López-Gatell: la estrella fugaz

Especial

• No soy ni pretendo ser epidemiólogo, pero no hay una sola fuente seria que no insista en que la única forma de tener un cierto control sobre la pandemia es realizar la mayor cantidad de pruebas posibles.

La estrella del subsecretario Hugo López-Gatell se apaga en la misma medida en que abandona su vocería de la emergencia sanitaria y se adentra en el camino de la política y la propaganda. Ha pasado de ser un rockstar, según alguna revista del corazón, a revelarnos un supuesto y desconocido liderazgo en el viejo Consejo Estudiantil Universitario, a declamar poesía y, ahora, a desmentir a tres de los principales medios de comunicación del mundo que lo acusan de falsear las cifras de enfermos y muertos por COVID-19.

El viernes, en reportajes por separado, con distintos enfoques y datos, tanto el Wall Street Journal como el New York Times y el El País coincidieron en que las cifras del gobierno de México son falsas y que el número de contagiados y muertos es infinitamente mayor al informado por las autoridades y por el propio López-Gatell. Los datos que utilizan esos medios, que llegan a la misma conclusión que otros analistas nacionales, son incontrovertibles.

Para tratar de desmentir esa información, López-Gatell subió un video en el cual la mejor defensa que pudo articular fue que se trataba de un “ataque sincronizado”, algo de lo que no tiene prueba alguna. Además de que demuestra un absoluto desconocimiento sobre cómo funcionan los grandes medios de comunicación global (y estamos hablando de tres que son de referencia y que tienen, además, visiones encontradas entre sí en muchos temas, sobre todo el WSJ y el NYT).

Para desmentirlos había que mostrar cifras, tendencias, refutar lo que parece evidente. No, López-Gatell prefirió utilizar el argumento que usa su jefe cuando hay información que lo desmiente o no le gusta, y se sacó lo de ataque sincronizado y la conspiración. Para colmo, el propio López-Gatell, en esa misma intervención, terminó reconociendo que, efectivamente, hay un subregistro en el número de muertos.

Más tarde aceptó que no era posible conocer el número de contagiados y muertos, aceptando que las cifras que dan esos medios (y José NarroJulio Frenk y muchos otros) de 620 mil a 730 mil no sólo eran ciertas, sino que, incluso, se quedaban cortas.

Es la consecuencia del camino en el que se embarcó López-Gatell desde hace semanas, dejando atrás el papel de epidemiólogo en jefe para entrar en el de vocero gubernamental. Ese camino comenzó con aquella definición del presidente López Obrador como “fuerza moral, no de contagio” para justificar que el Presidente violara las mismas recomendaciones que daba su gobierno, y se fue consolidando después, con los cambios en la metodología utilizada para dar las cifras de la pandemia.

Cuando Javier Alatorre dijo aquello de que “no le crea a López-Gatell” quizás lo articuló mal, pero no se refería a no hacer caso a las recomendaciones de sana distancia y confinamiento, sino, precisamente, a que las cifras no tenían lógica, incluso entre sí. Y desde entonces la confusión ha empeorado tanto que esta misma semana estamos, según las mismas fuentes oficiales, simultáneamente en el pico de contagios y aplanado la curva de los mismos, algo imposible de conciliar.

No soy ni pretendo ser epidemiólogo, pero no hay una sola fuente seria que no insista en que la única forma de tener un cierto control sobre la pandemia, sobre todo ahora que viene una fase de relativo desconfinamiento en muchos países (incluyendo México, ante la reapertura de cadenas productivas en Estados Unidos), es realizar la mayor cantidad de pruebas posibles, para saber dónde están los posibles focos de infección y poder aislarlos. Pero el número de pruebas que ha hecho México es ridículo, el más bajo, con mucho, de todos los países de la OCDE, por eso no sabemos cómo evoluciona la enfermedad ni qué seguridades podemos tener en el proceso de reapertura.

No todo lo que ha hecho el gobierno federal en el tema de la pandemia ha estado mal. Hay medidas que pueden ser controvertidas, pero que fueron realistas, como no imponer un confinamiento obligatorio cuando no existen condiciones mínimas de vivienda para la mayoría de la
población en condiciones de cumplirlo. Pero la preparación para la pandemia fue pésima. No sólo se desecharon las pruebas masivas, sino que hoy, en pleno pico de contagios, muchos hospitales y médicos siguen clamando por equipos de protección y se siguen esperando respiradores que llegarán hasta dentro de algunas semanas. Un ejemplo claro de eso es que muchos hospitales comenzaron a atender coronavirus sin estar reconfigurados para ello, por eso el alto número de trabajadores sanitarios contagiados.

Que la semana pasada el propio Presidente la emprendiera contra los médicos privados que piensan en su ganancias y no en la salud, etc., etc., es lamentable. Son los mismos médicos que hace algunos años le salvaron la vida en un hospital privado. Son ellos los que hoy se juegan la vida atendiendo los enfermos por COVID-19.

Ante la malversación de las cifras y datos, ante las supuestas conjuras y conspiraciones, no hay mejor arma que la realidad.