Disiento

La justicia es el respeto al mérito. Siempre son injustos    los que escuchan al servil sin interrogar al digno.

                José Ingenieros

 

Disentir del poderoso, más que un derecho, es un privilegio que nos obliga y un compromiso si se sustenta en razones y se hace de buena fe.

Estoy convencido que, además de las dañinas consecuencias de las decisiones de Andrés Manuel López Obrador, se está causando un grave deterioro a la institución presidencial. A la ya grave carga de falta de autoridad moral, ahora se añade la frivolidad y el relajo.

Andrés Manuel López Obrador, cada vez más enigmático, con actitudes que desconciertan y confunden, sin sentido e irresponsables, me hizo recordar a nuestro paisano Carlos A. Madrazo: “El individuo transmutado en elemento primario, merced al contagio de la naturaleza en sus aspectos agresivos. No es la selva convertida en pueblo, sino en turba desencadenada por las veredas y en facciones detentadoras del mando, sujetas a un solo programa: usufructuarlo como consecuencia de su actitud para imponer el derecho de la fuerza”.

Tarea de todos los días es sacudir con algo a la opinión nacional. Ningún otro asunto, por trascendente que sea, debe distraer al pueblo de México de las palabras presidenciales.

Hay que abrumarlo desde las primeras horas del día con noticias espectaculares y efectivistas, en lugar de hacer llamados a la reflexión y al discernimiento. Lo importante es, como dijera el memorable Luis González y González, que sigamos siendo un “Pueblo en vilo”.

No es factible separar a la institución de los hombres que las dirigen. Si el Presidente no tiene respeto a su investidura puede degradarla de tal manera que atrofie su funcionamiento.

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El abucheo recibido en el parque de beisbol puede ser equivalente a que se haya soltado al tigre.

Leo dos libros sobre el presidente Andrés Manuel López Obrador, uno escrito por Tatiana Clouthier y el otro por Francisco Martín Moreno (aun no concluyo su lectura), autores a quienes respeto y admiro. Los textos están situados en los extremos.

Para Tatiana, es un iluminado; para Martín Moreno, un mesías populista. Me sorprendió una reflexión de Tatiana Clouthier.

Afirma que el señalamiento de que el personaje era un peligro para México fue “un miedo prefabricado, un truco orquestado por publicistas”. Agrega: “nosotros difundimos esa farsa y los jóvenes la recibieron muy bien pues comprendieron que habían sido engañados”.

No coincido, si tanto daño causó a su campaña de 2006 es porque, efectivamente ,algunos conocemos sus obsesiones y su incapacidad para seleccionar buenos colaboradores. A poco más de 100 días de gobierno, tal parece que el Presidente de la República se empeña en darnos la razón a quienes lo vemos como una amenaza constante.

Sería redundante dar cuenta de todas las malas decisiones y que lo están llevando a derrochar vertiginosamente su gran capital político.

Grave que las críticas formuladas sean tachadas de conspiraciones e inclusive de conductas delictivas. Los autoritarismos comienzan siempre atacando la libertad de expresión. Hoy se está discutiendo quizás la reforma más importante. Educación es evaluación, ése es el mayor mérito de todas las instituciones acreditadas. Negarlo es anular todo lo logrado por muy limitado que sea.

Consignar en la Constitución la obligatoriedad y gratuidad de la educación superior, cuando no hay la más remota posibilidad de que el Estado pueda ofrecerla, es desconocer los más elementales principios de la técnica legislativa, es mentir con las leyes, es demagogia; es confundir al derecho con el plan, al proyecto con la buena intención.

Tatiana cita a alguien experto en astrología: “¿Sabes de qué signo es Andrés? Es Escorpión. El escorpión es el mejor aliado o el peor enemigo de sí mismo. Ese signo tiene al alacrán y al águila. Y una de dos: el alacrán se pica a sí mismo o el águila retoma el vuelo”.

Ahí está el dilema del Presidente. Por lo que vemos, está ganando el alacrán.