¡LOS ILEGALES: ADÁN, CLAUDIA Y MARCELO!

¿De verdad nadie sabía que todos incurrieron en un ilegal y grosero acto anticipado de campaña, sancionado con la inhabilitación electoral?

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Especial

¿Cuánto costó el magno acto proselitista de Morena en el estado de México, del domingo 12 de junio?

¿Quién pagó el acarreo, el desplazamiento en aviones comerciales y privados de la primera plana de Morena; gobernadores, legisladores, secretarios de Estado y todo el “boato” del arranque de la carrera presidencial?

¿Por qué no le importó a nadie –al presidente del partido, a políticos, legisladores y, sobre todo a los precandidatos–, que se trató de una grosera violación constitucional?

¿De verdad nadie sabía que todos incurrieron en un ilegal y grosero acto anticipado de campaña, sancionado con la inhabilitación electoral?

¿Nadie se percató de que, además, se trató de la ilegal promoción personalizada, que prohíbe la ley electoral?

¿En serio, ninguno de los presidenciables de Morena, sabía que todos incurrieron en la figura del uso indebido de recursos públicos?

¿Nadie les dijo a los presidenciables de Palacio que una violación legal de esa magnitud -con un árbitro electoral saludable–, cancelaría toda posibilidad de participar en la contienda presidencial del 2024?

¿Se atreverán el INE y el Tribunal Electoral, a sancionar a los ilegales aspirantes presidenciales de Morena?

Entre muchas otras, las anteriores interrogantes son la “comidilla” en “comederos” y “tertulias” de la política y el poder, en donde se especula que se pudo tratar de una inhabilitación deliberada, ordenada desde Palacio.   

Lo cierto, más allá de especulaciones y del “juego de espejos”, es que a dos años de distancia de la elección presidencial del 2024 –y a los ojos de todos–, los candidatos presidenciales de Morena son los mayores violadores no sólo de las normas electorales sino, sobre todo, de la propia Constitución.

Como queda claro, nos referimos a los ilegales Adán Augusto López, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, quienes en el magno evento de Morena –del domingo 12 de junio del 2022–, confirmaron a todos los mexicanos que en julio del 2024 veremos uno de los mayores fraudes de Estado de la historia. 

Pero tampoco se trata de novedad alguna. ¿Por qué?

Porque también es cierto que desde la llegada a sus respectivos cargos, los ungidos se convirtieron –por la gracia de Palacio-, en presidenciables.

Incluso, el nombramiento de “precandidatos” lo impuso el propio López quien, pedestre como es su costumbre, los bautizó como “las corcholatas”.

Por eso, desde entonces arrancó una desaforada carrera no sólo por la sucesión presidencial sino por ganar el favor de Palacio, lo que obligó a “los elegidos” a una mutación impensable.

Si, Adán, Claudia y Marcelo dejaron de pensar y caminar por su propio pie –como cualquier ser humano–, para mudar a la motricidad de los reptiles.  

Es decir, que la fea condición de lacayos presidenciales –y al mismo tiempo aspirantes a suceder al rey de Palacio–, llevó a Adán, Claudia y Marcelo a una competencia paralela; acaso la más lamentable.

Compiten por aparecer como los más abyecto de Palacio; pelean por ser los más incondicionales y disputan el título de más serviles y más arrastran.

Y es que, en los hechos, no existe límite para la incondicionalidad, el servilismo, la abyección y el arte de arrastrarse.

También por eso –y siempre a la vista de todos–, desde el arranque de sus encargos en el gabinete federal y en la jefatura de la capital del país, los elegidos han incurrido en reiterados actos electorales ilegales.

Es decir, que para los más aventajados sucesores de López, como Adán Augusto López, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, no hay ley que valga, tampoco regla que los someta y menos normas constitucionales que deban respetar, en la carrera frenética por el poder.

De esa manera, resulta que, en los hechos, a Adán, Claudia y Marcelo nada les importa su cargo en el servicio público, frente a la delirante obsesión del poder absoluto.

Peor aún, olvidaron el espíritu del servicio público y –en cambio–, sólo se sirven del dinero público para sus objetivos de poder y dinero.

Por eso, en los previos a la contienda electoral del 2021, era común ver a la señora Sheinbaum y al señor Ebrard en actos proselitistas de candidatos a gobernadores; campañas que en realidad era para promover, de manera personalizada, sus aspiraciones presidenciales.

Pero el descaro de los actos anticipados de campaña fue total en los previos a las elecciones de junio del 2022, en donde las campañas no eran de los aspirantes a gobernadores sino de los aspirantes Adán, Claudia y Marcelo.

¿Y por qué en ese orden de prelación?

Elemental, porque también en la irresponsabilidad pública y política existe jerarquía. Es decir, resulta que Adán Augusto López, el secretario de Gobernación, es el más irresponsable de todos los presidenciables de Palacio.

¿Por qué?

Porque, por pura casualidad, Adán es el encargado de la gobernanza y la gobernabilidad del país; es el jefe del gabinete presidencial y es el encargado de tejer y destejer el diálogo y los acuerdos con la sociedad y, sobre todo, con los opositores.

Pero la ambición de poder de Adán lo cegó y lo llevó a olvidar sus encomiendas fundamentales, al extremo de preferir la popularidad antes que la entrega de resultados.

Luego sigue la tiranía de la jefa de gobierno.

Sí, la señora Claudia es capaz de todo; de mentir, engañar, reprimir ciudadanos y… hasta quemar las pruebas de su culpa en la L-12M.

Claudia es peor que Díaz Ordaz en el arte de perseguir y llevar presos a opositores, además de robar sin freno; todo ello sin contar con la certeza de que vivimos el peor gobierno de la capital del país, fracaso que le arrebatará la posibilidad de ser “la señora presidenta”.

Y al final aparece Marcelo Ebrard, el más servil de los lacayos de Palacio; el que menos camina ya que es el que más se arrastra y el que más aprendió a tragar sapos y serpientes, con tal de ser el elegido.

La tragedia Azteca, sin embargo, es que ninguno de “los ilegales” Adán, Claudia y Marcelo, llegarán al final de la carrera.

¿Por qué?

Porque López Obrador siempre tiene una sorpresa bajo la manga.

¿Lo dudan?

Al tiempo.