“APARIENCIA:LO MÁS IMPORTANTE DEL POLÍTICO”; ENTREVISTA A DAVID ROSS, FOTÓGRAFO DEL PODER

Llego poco después de la apertura. Sobre un pasillo largo se asoman las puertas del auditorio del Centro Banamex, donde cientos de personas atienden a las conferencias del 4º Congreso Nacional de Marketing Político. Al fondo se asoma la exposición que busco. Me registro y en cosa de minutos ya estoy frente al trabajo de David Ross y de Jorge Sandoval. La exposición: “Los fotógrafos del poder”.

Son obra de Ross y Sandoval algunas de las imágenes más conocidas de la élite mexicana. A Ross lo acompañan cuarenta años de trayectoria y de éstos veinte fueron en compañía de Sandoval. Por esta larga carrera, hoy el Congreso de Marketing político rinde tributo a quien señalan como el fotógrafo de mayor talento en el ámbito político y empresarial. Y ése, por supuesto, es David Ross.

La exposición se compone de no más de 30 fotografías, entre las que destacan el presidente Enrique Peña Nieto, Vicente Fox –escoltado por su gabinete– y el Cardenal Norberto Rivera, vigilado, desde el fondo, por la Virgen de Guadalupe.

Llama la atención atención ver, en un cartel tipo collage, las imágenes de decenas de políticos que fueron retratados en la cima de su carrera y que hoy, por el contrario, se refocilan en la sima del descrédito. Marcelo Ebrard y René Bejarano son sólo dos de esos personajes que, de ser retratados hoy, darían un imagen post mortem politicam.

Ross –me dirá más tarde– es un ingeniero civil que, casi por inercia, aunque no sin voluntad, llevó su carrera hacia la fotografía y se encumbró a partir del retrato político. Así como alguien tiene un Picasso o un Velázquez, las imágenes de Ross han creado su propia marca. “Tengo un Ross”, se dice.

En las fotografías de David Ross abundan las de plano medio –de la cabeza a la cintura–, plano medio corto –del pecho hacia la cabeza– y de primer plano. Las hay también de plano americano, aunque ésas en menor cantidad. Noto que una constante de los retratos políticos es el juego con las perspectivas: al frente, el político con su mejor rostro –un rostro que te llame a votar, asegura Ross– y, al fondo, un elemento que lo caracterice y que, a la vez, deje ver el poderío y la posición de la persona. Rivera Carrera frente a la Virgen de Guadalupe, Enrique Peña Nieto escoltado por la bandera nacional, César Camacho y el CEN del PRI en el paisaje…

Pero la especialidad de David Ross son los retratos en fondo negro. Los famosos Ross, donde igual figuran Carlos Slim que la premio Nóbel de la Paz Rigoberta Menchú.

Fotografía: David Ross
Fotografía: David Ross

Justo al llegar a las últimas fotografías –Peña Nieto, Eruviel Ávila– la quietud con que las había disfrutado se termina. Sale del auditorio la grey de líderes y buscan, ansiosos y llenos de ruido, un café o un refresco. Charlan entre ellos y se fotografían. Algunos revisan su teléfono y otros, con prisa, echan una mirada a la exposición. Todos, al parecer, saben quién es David Ross.

Agobiado, me retiro sorteando la grey de líderes. Busco un lugar más quieto, un asiento, y espero la llegada del celebrado. La entrevista se llevará a cabo antes de la una de la tarde, cuando Ross tendrá su reconocimiento.

Alrededor de las 12 del día, regreso a la exposición y encuentro a Jorge Sandoval. La grey ha vuelto a sus conferencias; el pasillo está desierto. Saludo a Sandoval y me dice que, tan pronto como Ross llegue, le hablará de la entrevista. Unos minutos después, Ross aparece con un sombrero negro que hace juego con su traje. Sabe que es su día; en realidad, todos saben que es su día; saludos por aquí y por allá. Ross contesta a todos y sonríe; posa para la foto y se pasea en su exposición. Con cámara en mano, toma fotografías de su propio trabajo para  “ajustar el ojo humano”, como dice. Acepta sin problemas la entrevista y comenzamos la charla. “Sé concreto”, le dice Sandoval a Ross; éste se burla. Al parecer, le gusta hablar y soltar bromas a destajo. Se agradece su buen humor.

Le explico que el ángulo de la entrevista será el político. Pero antes –le digo– me gustaría tener algunos antecedentes, cómo empezó su carrera.

