Nueva normalidad

Especial

El presidente Andrés Manuel López Obrador declaró este 12 de mayo que “ya vamos a regresar a la nueva normalidad”. Si bien la expresión parece una contradicción en términos, no hay realmente razón por la cual no se pueda proyectar hacia el futuro una normalidad distinta a la del pasado. Lo que sí es cuestionable es decir que vamos a “regresar” a algo que antes no existía.

El término “nueva normalidad” no lo inventaron los políticos de la Cuarta Transformación. Lo han usado los especialistas de la Organización Mundial de la Salud y lo adoptó el Gobierno español en su “Plan de transición hacia una nueva normalidad”. Hoy lo retoma el equipo de López Obrador.

Es sensato que el proceso de reactivación de la vida económica y social sea gradual y que empiece por municipios sin contagios, vecinos también de otros municipios sin contagios. Llamarles “municipios de la esperanza”, sin embargo, muestra una vez más el deseo de sacar tajada política de la crisis. Es una alusión al partido que se promueve como “la esperanza de México” y al político que se conoció como “un rayito de esperanza”.

El retorno a las actividades económicas está generando controversias no solo en México sino en el mundo entero. El condado de Los Ángeles, en California, está considerando la posibilidad de ampliar su cuarentena tres meses más, mientras que otros estados y condados en la Unión Americana están empezando ya su reapertura. Hay una fuerte disputa política en Estados Unidos entre quienes exigen ya la reapertura y quienes insisten en mantener un confinamiento forzoso.

Algunos consideran que los cierres tendrían que alargarse mucho más que tres meses. Sin una inmunidad colectiva, sin medicamentos para tratar la enfermedad y sin vacunas, no hay certeza de que el reinicio de actividades no lleve a nuevas oleadas de contagios. Hemos visto rebrotes en lugares que parecían haber vencido ya la pandemia, como Wuhan en China, Corea del Sur y Hokkaido en Japón. Sin embargo, ninguna economía del mundo puede resistir un cierre de dos o tres años. Lo mejor es ir definiendo reglas y protocolos para reiniciar actividades.

La reapertura en México se llevará a cabo gradualmente y por municipios. En principio esto parece correcto, ya que cada región tiene sus propias características y situaciones. Pero si los estados o municipios deciden no acatar el programa federal, “no habrá controversia, no vamos a pelearnos”, dijo ayer el presidente López Obrador. Esto puede llevar a una situación confusa, en que se apliquen criterios diferentes en municipios y estados con condiciones similares y se generen cuellos de botella en la economía.

La minería y la construcción deben abrirse lo antes posible: son los cimientos de muchas cadenas de producción. Por eso ha sido tan injusto que el Gobierno haya cerrado estas actividades, mientras mantenía sus propios proyectos abiertos. Por otra parte, la industria automotriz debe abrirse, aunque el mercado esté muy débil, porque no podemos romper las cadenas productivas de Norteamérica.

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Sin embargo, una cosa será ordenar la reapertura y otra muy distinta generar una reanudación inmediata de las actividades económicas. Nos acercamos a la peor crisis económica del mundo desde la Gran Depresión. Lo peor de todo es que el Gobierno mexicano no parece ni siquiera entender la tormenta que se avecina.

Sin pruebas

La realización de pruebas de Covid-19, señala la Organización Mundial de la Salud, es crucial para reabrir la economía con seguridad, pero el Gobierno mexicano está empeñado en obstaculizarlas. Este 12 de mayo el Hospital ABC comunicó a sus médicos que, por indicaciones de la Cofepris, “queda suspendida la toma de muestras para realizar la prueba SARS-CoV2, IgG, hasta nuevo aviso”.