No es nueva la relación iglesia-narco y no es fácil de resolver: Masferrer

Durante su visita a México, el Papa Francisco se ha referido al crimen organizado en repetidas ocasiones.

Este martes, durante una misa que encabezó en Morelia Michoacán, el Pontífice pidió a los sacerdotes no caer en las tentaciones de la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas y el desprecio por la dignidad de las personas. Además, los exhortó a no resignarse ante estos fenómenos.

Anteriormente, Francisco pidió a los clérigos no tener miedo a la transparencia pues “la Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa”.

Finalmente, Francisco rogó “no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia”.

Evidentemente, el Papa ha dedicado un espacio considerable a los temas relacionados con el narco. Y no es para menos. En otras ocasiones hemos documentado la cercanía que existe entre la iglesia católica y el crimen organizado, así como las presiones criminales sobre los prelados de todo el país.

En esta lógica, en La Otra Opinión platicamos con el investigador Elio Masferrer, quien ha dedicado su vida académica a profundizar el análisis de la cosa religiosa. Para el experto, la cercanía entre los criminales y los representantes de la iglesia no es nueva. De hecho, existe todo tipo de evidencias que prueban que esta relación existe desde hace años.

Los vínculos entre la jerarquía católica y la delincuencia han quedado retratados en novelas, películas, investigaciones periodísticas y en sucesos como las entrevistas entre el Nuncio Girolamo Prigione con los hermanos Arellano Félix, las denuncias del padre Gerardo Montaño quien habló de la relación estrecha entre el obispado de Tijuana y los mismos hermanos Arellano; el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en 1993 y el reconocimiento de la iglesia católica que, en 2010, publicó en su semanario que las parroquias suelen recibir dinero del narcotráfico.

Y aunque la relación entre sacerdotes y narcotraficantes no es nueva, lo cierto es que –en palabras de Masferrer– tampoco es un asunto fácil de resolver. Y es que, por donde se vea, esta colusión no sólo pone en peligro las vidas de quienes ejercen el sacerdocio, además vulnera los principios básicos de la iglesia católica como son el secreto de confesión y la posibilidad de redimir las faltas.

Por lo anterior, aunque es bien sabida la relación entre la iglesia y el crimen, aunque no se trata de un asunto nuevo y aunque muchos podrían señalar quiénes colaboran con el narco y quiénes no; lo cierto es que se trata de un asunto que difícilmente encontrará soluciones.