¡Lo tengo! Champollion y la perseverancia para conquistar nuestros sueños

Es común que los niños tengan sueños y con el paso del tiempo los olviden. Para Jean François no fue así. Soñó con traducir los jeroglíficos egipcios de niño

¡Ya lo tengo! (Je tiens l’affaire!) Gritó entusiasmado para caer desmayado frente a los asustados ojos de su hermano Jacob Joseph, antes de poder explicar lo que había descubierto. Era Jean François Champollion quien sería considerado el padre de la egiptología. Ese día, el 14 de septiembre de 1822 (hace casi doscientos años) había logrado descifrar la escritura jeroglífica basado, principalmente, en sus estudios de la piedra de Rosetta.
Es común que los niños tengan sueños y con el paso del tiempo los olviden. Para Jean François no fue así. Soñó con traducir los jeroglíficos egipcios de niño, y a fin de conseguirlo, estudió: latín, griego, árabe, copto, hebreo, siríaco y caldeo. Su pasión por la lengua copta (lengua de la última etapa del idioma egipcio antiguo) fue tal, que tradujo al copto cuanto le fue posible y quería que fuera tan natural para él como su lengua materna. Dotado de una extraordinaria inteligencia, (y desafortunadamente, de mala salud) Champollion, el joven (como le gustaba que lo llamasen) siendo apenas un adolescente logró compilar un diccionario de copto conformado por 2000 palabras.
Cuando Ptolomeo V, en el año 196 a.C mandó inscribir un decreto que celebraba el aniversario de su coronación en una estela en basalto en tres idiomas (jeroglífico, demótico y copto), no pudo imaginar que ese texto administrativo, sería la llave para comprender el Antiguo Egipto y que un fragmento de la misma, sería el objeto más visitado en el Museo Británico en Londres. Se cree que originalmente la estela estuvo en un templo de la Ciudad de Sais y con el tiempo, fue llevada como material de construcción a la Ciudad de Rashid (o Rosetta) en el Delta del Nilo. Un fragmento de esa estela fue encontrada por soldados franceses bajo el mando del capitán francés Pierre-François Bouchard, el 19 de julio de 1799 y llevada posteriormente a El Cairo. Con el triunfo de las tropas británicas sobre las francesas en Egipto en 1801, la piedra de Rosetta pasó a manos inglesas y desde 1802 el Museo Británico es su morada. Por ser el primer documento encontrado en tres idiomas, de inmediato despertó fascinación por las posibilidades de poder descifrar la escritura egipcia.
¿Por qué estaba en tres idiomas? Es importante recordar que en el año 332 a.C. Alejandro Magno conquistó Egipto. Tras su muerte, su general Ptolomeo I (y posteriormente sus descendientes) gobernaron Egipto. En ese periodo las culturas griegas y egipcia se fusionaron o coexistieron. El griego era el idioma oficial de la corte, mientras que los jeroglíficos siguieron reservados para los sacerdotes y el demótico era utilizado cotidianamente.
Previo al descubrimiento de Champollión, otros académicos como J. H. Åkerblad y Sylvestre de Sacy habían hecho importantes contribuciones a la comprensión de la escritura egipcia, especialmente la escritura demótica. Basado en esas contribuciones, el erudito inglés Thomas Young pudo comparar los signos jeroglíficos dentro de los cartuchos con los nombres reales, que aparecían en el texto en griego y concluyó que ciertos signos eran fonéticos.
Champollion había realizado importantes progresos en sus estudios de los signos jeroglíficos. Primero, al demostrar que la escritura hierática era una forma simple de escribir los jeroglíficos. Logró componer una tabla con signos hieráticos, demóticos y jeroglíficos. Ahí cayo en cuenta que haba letras que podían sonar igual pero se escribían diferente.
Comenzó por descifrar los nombres de los faraones griegos como Cleopatra, Alejandro o Ptolomeo. Al estudiar un texto del templo de Abú Simbel, Champollion vio un nombre de un rey en un cartucho que no era familiar. Logró descifrar los dos últimos signos como “M” y dos “S” pero le faltaba el primero un signo que tenía la forma de un sol. Entonces pensó que ese sol podría representar a Re (nombre del sol en copto) con lo que tendría el nombre de Re-m-ss. Comparándola con la lista de los Reyes del sacerdote Manetón, descubrió que se trataba del nombre del faraón Ramsés II (o Rameses) y comprendió que la escritura jeroglífica egipcia era una combinación de signos fonéticos e ideográficos.
Tan sólo 13 días después de su desmayo, el 27 de septiembre de 1822, Champollión envió una carta al secretario de la Academia de Inscripciones de París, Bon-Joseph Dacier, para presentar su descubrimiento formalmente. Texto que se conoce como: Carta para M. Dacier relativa al alfabeto fonético jeroglífico utilizado por los egipcios.
Él éxito no llega exento de sinsabores y Jean François Champollión no fue la excepción. Algunos no creyeron la veracidad de sus afirmaciones y otros, como Thomas Young, lo acusaron de plagio. Él siguió trabajando y en 1824 presentó un estudio más completo: Précis du système hiéroglyphique des anciens Égyptiens (Resumen del sistema jeroglífico de los antiguos egipcios).
Champollion murió a los 41 años, en 1832, en París. Su hermano, Jacques-Joseph como homenaje póstumo, logró terminar y editar su última obra la Gramática egipcia, en 1836.
A casi doscientos años de tan celebre descubrimiento, además de admirar su clara inteligencia que permitió al mundo entender la grandeza del Antiguo Egipto, mucho podemos aprender de Champollion. Es importante recordar que sólo con la perseverancia podemos conquistar nuestros sueños. Y para dar el justo reconocimiento a Young, Sacy o Åkerblad, también es importante recordar que no vamos solos en este camino, necesitamos de los demás, y que siempre, es pertinente dar el debido crédito.
“No te desanimes con el texto egipcio; este es el momento para aplicar el precepto de Horacio: una letra te llevará a una palabra, una palabra a una frase y una frase a todo el resto, ya que todo está más o menos contenido en una simple letra. Continúa trabajando hasta que puedas ver tu trabajo por ti mismo”. –Champollion
Feliz domingo a todos. Gracias por leerme. 
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