LA INTERTIDUMBRE

Por algo decía León Tolstoy que “todos pensamos en cambiar al mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.

El otro día, una amiga me comentaba que no soporta la incertidumbre. Ella quisiera tener certezas en varios temas sentimentales, lo cual es imposible. Esta incertidumbre le ocasiona angustia y depresión. No está sola. Todos los seres humanos tratamos de evitar la incertidumbre. Nos gusta planear y saber lo que va a pasar.

Si vamos a salir de viaje, generalmente hacemos reservaciones para tener la certeza de dónde pasaremos la noche o a dónde vamos a comer. Las pequeñas certezas de la vida nos dan tranquilidad. El cerebro humano equipara la incertidumbre con el peligro. Si tu mente no sabe qué es lo que espera a la vuelta de la esquina, no puede mantenerte fuera de peligro, lo cual es indispensable para sobrevivir.

Lo conocido nos hace sentir seguros y en control de las situaciones. Lo cierto es que poco podemos controlar de lo que nos sucede. Podemos (aunque es más fácil decirlo que hacerlo) controlar nuestra reacción a lo que sucede. Podemos decidir engancharnos en un problema, victimizarnos y buscar culpables; o bien podemos buscar soluciones y pasar a a otra cosa.

Por algo decía León Tolstoy que “todos pensamos en cambiar al mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”. Sabio consejo porque finalmente es lo único que podemos cambiar.

Por ejemplo, no podemos evitar que haya más personas en la fila del banco o de dónde vayamos, pero sí podemos elegir la actitud con la que esperamos en la fila. Esta pequeña decisión de lo que sí podemos controlar, es un regalo para nosotros mismos. No podemos controlar la pandemia, pero podemos elegir cuidarnos y buscar la mejor manera de pasarla, dejando a un lado la negatividad y frustración.

Paradójicamente, mientras tratamos de buscar certezas y certidumbre más miedo sentimos. Nos consume la ansiedad mientras tratamos de tener respuestas. La seguridad es muy positiva, pero no garantiza la felicidad. Podemos estar seguros dentro de nuestra casa, pero eso no nos asegura que nos sintamos felices. Es necesario tener cuidado, ya que la búsqueda de seguridad puede convertirse en una prisión con barrotes de miedo que nos impida crecer, cambiar y tratar de alcanzar nuestra metas.

A pesar de que nos esforzamos, muchas veces las cosas no saldrán como lo planeamos. Sucederá justo eso que no queremos que suceda. Necesitamos desarrollar una tolerancia a la incertidumbre y aprender a abrazar los sucesos inesperados.

Cuando enfrentamos a la incertidumbre, es conveniente concentrarnos en las cosas que sí podemos controlar: elegir comer saludable, hacer ejercicio, meditar en un rato y esforzarnos por desterrar el mal humor.  Son las pequeñas certezas que podemos tener y a esas sí podemos aferrarnos.

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