Le apagan el micrófono por misógino

Para el lingüista y escritor J.M. Coetzee, ignorar es una palabra interesante pues en español tiene dos acepciones: la primera es no saber y la segunda es saber y pretender que no se sabe.

Como menciona Elvira Liceaga en “¿Censuras buenas?¿Censuras malas?” –su texto más reciente publicado en Letras Libres–; “para Coetzee ha sido intolerable la experiencia de escribir sin conseguir ignorar al censor y tener que leer dos veces cada página: primero a través mis propios ojos y luego a través de los ojos del censor”.

El comentario viene a cuenta porque, con alguna frecuencia, la figura del censor es igualada con términos como la represión, el abuso, el exceso y la tiranía.

No obstante, como plantea Liceaga en su escrito, algunos preguntan si es que existen censuras buenas y censuras malas. Es decir, que hay quienes sugieren que, en ocasiones, una variante de la censura es bien vista y hasta necesaria.

El mejor ejemplo de lo anterior lo encontramos en Sergio Romano –comunicador de Telemax–, quien fue sacado del aire luego que emitió comentarios –a título personal–, en los que insultó a una maestra de primaria exhibida en traje de baño, bailando reggaetón en sus vacaciones de Semana Santa, en Los Cabos. Cabe señalar que tras la difusión del video, la profesora fue despedida por “inmoral”.

Sin embargo, para Romano, el despido parecía insuficiente. Acaso por eso, el conductor aseguró que él la mandaría matar por “vulgar”, “grotesca” e “hipersexuada”.

Para sorpresa de nadie, las polémicas declaraciones del conductor del Telemax despertaron la indignación de los usuarios de redes sociales; quienes calificaron los comentarios de “misóginos”, “retrógradas”, “machistas”, “amenazantes” y “vergonzosos”.

Pero el caso fue más allá de las redes sociales.

Además de que Telemax despidió al conductor, el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Radio y la Televisión (Stirt), consideró inadmisible la postura de Romano pues el conductor transgredió y afectó la posición de la mujer de forma general y particular, “con el agravante de hacer apología del delito”.

En esa lógica, el Stirt canceló la licencia de transmisión de Romano y revocó la autorización para que este individuo pudiera trabajar en otros medios electrónicos, en la radio y en la televisión.

A todas luces, Romano insultó a una profesora de primaria por el hecho de bailar. Y aunque no faltaron los que defendieron la “libre expresión” del conductor; no sobra retomar el texto de Elvira Liceaga, quien presenta la duda, ¿será que existen las censuras buenas? ¿existen las censuras malas? ¿hay forma de justificar la apología a la violencia de este individuo? ¿acaso las libertades –como la de expresión–, conocen límites? Aquí creemos que sí.