El pasado 1 de julio de 2018 los mexicanos salieron a las urnas para elegir al candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien a la postre sería nombrado presidente de la República, lo que muchos no contaban era que no sería el tabasqueño quien fungiría como mandatario.
Y es que con sus complicaciones de salud y su terquedad por no atender asuntos importantes de manera personal, quien ha resultado ser la imagen que en teoría debería tener Andrés Manuel ha sido el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.
El canciller mexicano se ha destacado en esta administración por su constante participación en eventos internacionales, en negociaciones con gobiernos extranjeros, por realizar el trabajo de la secretaria de Gobernación, por condenar y remitir a las autoridades a delincuentes e incluso fue quien adquirió las pipas de la estrategia antihuachicol del mandatario.
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Marcelo ha dado la cara por México ante el mundo cuando, en realidad, ese debería ser el trabajo del titular del Ejecutivo. Nadie sabe si no quiere atender los problemas del país o simplemente le dé flojera hacerlo y con ello se ha vuelto uno de los floreros más caros de la 4T.
