“LA FUENTE DEL FAUNO, CASINO AGUA CALIENTE, TIJUANA” 

Aprovechando que es puente, cedo mi espacio a la Fuente del Fauno, para que nos cuente su historia…
Buen domingo a todos.
Quizá pocos me conozcan. Tengo que reconocer que no me encuentro en buen estado, pero soy una fuente muy especial y quiero contarles mi historia.
Me colocaron frente a la puerta principal de uno de los hoteles más lujosos y famosos de su época: el Hotel Agua Caliente, en Tijuana. Recuerdo al arquitecto Wayne Mc Allister corriendo de un de un lado al otro.
Con apenas diecinueve años, tenía buenas razones para estar nervioso: había diseñado un lugar que no tendría rival en el mundo; salvo; quizá, el Casino de Monte Carlo. Supongo que por su juventud, Mc Allister se permitió soñar y creó un oasis para el descanso y diversión. Con esmero, diseñó un lujoso casino, hotel, bungalows, alberca, spa con aguas termales, (de ahí el nombre “Agua Caliente”) canchas de tenis y por supuesto, no podía faltar una pista de aterrizaje para los visitantes distinguidos.
Cerca de ahí se construiría el Hipódromo y un Club de Golf. Un lugar así tenía que ser único, por ello Mc Allister pensó en un conjunto con influencias de la arquitectura mudéjar, californiana y el estilo colonial mexicano.
Nada escatimaron los constructores para la construcción del Hotel Agua Caliente en Tijuana. ¡Qué bullicio! Los trabajadores cargaban mármoles, maderas finas, piezas de porcelana y azulejos italianos. Ingenioso, el joven Mc Allister revistió la chimenea de la caldera como un minarete que le daba un toque exótico y podía verse de casi todo el complejo. Puso también una Torre que sirviera a los visitantes como punto de referencia.
A mi, la Fuente del Fauno, Wayne decidió darme un lugar preponderante, justo en la entrada. Me recubrió con azulejos, me dio tres desniveles que remató con la escultura de un Fauno. Estaba diseñada para causar una gran impresión y eso hice.
Desde la inauguración del complejo, en julio de 1928, era yo, quien daba la bienvenida a los visitantes del Hotel Agua Caliente en Tijuana que a tan solo seis kilómetros de la frontera, fue para muchos un oasis durante la época en que en los Estados Unidos estaba prohibida la venta de alcohol y el juego.
Las grandes luminarias de Hollywood se enamoraron rápidamente del lugar. Recuerdo las visitas de Errol Flynn, Stan Laurel y Oliver Hardy, Dolores del Río, quien por cierto filmó aquí, la película “In Caliente”. Fui yo, quien le dio la bienvenida al mismísimo Al Capone y también Bugsy Seagal, quien se inspiraría en el lujoso complejo para crear otro oasis: Las Vegas.
Recibí gustosa a una joven de nombre Margarita Cancino. Su suerte cambió cuando un productor de Fox la vio bailar aquí, en el Patio Andaluz, y poco tiempo después el mundo la conocería como Rita Hayworth.
Las risas empezaban temprano y se escuchaban casi hasta el amanecer. Yo miraba a los huéspedes entrar a probar su suerte el casino. Ahí, el tiempo se detenía, no existían relojes ni ventanas. Algunos salían contentos canturreando mientras se dirigían a los bungalows por unas pequeñas callejuelas, que proporcionaban privacidad de miradas intrusas. Otros, abandonaban el lugar de mal humor. ¡Qué tiempos aquellos!
Douglas Fairbanks venía a las carreras de caballos, Charles Chaplin y James Mason lo acompañaban. Los Hermanos Marx, Johnny Weissmuler y Lupe Vélez eran asiduos al Salón de Oro. Bing Crosby saludaba a Clark Gable cuando se topaban en el comedor o en salón de baile. No había otro lugar como el Hotel Agua Caliente en Tijuana para dejarse ver y ser visto.
Debo confesarles que no todo fueron risas. Vivimos también historias trágicas, como la de La Faraona, una hermosa cantante que murió envenenada. Algunos dicen que fue un suicidio, otros que la mató su amante cuando se cansó de ella. Los días de lujo y fiesta no durarían para siempre.
La prohibición en Estados Unidos terminó, abrieron hipódromos en ese país y las estrellas de Hollywood dejaron de venir. En 1935 el entonces presidente Lázaro Cárdenas cerró el casino y decidió que fuese una escuela pública. Hubo varias adecuaciones para ello: los bungalows fueron dados a los maestros como vivienda, en los salones de juego se instaló la biblioteca, el hotel pasó a ser dormitorio para los estudiantes que llegaban de fuera.
Durante años, algunos se sentaban durante los recesos en mi orilla para revisar sus notas o simplemente descansar. Me confiaban sus sueños, escuchaba sus problemas y silenciosamente trataba de consolarlos cuando llegaban con el corazón roto.
No puedo olvidar el incendio dañó la Torre y la angustia que viví al saber que el símbolo del casino se perdería para siempre. Años después la reconstruirían al inicio del Bulevar Agua Caliente. Con el tiempo, otro incendio dañó el salón de oro del casino. Algunos dicen que el incendio fue una idea del entonces gobernador para borrar la mala imagen de la ciudad.
Esa historia, al igual que la leyenda de los túneles que dicen existen bajo el casino, por los que Al Capone llevaba el licor a Estados Unidos, nunca ha podido ser comprobada. En la década de los setenta demolieron gran parte del edificio y las partes que habían sobrevivido, como la alberca, se deterioraron.
Hoy, me llena de orgullo que Escuela Preparatoria Federal Lazaro Cárdenas sea una de las mejores del país. La suntuosa alberca fue remodelada hace pocos años. Desafortunadamente, para protegerme me pusieron dentro de una reja, pero los estudiantes ya no pueden sentarse aquí. Me faltan varios azulejos y el Fauno, del que me sentí tan orgullosa, poco queda. ¡Me siento tan sola!
Mi única compañía es el fantasma de La Faraona, que viene a visitarme por las noches. Llega siempre hermosa con su impecable bata blanca bordada de perlas. Juntos, en la oscuridad de la noche, recordamos las épocas del casino, las fiestas, las risas y tantos secretos que ambos conocemos y callamos.

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