–Yo nací en una rivera del Arauca vibrador… ¿o más adelante? Mi inicio es una historia, una historia muy larga. ¿Qué te puedo decir en breve? Yo estudié ingeniería civil. Después, me dieron una gran oportunidad en la iniciativa privada. El trabajo era una mezcla de mis conocimientos técnicos y una cosa nueva para mí: me dieron el puesto de jefe de un departamento técnico y promoción. La parte técnica la dominé muy fácilmente. Y luego me fui adentrando en la parte de promoción y de mercadotecnia. Me llamó mucho la atención. Hice una maestría en Mercadotecnia y tuve puestos importantes en el área. Aprendí a hacer cosillas ahí y busqué qué podría darme proyección para mi vida futura. Encontré un nicho en hacer informes anuales de empresas muy prestigiosas. Antes se hacían informes. Ahora ya abres el internet y te sale todo. Pero en esa época no había eso y lo que se tenía que hacer eran libros, un librito de mucha calidad, a todo color y con impresiones muy finas. Algunas empresas mandaban imprimir esos reportes a Japón o a Houston. Yo me organicé para hacer todo en México, pero lo que no había eran fotógrafos industriales. Y como yo soy aficionado a la fotografía desde los 8 años, pues… Lo que hice fue meterme de fotógrafo industrial. Aprendí mucho. Tuve muy buen equipo para hacer este tipo de trabajos:  tenía imprenta, tenía traductores, tenía redactores. Fue una época muy buena para mi empresa. Y resulta que yo ya tomaba muy buenas fotos industriales y me empezaron a llegar fotos de los capitanes de industria. Eran muy malas; eran muy criticables. Yo me dije: eso del retrato siempre ha sido un problema muy serio. Me mandaban unos retratos pésimos y sabía que yo los podía hacer mejor. No pasó mucho tiempo cuando ya tenía el 80% de capitanes de industria retratados. Y resultó que luego ya no hacía los informes anuales, pero sí me llamaban los capitanes porque veían las fotos que yo había tomado para los presidentes de otras compañías. Así retraté a Lorenzo Servitje –dueño de Grupo Bimbo–, a Lorenzo Zambrano –presidente de CEMEX–, a Crescencio Ballesteros –dueño de GMD–, a Bernardo Quintana –reconocido Ingeniero Civil–, a Rómulo O’Farrill –empresario de medios–. Todos ellos. Después retraté a Isaac Chertorivski, que era el presidente de Bacardí. Isaac Chertorivski era amigo de un político muy prominente y, cuando el político se quiso lanzar como candidato de su partido, entonces Chertorivski le dijo: “lo primero que necesitas es una buena foto y para una buena foto no hay nadie más que David Ross”. Y así me empecé a meter en la política. De ahí vino (Manuel) Bartlett y todos los políticos que siguen en el candelero desde hace 40 años; todos pasaron por mi cámara. Y de ahí pa’l real.

No podía quedarme con la duda. Era de ésas que queman. ¿Quién era el político prominente del que hablaba?

–Era Beltrones. Sí. Él era el que quería ser gobernador de Sonora. Bueno, desde antes. Él quería otro puesto. No me acuerdo. Creo que era candidato a Senador. Pero él fue el primero político al que fotografié. Eso tiene 40 años. No recuerdo bien en qué estaba Beltrones hace cuarenta años.

Y en esos cuarenta años, México ha cambiado. Pasó de un régimen de autoritarismo hacia una transición democrática que sigue en curso. ¿El trabajo de David Ross, cuya lente ha sido testigo de los cambios, refleja ese cambio?

— Hay varias cosas. La mercadotecnia política se ha desarrollado muchísimo. Es una actividad. Bueno. No creo que deba llamarse “mercadotecnia política”, porque es una diferencia enorme, grandísima, la de promover un producto a promover una persona o a un candidato. Un producto es como es y no se deteriora. No se puede deteriorar a sí mismo. En cambio, una persona se puede deteriorar con muchas cosas. Tú pocas veces deterioras a un producto con una mala fotografía, pero a una persona sí la puedes deteriorar con una mala fotografía porque le puedes quitar su credibilidad, la puedes hacer vulnerable. Esto es muy importante. Yo he visto cómo a políticos carismáticos, a políticos líderes, a políticos triunfadores y simpatiquísimos los sacan como bobos, los sacan como tontos. Pusilánimes, sin ánima, sin alma, sin espíritu, sin propósito, sin entusiasmo.

¿Y cómo evitar esto?, ¿qué hace Ross para que sus retratos no adolezcan de esos defectos?

