¿Cayó el populismo en América Latina? Parte 1 de 2

El continente americano está viviendo un momento de transformación. El llamado socialismo del siglo XXI se cae a pedazos.

Comenzaron a rodar las cabezas de mandatarios que en otro tiempo fueron queridos, respetados e incluso alabados.

El caso más reciente es el de Dilma Rousseff –en Brasil–, quien fue suspendida del cargo por el Senado de aquél país. En su contra pesa el delito tipificado como “crimen de responsabilidad”.

No obstante, en Brasil también cayó el ex presidente Luiz Inacio Lula Da Silva, quien hace dos meses fue detenido –y luego puesto en libertad– tras ser acusado de lavado de dinero y de estar involucrado en el caso de corrupción de la petrolera Petrobras.

En Argentina, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue acusada por defraudación de Estado a los pocos meses de haber dejado el cargo en manos de la oposición, luego de perder las elecciones por un gran margen de votos.

En Venezuela, el mandatario Nicolás Maduro podría caer en los próximos meses, pues en la Asamblea Legislativa de aquél país la oposición busca su destitución. Cabe destacar que los venezolanos enfrentan una de las peores crisis en su historia, lo que también resta popularidad a quien fuera discípulo de Hugo Chávez.

En Bolivia, Evo Morales perdió el referendo convocado en meses pasados que planteaba la posibilidad de que Morales se postulara en las próximas elecciones. Los resultados indicaron que cerca del 60 por ciento de la población no acepta su reelección.

En Chile, la presidenta Michelle Bachelet se encuentra abajo en las encuestas de popularidad, de acuerdo con sondeos de abril. La aprobación de los ciudadanos es inferior al 30 por ciento. Y es que, desde el inicio de su segundo mandato, los errores de su hijo –involucrado en una red de tráfico de intereses–, le han salido caros.

En Uruguay, en las elecciones del año pasado también perdió la izquierda representada por el ex presidente José Mujica, quien a pesar de haber dejado el cargo en manos de la oposición conservadora, ha señalado que el cambio era necesario.

En Ecuador, apenas el 11 de mayo se pidió la destitución de Rafael Correa. Las demandantes fueron asociaciones civiles que acusaron al presidente de arrogación de funciones durante la crisis que ocurrió después del sismo que cimbró la nación. Sin embargo, desde marzo de este año las encuestas demuestran la baja popularidad del mandatario. El motivo sería la crisis que atraviesa el país ocasionada por una deuda creciente y la recesión de la economía de los ecuatorianos.

En Nicaragua, el próximo año podría caer Daniel Ortega, quien hoy se perfila como candidato –por séptima ocasión–, para la presidencia que ha ocupado tres veces. En aquél país se han organizado protestas en contra de su reelección e incluso los nicaragüenses con residencia en EE.UU han denunciado los atropellos constitucionales cometidos por Ortega.

En Cuba, los hermanos Raúl y Fidel Castro también han perdido popularidad en los últimos años al grado de que han tenido que cambiar el modo de hacer política y hoy están en negociaciones abiertas con el “imperio Yanqui”.

Es así como en América Latina ocurre un fenómeno que parece sacar del mapa a los gobiernos de izquierda que en su momento tuvieron la oportunidad de generar un cambio pero que ante la opinión pública resultaron ser un fraude.