Mancera y AMLO pelean la misma novia

Aquellos que le conocen, aseguran que es una novia ejemplar; de lealtad probada, fidelidad indiscutible y, sobre todo, que gusta de compromisos de largo aliento.

Dicen que es una novia atractiva, de amplias formas y generosas maneras. Capaz de seducir al más exigente por su probada fortaleza y, en especial, por su gran compromiso social.

Es una novia que pudiera ser la pareja perfecta, sobre todo en tiempos de alta complejidad, como los electorales. Y es que su numeroso clan, su claque y su abundante prole suman decenas de miles; una familia multitudinaria forjada en la disciplina casi militar y que –para efectos político electorales–, es una bendición.

Dicen que no es exigente, que es autosuficiente –incluso algunos dicen que es acaudalada–, que no requiere “apapacho” en exceso y menos cortejo innecesario. Dicen que suele ser fría al momento de las decisiones cruciales, pero ardiente en sus convicciones.

Una novia con atributos ideológicos que van más allá de la geometría política y que en sus convicciones siempre llega hasta el final, sin dudar a quien deba atropellar; una novia que se acomoda lo mismo en una casa tricolor que una azul, amarilla o, incluso en la casa Morena.

Una novia de objetivos radicales, formas violentas y exigencias definitivas; una novia que sabe de negocios con el dinero público –por arriba y por debajo de la mesa–; que conoce los trucos para el acuerdo social, los pactos políticos, el chantaje económico y que –claro–, conoce las mieles del poder.

Una novia amorosa con sus iguales, seductora con sus parejas, pero ruda al extremo con sus adversarios. La traición se paga con la vida. Tierna cuando negocia a modo, pero brava –como pocas–, cuando pelea por sus principios, sus ideales y sus fanatismos.

Una novia acostumbrada al choque frontal con los más poderosos; que no mide riesgos, que apuesta en grande y siempre a la victoria, y que se juega “el todo por el todo” cuando no hay otro remedio.

Una novia que vive en la intemperie, si es necesario. Que no es exigente cuando las circunstancias lo reclaman y que, en el lado contrario, disfruta de la buena vida luego de jornadas extenuantes y meses o años de lucha.

Esa novia, con todas esas cualidades, es la que disputan Miguel Ángel Mancera y Andrés Manuel López Obrador. Y es que una novia con todas esas

virtudes es fundamental para asegurar una victoria en los tiempos electorales por venir; porque ya arrancó la disputa por el 2018.

Y no es ninguna novedad que por años el señor Andrés Manuel López Obrador ha sostenido una relación oculta –amor odio–, con esa novia que parece la pareja ideal. Y no es nuevo un amorío que aquí hemos documentado con pelos y señales.

Lo novedoso es que otros conquistadores “le han echado el ojo” a la novia ideal, hasta hoy “exclusiva” de AMLO. Y es que esa novia resulta altamente atractiva para el PRD de Alejandra Barrales y para los intereses político electorales de Miguel Ángel Mancera –en la sucesión de la Ciudad de México y en la carrera presidencial de 2018–, al grado de que el jefe de gobierno y la dirigente de los amarillos iniciaron una abierta disputa por esa novia.

Y es que el jefe de gobierno y el PRD –que en los hechos son uno solo–, pretenden arrebatar la novia política a Andrés Manuel López Obrador y, con ella, intentan llevarse todos los beneficios políticos y electorales que carga consigo una novia que cuenta con miles de leales, chaperones y hasta “espanta moscones”.

Y por eso, el pasado martes, la dirigente del PRD, Alejandra Barrales, dio a conocer que su partido trabaja con diputados y senadores para presentar al Congreso una contrarreforma educativa. Es decir, el PRD entregará en charola de plata –a la novia de AMLO–, la reforma educativa.

El propio Mancera sorprendió a propios y extraños cuando ayer expresó “toda la solidaridad” de su gobierno a las causas y exigencias magisteriales.

¿Y eso qué significa?

Que Mancera hace todo por “bajarle la novia” a López Obrador.

Esa novia codiciada y codiciosa llamada CNTE.

Al tiempo.