El Papa descubrió el agua tibia

El Papa Francisco descubrió el agua tibia. Este viernes, el Sumo Pontífice reconoció –ante jóvenes kenianos–, que en el Vaticano existen prácticas de corrupción.

¿A quién sorprende esta declaración?

En efecto, a nadie.

Sobre todo, si recordamos que hace semanas, se hizo pública la detención de dos personas involucradas en una investigación sobre robo y filtración de documentos confidenciales.

Por si lo anterior no basta, también se publicó el controversial libro Merchants in the Temple, escrito por el periodista italiano Gianluigi Nuzzi. En el texto –basado en archivos privados y oficiales–, se documentan pérdidas millonarias en ingresos por alquileres, robo de facturas de la Santa Sede y nombres de sacerdotes relacionados con malos manejos administrativos y financieros.

Hace poco más de un mes, estos asuntos se encontraban en boca de todos. Aun así, el Sumo Pontífice recientemente aceptó que en el Vaticano también se cuecen habas. Que en el Vaticano también hay trampas.

¿Será acaso que Francisco olvidó el escándalo conocido como Vatileaks en 2012? ¿De plano ya no se acuerda de los motivos por los que, dicen, renunció su antecesor, Benedicto XVI? ¿Por qué antes no dijo nada? ¿Por qué calló tanto tiempo?