La soledad de Anaya

La idea del Frente PAN-PRD-MC era muy buena, pero su mayor dificultad pasaba por una elección consensuada de su candidato y que permitiera mantener la unidad en las fuerzas políticas que la integraban. No fue así, desde el inicio se estableció un acuerdo en la cúpula entre Ricardo AnayaAlejandra Barrales y Dante Delgado que llevaría a Ricardo a la candidatura presidencial, a Alejandra a la de la Ciudad de México, mientras que Delgado se quedaría con Jalisco (que en realidad es de Enrique Alfaro) y con una promesa, que se le hizo también a otros, de encabezar el gabinete en el caso de que Ricardo ganara las elecciones.

Hoy comenzamos marzo y cuando faltan exactamente cuatro meses para las elecciones, resulta que Anaya está en medio de un debate sobre su patrimonio, a la defensiva, e incluso ha surgido, sin que, hasta ahora, sea ni remotamente mayoritario, el rumor de que puede ser sustituido como candidato, de acuerdo a cómo evolucionen los casos en los que está, supuestamente, involucrado. Es el huevo de la serpiente.

Ayer decíamos que Ricardo se encontraba ante una tormenta perfecta: las acusaciones que evolucionarán en muy buena medida a partir de lo que declare Barreiro; las diferencias internas en su partido que se catalizarán con la aparición de Margarita Zavala en la boleta y la creciente distancia de distintos dirigentes perredistas, particularmente Miguel Mancera con Anaya.

No deja de ser notable que, salvo su círculo cercano, no hayan salido en defensa de Anaya, por las acusaciones de corrupción, casi ninguno de los grandes actores panistas, comenzando por los gobernadores. Ni uno solo salió públicamente en su defensa. Tampoco,lo hicieron los “intelectuales” que el Frente acomodó en su entorno, desde Denise Dresser hasta Jorge Castañeda. Muchos han dicho que el Estado le cargó la mano a Anaya y puede ser cierto, pero lo notable es que no se defienda de las acusaciones. En otras palabras, puede ser que el Estado le haya cargado la mano a Anaya, pero la pregunta es si es responsable o no de los delitos que se lo acusa. Y en ese terreno nadie mete las manos al fuego por el candidato, salvo, insistimos, su círculo más cercano (que, incluso, en entrevistas, cuando son interrogados sobre el tema, como ocurre con Damián Zepeda, se apresuran a hacer denuncias contra otros actores políticos, pero no contestan sobre la acusación en particular que pesa sobre su jefe).

Como bien escribió Juan Ignacio Zavala ayer, la impresión es que Anaya está solo. En buena medida porque solo se apropió del grupo parlamentario del PAN, más tarde del partido y de la candidatura, quitando a todos de su camino. Llegó a la candidatura presidencial con fuerza, pero sin acuerdos y con una larga lista de enemigos, internos y externos. En su propio partido, los verdaderos pesos pesados del PAN no aparecen en su equipo o entorno, salvo Diego Fernández de Cevallos y Santiago CreelMarco Adame, en un nivel menor. Si vemos por el contrario la lista de los panistas que han roto en el camino con Anaya es interminable e implica personajes que conservan poder e influencia, comenzando con los expresidentes Fox y Calderón, buena parte de quienes fueron parte de sus gabinetes; Margarita y Moreno Valle, una fuera del partido, el otro dentro, pero disconforme, los senadores rebeldes que toman sus propios rumbos, pero todos ubicados en contra de AnayaGabriela Cuevas y Germán Martínez, repentinamente convertidos al morenismo.

Entre los aliados no es diferente. Hace unos días me decía Juan Zepeda que había que hacer algo para que el perredismo recibiera con entusiasmo a Anayaporque no lograba hacer conexión con la militancia del sol azteca. Ése es un hecho evidente, incluso los dirigentes del PRD ante las denuncias se han limitado a decir que no creen en las mismas, pero que, en última instancia, decida la justicia. En otras palabras, ninguno de ellos mete las manos en el fuego por un candidato que muchos no consideran suyo. La creciente distancia con Manceratampoco le ayuda en ese sentido.

El problema es de fondo. El Frente era una buena idea si se encontraba un candidato que sintetizara fuerzas, que las uniera. No iba a ser viable sin un perfil ciudadano que lo encabezaba. Tampoco si no se encontraba ese perfil, si se optaba por la designación de un candidato partidario sin tomar en cuenta la militancia ni de ese partido ni de sus coaligados. Rechazar el proceso interno (que podría haber sido tan terso como lo fue el de la candidatura capitalina en el cual se confirmó a Alejandra Barrales) fue un error estratégico que propició la ruptura de Margarita (probablemente porque en un proceso abierto le hubiera ganado a Anaya) e indirectamente también la de Moreno Valle y Mancera, los otros que aspiraban a participar.

¿Puede salir de esta Anaya? Por supuesto, faltan cuatro meses para las elecciones y muchas cosas pueden pasar. Pero, por lo pronto, debe asumir que para hacerlo, hoy, aparentemente, está solo, rodeado de enemigos internos y externos y que ya hay quienes están pensando, con verosimilitud o no, en que quizás se equivocaron de candidato y hay que buscar otro.