexicanos.

 ¿Por qué?

Porque el tamaño del fracaso de AMLO es tal que, cuando aún no cumple los dos primeros años de gestión, su gobierno ya está muerto; son un cadáver la economía, la política, la salud, la seguridad, la creación de empleos, la inversión externa y, sobre todo, es un fiambre su promesa central, la prioridad para los pobres, cuya multiplicación parece bíblica.

Por eso, no es exagerado decir que viviremos “la herencia maldita” de López Obrador; una herencia que hará imposible la reedición de la contienda presidencial de 2018 y, por tanto, hará casi inviable la candidatura exitosa de Ricardo Anaya.

¿Por qué?

Porque el México de 2018 no es igual al México de 2020, del 2021 y tampoco será igual al México del 2024.

¿Y cuál será la diferencia?

Que hoy los mexicanos “no necesitan un nuevo salvador de la patria”, como lo prometió AMLO.

No, luego de la destrucción que en sólo dos años consiguió “el rey de la demolición democrática llamado Obrador”, hoy los mexicanos requieren de un frente de reconstrucción nacional; una candidatura única, de unidad, capaz de convocar a la unidad nacional, de reconstruir el país con el consenso de todos y de regresar a la democracia su papel de cultura dominante.

Y ese candidato único, capaz de llamar a la unidad y la generosidad de toda la clase política mexicana, no es Ricardo Anaya.

¿Por qué?

Porque Anaya es la otra cara de esa moneda falsa llamada López Obrador.

Sí, Anaya es igual de mentiroso, oportunista, simulador e intolerante que López Obrador. La diferencia es que Anaya es un político preparado e inteligente y AMLO es un analfabeta taimado.

Pero hay más. Anaya llegó a la cúspide del poder con tácticas similares a las empleadas por López Obrador; la destrucción de la cultura democrática.

Y México no resistirá un nuevo “mesías”, por muy joven y preparado que parezca. México requiere de un demócrata, un estadista y un constructor de instituciones. 

Y ese tipo de mexicano no se dan en maceta.

Al tiempo.