La muerte de Mario Vargas Llosa inundó la mayoría de las portadas de los periódicos a nivel mundial. El “escribidor” dejó una obra (novelas y ensayos) que son imprescindibles para ver la literatura mundial, no solo la latinoamericana.
El mundo en el que vivimos multiplica el odio y el rencor y se transmiten, especialmente, en las redes sociales, como un virus que nos ciega y nos hace, cada día, un poco más idiotas. No importa la obra de un creador, importa si lo odiamos o amamos desde nuestras preferencias emocionales.
La muerte del escritor generó comentarios calificándolo de fascista, de adalid de la derecha, de “lame botas” del poder; inclusive cuestionaron su relación con su tía, su sobrina y su “machismo”.
Mariana Enríquez, la gran escritora argentina, en una entrevista publicada en Tik Tok, señaló: “A mí lo que me interesa es la obra, la persona no me interesa para nada. O sea, me interesa en otro sentido. Nick Cave me interesa pero no para que me influencie, no quiero que me hable de sus discos. Yo soy recontra fan de William Burroughs, seriamente fan de William Burroughs… mató a la mujer, le pegó un tiro en la cabeza, en México y no fue preso porque tenía guita (y él lo decía), tenía guita y se zafó. Era conservador, le gustaban las armas, tenía un rollazo con el tema de su sexualidad ¿Usted sabía que se cortó un dedo y se lo mandó a un novio? Quiero decir un intenso, es una persona absolutamente imposible de estar con ella. Y no coincido con muchas de las cosas que pensaba William Burroughs en su pensamiento público, en su literatura sí, porque no es lo mismo a veces.” (Más allá del librero, 03/10/23).
Mario Vargas Llosa publicó en 1963 La Ciudad y los perros, una novela donde tomó su experiencia en el colegio militar Leoncio Prado para relatarnos la vida de varios cadetes que conviven diariamente con la violencia física e institucional. A través de tres personajes vemos cómo los jóvenes tratan de salvarse de la violencia utilizando diferentes formas de comportamiento: la imaginación y la escritura; la sumisión y la violencia (El poeta, El esclavo y El Jaguar, los personajes).
Vargas Llosa, envuelto en el boom latinoamericano, exploró el poder y las diferentes formas en que se expresa la dictadura. La Fiesta del Chivo es el acercamiento más puntual sobre la figura de un dictador (Rafael Trujillo en República Dominicana) y la forma en cómo abusó y exterminó a los opositores. Los relatos sobre las violencias ejercidas desde el poder nos recuerdan que éste, ejercido sin límites lleva a la sistemática violación de los derechos de las personas.
Muchos comunicadores recordaron a Vargas Llosa como el intelectual que, en transmisión directa por medio de la televisión abierta, afirmó que el Partido Revolucionario Institucional era la dictadura perfecta. Era 1990, el Encuentro Vuelta, organizado por la revista y la empresa Televisa pretendió ser el entierro del “socialismo, marxismo y comunismo”. Aunque no fue así.
“El caso de México, cuya democratización actual soy el primero en celebrar y aplaudir, encaja dentro de esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante. México es la dictadura perfecta”, pronunció Vargas Llosa ante la mirada del poeta Octavio Paz.
¿Por qué razón, después de sus declaraciones, Mario Vargas Llosa se ausentó del Encuentro? Acusaron a Octavio Paz, a Carlos Salinas de Gortari y hasta al entonces propietario de Televisa de pedirle que no participara más. Aún no hay claridad documentada.
Mario Vargas Llosa fue, ante todo y en primera instancia, un escritor, un escribidor que, a través de su obra, evidenció la violencia en Latinoamérica, advirtió sobre el sueño amargo del socialismo (Historia de Mayta) y afirmó la importancia de la libertad en el mundo.
En su militancia y activismo político tuvo muchos errores, asumió la defensa de luchas “políticamente incorrectas” y se rodeó de personajes que, quizá, en sus novelas tendrían lugar como villanos. Caminó desde la izquierda hasta la derecha siempre bajo las ideas del liberalismo y se equivocó.
Curiosamente, buena parte de quienes vituperan a Vargas Llosa son los mismos que exaltan a Ernesto Guevara (un psicópata revolucionario), a Francisco Villa (un violentandor de mujeres) y a decenas de escritores que exaltan a la izquierda analfabeta en el mundo y que omiten cuestionar a los Mesías que pretenden llevarnos al cielo.
Una de las novelas más impresionantes de Mario Vargas Llosa es La Guerra del fin del mundo que versa sobre una historia real ocurrida en Brasil en 1897. En la narración conocemos a personajes entrañables y detestables y, fundamentalmente, el enfrentamiento entre el poder de un movimiento religioso, integrado por desclasados tratando de restablecer los valores del Buen Jesús, y el poder económico y militar del Estado y los grupos de poder económico temerosos de la rebelión.
Vargas Llosa como todas las personas tuvo claroscuros, actos detestables y admirables. Queda su obra que será irrefutable en cuanto a su perfección, trabajo estructural, evolución de la narrativa latinoamericana y mundial, su encuentro con el lenguaje y el cuestionamiento a todas aquellas formas de limitación de la libertad de las personas.
Resulta generoso que, en México, uno de los principales periódicos que se denomina de izquierda y cuyos articulistas y columnistas cuestionaron a Vargas Llosa durante décadas, le dedicara la portada con: “Adiós a un grande de las letras.” (La Jornada, 14/04/25). Hay que rebatirlo, pero leerlo, y sobre todo, cuestionar el poder del color que sea, desde la izquierda hasta la derecha… si esos conceptos aún tienen sentido.