Debate presidencial: ¿Cómo actuaron los candidatos bajo presión?

“Para ser popular hay que ser mediocre”, aseguró el escritor Oscar Wilde para hacer referencia a dar siempre lo mejor en lo que uno hace, y desligarse de los vagos conocimientos.

Lo anterior viene a cuentas, toda vez que este domingo, México pudo ver a los candidatos presidenciales cara a cara y medirlos no sólo por su discurso, sino en su manera de actuar bajo presión, de dirigirse a la audiencia, y de combatir la mediocridad.

La palabra mediocridad viene del latín mediocris, que significa medio.

El lenguaje corporal, si no lo es todo durante una discusión de este tipo, si es de gran relevancia.

En la hora con 54 minutos que duró el debate presidencial, pudimos observar a los contendientes responder ante tres moderadores que, en algunas ocasiones, pusieron en aprietos a más que uno de los participantes.

Margarita Zavala – La única mujer contendiente rumbo a la silla presidencial tuvo una nada afortunada noche. En primer lugar, no quiso hacer réplicas desde un inicio y parecía que no había sido invitada.

Tras poco más de cinco minutos de iniciado el debate, la ex primera dama fue cuestionada por Denise Maerker respecto a la defensa de los mexicanos contra los propios mexicanos. La respuesta de Zavala fue lenta y cuando respondió tartamudeó. Una falla terrible que no pudo componer en toda la discusión.

Jaime Rodríguez – Sin duda un personaje caracterizado por su “valemadrismo”, El Bronco llegó como si estuviera en casa. Tiene un manejo de presencia bastante relajada, pero también atrabancada, lo que no fue impedimento para ver a sus contrincantes de frente e incluso retarlos en cuanto su honestidad.

Fue el único que cara a cara se midió con Andrés Manuel López Obrador, al cuestionar su honestidad. El propio tabasqueño dudó en algún momento y agachó la mirada. El Bronco fue directo y no tambaleó en sus respuestas, aún cuando Sergio Sarmiento expuso que el índice delictivo y de homicidios dolosos en Nuevo León había aumentado durante su administración.

Ricardo Anaya – El otrora Joven Maravilla tiene un manejo de imagen acartonado y poco fiable. Esta noche no mostró cambios. Sin embargo, continúo con la estrategia de risa burlona y postal de niño que no rompe ni un plato.

De manera similar a AMLO en el pasado, el panista se mostró incluso, con una soberbia desmedida y su participación si bien no fue opaca, le faltó contundencia en su discursos y manejo hacia el público. Parece que se olvidó que el auditorio era a quién debía de convencer y no a los presentes en el estudio armado en Palacio de Minería.

José Antonio Meade –  No era una mentira que el candidato de la Coalición Todos por México se había puesto a una dieta rigurosa, de la mano de su esposa Juana Cuevas, para llegar en buena forma al primer debate presidencial.

Meade Kuribreña tiene presencia y en esta ocasión debía dar el todo por el todo. Su manejo discursivo y de respuesta fue rápido. Se le vio sereno finalmente comenzó a desmarcarse del “nuevo PRI”, aunque pudiera ser demasiado tarde.

Andrés Manuel López Obrador. El tres veces aspirante se vio tranquilo, aunque para estar de nuevo en la carrera presidencial, siguió con la soberbia y en algunos momentos Azucena Uresti o Denise Maerker lo sacaron de sus casillas.

En varios momentos del debate, López Obrador se vio disperso. Algo había debajo de su atril que hizo que el morenista volteara en muchas ocasiones hacia abajo. Cuando todos pensamos que ya había resuelto el problema, de repente comenzó a voltear para arriba. Andrés Manuel no estaba en el debate y pareció muy confiado con su ventaja en las encuestas. El error de AMLO es que no respondió a los cuestionamientos sobre amnistía criminal y su cercanía con los que antes decía que pertenecían a la “mafia del poder”.