El gobierno de México no habría podido imponer la agenda al Papa

Hace un par de horas, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong aseguró que el Papa Francisco visitó los lugares que él quiso, que dijo lo que quiso decir y que en ningún momento existió la intención –o la posibilidad–, de “tirar línea” en sus discursos.

Las palabras de Osorio llegan luego que los familiares de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa aseguraron que existía una intención deliberada por evitar que se reunieran con Francisco.

Sin embargo, lo que estos vividores de la protesta olvidan es:

Uno. Que como dijo el titular de la Segob, el gobierno mexicano no está en la posición de censurar al Papa.

Dos. Que en los actos públicos de Ciudad Juárez –como documentó el Diario La Razón–, los familiares de los 43 tenían asientos en primera fila pero ellos negaron la invitación.

Tres. Que el mismo Papa argumentó que no aceptó verlos debido a los pleitos que existen al interior de su movimiento.

Y cuatro. Que el Vaticano es, quizá, uno de los Estados más exigentes y más complicados para negociar. Es decir, que la Santa Sede suele ser quien imponga sus condiciones, quien decide qué hace y cómo lo hace; quien marca la pauta.

En esta lógica, se confirma que los parientes de los 43 entregan al mundo los estertores de un movimiento que agoniza. Acaso por eso, recurren al chantaje, al engaño y a la fantasía.