Con la derrota del PRI a cuestas, escándalos emblemáticos de corrupción, acusaciones de impunidad en casos sensibles, una relación adversa con Estados Unidos y un repunte de violencia en algunos estados, Enrique Peña Nieto llega hoy a los últimos 100 días de su Gobierno.
Por otro lado, el 1 de diciembre se perfila como un día de cambios en la Administración Pública Federal, generación de nuevas instituciones, con un replanteamiento en la forma de gastar el dinero público, en medio de una expectativa pocas veces vista en la historia reciente de México.
Peña, como resultado de sus encuentros con el presidente electo, han dejado en claro que existe el compromiso de que antes del 1 de diciembre esté nombrado el Fiscal General, el Anticorrupción y el Electoral.
En el plano internacional, el primer mandatario confía en que, antes de su sucesión, esté firmada la modernización del TLCAN con Estados Unidos y Canadá, así como la renovación del acuerdo con la Unión Europea.
Mientras que, respecto a López Obrador y a 100 días de su toma de protesta como Presidente, el equipo de transición trabaja en la creación de un modelo de gobierno que genera lo mismo optimismo que incertidumbre, dudas y expectativa.
De las reformas estructurales que impulsó Peña Nieto, –educativa y energética–, así como el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México quedan pendientes de un hilo, incluso, antes de la llegada al poder del tabasqueño, pues éste en un tono autoritario –pese a sus mentadas consultas– ha declarado que la Reforma Educativa se derogará, la energética se revisará y el futuro del NAICM lo decidirá la ciudadanía.
López Obrador impone agenda, parece que ya gobierna y lo hace sin asumir responsabilidades de lo que significa tener el control de la administración federal, pues deja en claro que, decisiones trascendentales para México las dejará en manos de quienes lo eligieron con la esperanza de un cambio a través de su fe ciega, otorgándole un supuesto control y “tomar las riendas” del país. A 100 días… y contando.