–Es muy difícil retratar a una persona. Si el fotógrafo se espanta frente a una persona… Imagínate a la gente que yo he tenido enfrente. Muchas veces, me llevan los empleados temblando a retratar al presidente de la compañía. Yo no puedo tenerles miedo. Si se lo tengo, automáticamente pierdo mi autoridad. Con una reacción de debilidad, pierdo el poder y la autoridad que me da la cámara. Yo los tengo que dominar. Les digo: “hagan esto, hagan acá”, y tienen que obedecerme. El fotógrafo con su cámara es quien da las instrucciones. Entonces, si un fotógrafo teme a la persona y la persona teme a la cámara, el resultado es fatal. Retratas tu miedo, retratas el miedo de la persona. Proyectas los dos miedos y las inseguridades. El fotógrafo tiene que ser el director. Las instrucciones son precisas y el otro debe obedecer.

Para obtener las mejores fotografías, David Ross cuenta que él da un relajamiento –que no masaje– a base de presión en puntos que son dolorosos a través de los meridianos de la energía. Cuenta Ross.

–Una vez le di este tratamiento al general Rafael Macedo de la Concha y, cuando le entregué la foto, me dijo: “Muchas gracias, maestro. Tengo mucho que aprender de usted”. Me llamó mucho la atención, porque qué puede un hombre como él, de su magnitud, de su lugar en la política, aprender de una persona como yo. Y le pregunté: “¿qué puede usted aprender de mí?”. La respuesta del general fue: “Yo estoy formado como militar y me es desagradable que una persona se me acerque y me toque. Y usted se me acercó. Quise rechazarlo, pero lo vi tan decidido, tan profesional, tan determinante, que yo cedí. Y eso es lo que tengo que aprender de usted: esa seguridad en sí mismo, en lo que hace, y ese convencimiento de que lo que hace está bien y tiene un propósito. Me relajó y me relajó muy bien. Y yo salí admirablemente en el retrato.

Como ya se dijo, el contexto político de México ha cambiado radicalmente en los 40 años que David Ross ha dedicado a la fotografía. Las formas como se hacía política no son las de ahora y, del mismo modo, las campañas electorales dejaron de ser un trámite para el candidato oficial y se convirtieron en una verdadera competencia. Así, surge la pregunta, ¿han cambiado los elementos del retrato político en todo ese tiempo?

–Los políticos siguen siendo los mismos. Ellos son los únicos que no cambian –bromea–. Mire, el retrato político debe reflejar fuerza y determinación. Debe reflejar el carisma de la persona. Si no lo logra, el retrato político no sirve –enfatiza–. Tiene como responsabilidad propia atraer la atención de la gente. Es su obligación. Muchos consultores creen que el retrato político es una fotografía como la que sacan en el Wal-mart o el de la identificación. Eso no es cierto. Usted llene la ciudad con fotos del Walmart y verá cómo no hay resultados. Lo que importa es la mirada. Que atraiga con esa fuerza. Que sea un imán para que todo mundo la vea. Debe tener el entusiasmo que dé una sonrisa natural. Debe tener bonomía. La palabra bonomía viene de “buen hombre”. Entonces la gente dice: “ah, éste cae bien”. Importa también la resonancia, que es la misma vibración de un político con la vibración de la gente. La discordancia, por lo contrario, es la antipatía que genera alguien. “Chin, ya se acabó la fiesta”, diría usted cuando llega alguien que no le cae bien. Ésos son los elementos que todo retrato político debe tener. Son los mismos desde siempre. La fuerza, la bonomía y la resonancia.

Además de políticos y empresarios, David Ross ha fotografiado todo tipo de artistas y personalidades. Rigoberta Menchú, Hugo Sánchez y Ramón Vargas son dos ejemplos. ¿Hay alguna diferencia entre los objetivos del retrato político y otro tipo de retratos?

Fotografía: David Ross
Fotografía: David Ross

–La esencia es lo mismo. Si yo tomo un artista y lo saco como menso, logra esa proyección. Pero si retrato su carisma y atrae, es lógico que va a llamar la atención. Por ejemplo, yo retraté a doña Rigoberta Menchú. Una fotografía fenomenal de Rigoberta. La tiene en todas las embajadas de Guatemala del mundo. Pero la historia es que, cuando escribió su libro, ella me dijo que querían poner algo más coloquial, no un retrato, pero que se decidieron por mi fotografía porque se probó que la imagen aumentaba considerablemente las ventas. Y, del mismo modo, un buen retrato de candidato aumenta el número de votantes. Nosotros hemos tenido la suerte de revertir pérdidas. La gráfica iba para abajo en muchas ocasiones y, con una buena fotografía, la tendencia cambia, se va para arriba y el candidato gana la elección. Tengo testimonios de directores de campaña que lo sostienen así.

