¿QUIÉN SANCIONARÁ EL “COCHINERO” DE AMLO?

Escándalos que superan a las mayores estafas de la historia y la aquella corrupción flagrante de un líder social y político que por décadas medró, engañó

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Especial

La voz popular ya hizo su parte.

Motejó los escándalos presidenciales como “#ElCacagate” y “#El Cagadal”, en alusión a uno de los motes más socorridos que la propia sociedad le impuso al presidente mexicano.

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Pero lo que muchos otros preguntan y que aún nadie responde es: ¿quién y cuándo las autoridades correspondientes harán su trabajo para indagar, acusar y sancionar el “cochinero” de López Obrador y de su pandilla criminal?

¿Pero a cuál cochinero nos referimos?

Casi nada; por un lado a las escandalosas revelaciones del jaqueo a la Sedena –por espías motejados como “#GuacamayaLeaks”– y, por el otro, al lavado de dinero y al crimen organizado que se configuran luego de las delaciones aparecidas en el libro: “El rey del cash”, de la periodista Elena Chávez.

Y es que en los dos casos son evidentes no sólo la ratería, la transa y la extorsión, sino la complicidad deliberada para saquear el dinero público con fines políticos; un verdadero entramado criminal que no puede ser solapado por ninguna de las instituciones del Estado mexicano.

Escándalos que superan a las mayores estafas de la historia y la aquella corrupción flagrante de un líder social y político que por décadas medró, engañó y mintió con el cuento de “la honestidad valiente”, con el eslogan de “no somos iguales” y con la farsa de “no robar, no mentir y no traicionar”.

Lo ridículo de la realidad es que, la vuelta del tiempo –y como por años lo documenté aquí–, resulta que López Obrador no es el honesto y valiente que presumió, sino un ladrón cobarde que ensucio a todos sus colaboradores pero que, al final, nunca metió las manos al lodo.

Resulta que Obrador tenía razón al gritar en plazas y pueblos de todo el país que “no eran iguales”, porque la realidad demuestra que son peores y más ladrones que los pillos de la tradicional política en el poder.

Y, para colmo, resulta que cada palabra pronunciada por López debe ser entendida en sentido contrario.

Y es que, por ejemplo, el “no robar, no mentir y no traicionar”, en los hechos se debe entender como “sí robar, si mentir y sí traicionar”.

Ese es el verdadero evangelio del presidente mexicano. Y por eso debemos insistir en la pregunta.

¿Quién, entre políticos, legisladores, servidores públicos o ciudadanos en general –sean del PRI, PAN, PRD y MC–, será el valiente que se atreverá a presentar la denuncia respectiva, para que las autoridades federales y de la capital del país inicien una investigación formal sobre el cochinero de AMLO y lleguen a una sanción ejemplar?

Pero debemos avanzar más allá de la pregunta anterior. ¿Qué autoridad, qué servidor público, qué funcionario federal y de CDMX iniciará la indagatoria contra las pillerías probadas de Obrador y su pandilla criminal?      

Por lo pronto, todos aquellos políticos y servidores públicos implicados en los dos escándalos –el jaqueo y el libro–, tienen el derecho de demandar a quien resulte responsable, por los delitos de difamación y calumnia, si es que no fuera cierto lo que revelan el jaqueo y el citado libro.

Por el contrario, si todos deciden guardar silencio –a manera de control de daños, como se los ordenó el propio López Obrador–, entonces todos estarán reconociendo que es cierto lo revelado por el jaqueo y por el libro. 

Más aún, el otro extremo, por oficio, el gobierno de Claudia Sheinbaum debe iniciar una indagatoria, por los delitos de desvío de recursos públicos en agravio de la Ciudad de México, en la gestión de Marcelo Ebrard, quien habría saqueado las arcas públicas y, sobre todo del Metro, para financiar las campañas de AMLO.

A su vez, dirigentes y legisladores de los partidos opositores –del PRI, PAN, PRD y MC–, están obligados a denunciar ante la PGR al partido Morena, a su dirigente, Mario Delgado y al presidente de los mexicanos, López Obrador, por los delitos de lavado de dinero, crimen organizado y desvío de recursos públicos.

Y de no producirse las denuncias respectivas, las investigaciones de oficio y las indagatorias correspondientes –por los delitos citados–, la sociedad mexicana y el Estado todo estarán participando en la mayor estafa de la historia mexicana.

Y es que, les guste o no a los fanáticos de López Obrador y de su gobierno, hoy los mexicanos somos testigos no sólo de la mayor ratería de la historia; sino del mayor engaño, la mayor estafa y la mayor mentira de la historia.

Sí, ratería, estafa, mentira y engaño de un político llamado López Obrador.

Al tiempo.