Ante voces a favor y voces en contra sobre el aborto, el presidente Andrés Manuel López Obrador ya dejó en claro que no es capaz de fijar una postura crítica y coherente; sólo busca “lavarse las manos” omitiendo su palabra y dejando la decisión a cargo de las mismas personas que esperan una respuesta.
Con la intención, según él, de no querer entrometerse por no polemizar con la gente, y que ésta se confronté, decidió guardar silencio y no fijar postura sobre el aborto.
“Me reservo la opinión porque no quiero polemizar, no quiero tomar partido ya hablé de que represento a todos los mexicanos y a todos les debo respeto entonces por lo pronto no me meto”, dijo el mandatario.
A cambio, López Obrador consideró que la despenalización del aborto “es un debate que no debemos abrir”, y propuso que el tema se resuelva a través de una consulta ciudadana, “para no imponer nada”.
“Cuando se tiene que decidir sobre un tema político vamos a la consulta, a la democracia”, dijo. Ante la declaración, le replicaron: “los derechos no se consultan… no es imposición, son derechos”.
Con esta acción, el presidente lo único que está haciendo es tomar una postura antidemocrática y totalitaria al querer imponer una consulta sobre derechos fundamentales como es la de libre decisión del aborto.
Si bien, al parecer al tabasqueño ya se le olvidó haberse proclamado como partidario del Estado laico, pues al permanecer prácticamente inmutable está retomando una postura condenatoria que poseen las Iglesias, es especial la Católica, siendo el aborto uno de sus principales obstáculos ideológicos.
