¿EL MÁS CRITICADO O EL PEOR PRESIDENTE?

Otra vez lloriquea en su “mañanera” y “se tira al piso”, en uno más de los montaje de víctima incomprendida

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Especial

Otra vez “la burra al trigo”.

De nuevo el presidente mexicano se queja de que el suyo es el gobierno más criticado, dentro y fuera de nuestro país.

Otra vez lloriquea en su “mañanera” y “se tira al piso”, en uno más de los montaje de víctima incomprendida.

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Pero también de nueva cuenta nos regala un retrato de cuerpo completo de su pulsión dictatorial; imagen que lo exhibe como intolerante no sólo a la crítica sino a los datos duros de una realidad que lo confirman como el peor presidente de la historia.

Pero primero los invito a responder las siguientes preguntas:

1.- ¿A cuántos ciudadanos “arrepentidos de votar” por López Obrador conocen?

Posiblemente son muchos.

  2.- ¿A cuántos mexicanos “arrepentidos de no votar” por López Obrador conocen?

Seguramente no conocen uno solo.

3.- ¿Pueden enumerar “un acierto” o “una sola promesa cumplida” por el gobierno del presidente López Obrador?

Seguramente les costará trabajo encontrar un solo acierto.

Era importante arrancar con ese trío de interrogantes porque detrás de los detonantes de la crítica y/o del aplauso a toda gestión de gobierno están la falla o el acierto en el ejercicio del poder. Eso que los científicos sociales conocen como “eficacia de gestión”.

Dicho de otro modo –y a partir de la génesis de la Tercera Ley de Newton–: a todo acierto de gobierno corresponde un aplauso ciudadano, mientras que a toda falla, desacierto o mentira presidencial corresponde una crítica y hasta el repudio social al mandatario.

Es decir, que López se ha ganado a pulso la crítica y hasta el repudio social, como resultado de su mal gobierno, sus mentiras, su alianza criminal y su golpeteo contra la democracia.

Y también por eso volvemos a las preguntas iniciales.

¿Por qué “son muchos los arrepentidos de votar” por López Obrador?

Todos conocen la respuesta, porque son muchos los decepcionados por el deplorable desempeño del presidente mexicano; incluso para la mayoría de ellos el de López es el peor gobierno de la historia.

¿Por qué “no existe un solo mexicano arrepentido de no votar” por López Obrador?

Porque cada día los hechos prueban y hasta gritan que fue un error, un desacierto y hasta un suicidio el voto por AMLO, el actual presidente. 

Y si bien los hechos gritan a lo largo y ancho del país todos los dislates presidenciales, también es cierto que no todos los ciudadanos quieren escuchar tales gritos de la realidad. Muchos son ciegos y sordos por voluntad propia. 

Pero es tal el fracaso de la mal llamada Cuarta Transformación que resulta casi imposible encontrar un acierto del gobierno de AMLO.

En pocas palabras, si el de Obrador es el gobierno más cuestionado, sin dudas que esa crítica es producto de la gestión menos eficiente, la más desastrosa, más corrupta y más mentirosa.

Pero esa es sólo una parte de la ecuación.

Dice el presidente que a pesar de que el suyo es el gobierno más criticado, “no hay represión”.

¿De qué está hablando? ¿Acaso López cree que la crítica es una concesión graciosa de su dictadura y que los mandantes debemos arrodillarnos para dar gracias porque no reprime a los críticos y opositores?

De nuevo vamos por partes.

Primero, López Obrador olvida, ignora o de plano pretende engañar a los ciudadanos cuando omite que la crítica –la misma que el brillante opositor López ejerció a plenitud–, es “la joya de la corona” en toda democracia que se respete.

Es decir, que la crítica y los críticos no sólo son esenciales en toda gestión de gobierno democrático, sino que crítica y críticos son parte consustancial al ejercicio del poder.

Y es que si en una democracia representativa –como la mexicana–, los ciudadanos son los mandantes –aquellos que le dan el mandato al presidente–, y si López Obrador es el mandatario, entonces los críticos son ciudadanos especializados en observar y pulsar el ejercicio de gobierno y están obligados a comparar su eficacia o ineficacia a favor de la sociedad toda.

Pero solo corresponde a los ciudadanos –sí y sólo sí–, confiar o no en los críticos; seleccionar a los que mejor realizan la crítica; confiar en aquellos que no tienen más interés que aportar al ciudadano el dato duro sobre el éxito y/o el fracaso de tal o cual gobierno.

Segundo, López también olvida que la represión a la crítica se llama “censura” y que la represión oficial es censura oficial.

Pero López también oculta que su gobierno es uno de los que más ha censurado y que sigue censurando a los críticos y la crítica.

Sí, el presidente puede hacer todos los montajes que quiera para victimizarse, pero lo cierto es que desde Palacio el propio López ordena censurar a la mayoría de los medios y de los periodistas críticos. Y las pruebas de tal censura están a la vista de todos.

Por eso sólo es posible contar con los dedos de una mano a los llamados medios nacionales que son independientes y críticos: los diarios El Universal y Reforma… además de un puñado de espacios digitales.

Y sólo esos medios en la prensa mexicana, en tanto que cada día son más los medios extranjeros críticos de la estulticia de Obrador.

Y, tercero, el mandatario omite que todas las organizaciones serias que defienden los derechos humanos y el trabajo periodístico –además de la ONU–, consideran a México como el país más peligroso para el desempeño del periodismo y de la crítica.

Y ese nada honroso primer lugar de la violencia contra medios y periodistas es producto de la violencia criminal creciente en la gestión de AMLO; una gestión que –en el extremo del cinismo–, pregona su alianza con el crimen organizado.

Gobierno en el que se han reportado 60 periodistas muertos, de los cuales, todos los presuntos responsables siguen impunes. Sí, impunidad oficial a favor de los “mata-periodistas”, que estimula el más cuestionable de los extremos de la censura; el silencio de los críticos mediante las balas.

Lo cierto, al final de cuentas, es que el gobierno de López Obrador puede seguir estimulando la censura y el crimen contra periodistas, pero no podrá callar a cien millones de voces que tarde o temprano lo llevarán a juicio.

Al tiempo.