Dicen por ahí que no se ha de pedir peras al olmo y para nadie es un secreto que muchos políticos llegan a su cargo por el favor. Y no por el favor divino, sino por el político. Así , sin ningún tipo de carisma o liderazgo, cualquier día aparece un mal candidato en el estudio y necesita un retrato para su campaña política. ¿Qué hace David Ross en esos casos?, ¿cómo logra mostrar como líder al político?

–Es obligación del fotógrafo sacar el liderazgo del político. Fotógrafo que no lo logra, no debería dedicarse al retrato político. Es muy fácil. Para sacar coches, llaman a un fotógrafo de coches. Para un desfile de modas, no se busca al fotógrafo de quinceaños. Entonces, cada tipo de fotografía debe realizarse por un experto. Un fotógrafo de retrato político no puede salir con que “yo tomé a este señor y me salió medio líder, me salió medio inteligente o medio carismático o medio simpático”. Eso no puede ser. Es deber del fotógrafo lograr la fotografía perfecta.

¿Y qué casos difíciles se ha encontrado David Ross en sus cuarenta años de carrera?

Difícil es cuando las personas se ponen difícil. Sólo he tenido dos casos en mi vida, pero es responsabilidad del fotógrafo saberlo manejar. Es parte del trabajo, como para el torero hay bestias más difíciles que otras. Pero el resultado siempre debe ser bueno. Le cuento una historia. Retraté a un expresidente. Julio María Sanguinetti, dos veces presidente de Uruguay. Estaba de muy mal humor cuando llegué a su hotel. Tuve un salón para montar. Él llegó donde tenía que retratarse y lo vi de pésimo humor. “¿Qué le pasa, presidente?”, le pregunté. me explicó que, como Presidente de Uruguay, había tenido una miriada de fotógrafos y un nuevo retrato le parecía absurdo, porque fotos le sobraban.  El retrato que yo debía hacerle era un regalo que aceptó por obligación. Eso lo puso de mal humor. Era una persona muy decente, pero yo interpreté su actitud como “tómeme la foto y a volar”. Y vea el resultado.

Julio María Sanguinetti
Fotografía: David Ross

Para concluir, no podía olvidarse una pregunta esencial. ¿Qué opinión tiene David Ross del retrato político en la actualidad?, ¿cuál es su perspectiva?

–Lo que yo he visto es que los mercadólogos políticos saben mil cosas. Estadística, investigación de operaciones, teoría matemática de los juegos. Pero les falla todavía lo primero que debe hacerse para una campaña política. Y eso es el retrato político. Les falla mucho. No saben. Y la prueba de que no saben es que ellos mismos se promueven con pésimas fotografías. Se acercan muchos mercadólogos y nos dicen: “yo no tengo una buena foto”. Y nosotros les preguntamos que cómo no tienen una buena foto si han tomado –supuestamente– 300 fotos de 300 candidatos cuyas campañas han manejado. ¿Cómo no tienen un buen fotógrafo? Eso no lo puedo creer. Es muy importante esto. Escribió una cartita Quinto Tulio Cicerón a su hermano Marco Tulio Cicerón cuando éste se lanzó como candidato. Esto fue 64 años antes de Cristo y, aunque es un documento actual, no lo conocen los mercadólogos. En ella, Quinto le dice a su hermano que es más importante la apariencia de un candidato, que todas las cualidades que pueda tener. Eso dice Quinto Tulio Cicerón y es la verdad. También Maquiavelo, en el Príncipe, habla del tema de la apariencia. Dice que, para que un príncipe se haga vulnerable y pierda su poderío, su autoridad y la confianza de todos, debe aparecer pusilánime. Pusilánime es una palabra muy completa: sin ánima, sin  alma, sin contenido, sin fuerza, sin entusiasmo. El líder debe tener una vida muy intensa, una vibración muy fuerte que debe transmitirse. Todos los demás se sienten atraídos por él y doblegados. Impone orden. Y eso es lo contrario de lo pusilánime. Si una campaña comienza con una fotografía pusilánime, pueden estar las mejores estrategias, los mejores resultados matemáticos, pero ese candidato no tendrá repercusión, la gente no va a votar por él. Lo más importante para una campaña es un buen retrato político. Y en estos tiempos de redes sociales, una mala imagen puede destruir la campaña.

David Ross