México, tierra de vigilantes, linchamientos y pistoleros anónimos

Algunos creen que en México manda la Ley de Herodes –ésa que dice “o te chingas o te jodes”–; sin embargo, también hay quien cree que la realidad ya superó “la ficción”. O si lo prefiere, que “los jodidos” ya aprendieron que la justicia por mano propia es una alternativa real. Acaso por eso, son frecuentes las historias de “héroes” y “vengadores anónimos” que hacen el trabajo de las instituciones del Estado.

Como lo cuenta este martes el portal Letra Roja: Un “tirador anónimo” ayudó a las autoridades de la Ciudad de México a recuperar un botín de 34 mil dólares que robaron a un venezolano en las calles de Polanco, en la delegación Miguel Hidalgo. Hasta el momento, nada se sabe del misterioso tirador que hirió a los hampones.

Y por increíble que parezca, por casos como éste, los “justicieros anónimos” han ganado el respeto y la confianza de los ciudadanos; los mismos que –según encuestas–, sienten que viven a merced de la delincuencia organizada debido a que las autoridades no hacen su trabajo. O si lo prefiere, que algunos se sienten más protegidos por los “justicieros anónimos” que por la propia policía y los representantes del gobierno.

En otras ocasiones, la misma Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México ha publicado las características –y el perfil sicológico– de estos personajes: Por ejemplo, se sabe que en la colonia Santa María la Rivera opera un justiciero anónimo que –en palabras de la autoridad–, sería un hombre de entre 30 y 35 años, fornido, moreno y con el cabello cortado tipo militar.

Por donde lo mire, es grave encontrar notas de prensa que hablan de “Vecinos de Iztapalapa v.s policías” o “A machetazos recibió a policías en Tepito”; así como ver en televisión –en vivo y en horario estelar–, escenas de intentos de linchamiento en donde las autoridades fueron rebasadas por ciudadanos y los delincuentes.

Prueba de lo anterior es que en los últimos días, suman cinco intentos de linchamiento: tres en Puebla, uno en Cuautitlán Izcalli –Estado de México–, y otro más en la delegación Tláhuac, en la Ciudad de México.

Sobra mencionar que Puebla es uno de los estados con más casos de linchamientos en el país, pues tan solo en 2015 se registraron 15 y de 1988 a 2014 se registraron 38. En territorio mexiquense –según el estudio de la UAM, “Linchamientos en México: recuento de un periodo largo (1988-2014)–, se tienen documentados 109 casos de linchamiento en 26 años; mientras que en la Ciudad de México se registraron 54 casos en el mismo periodo de tiempo. En los últimos 26 años –hasta 2014–, se han registrado al menos 366 casos relacionados con linchamientos en diferentes entidades del país.

Pero la cosa no termina aquí. Los linchamientos no son una novedad. A pesar de que gobernadores y presidentes municipales advierten que se aplicará todo el peso de la ley contra quienes resulten responsables, recordamos casos como el de noviembre de 2004, en San Juan Ixtayopan, delegación Tláhuac; donde los pobladores lincharon a tres agentes de la extinta Policía Federal Preventiva.

En aquella ocasión, Víctor Mireles Barrera, Cristóbal Bonilla y Edgar Moreno fueron retenidos por al menos 300 habitantes quienes los sometieron y –a dos de ellos– los quemaron vivos, mientras que a Edgar Moreno lo exhibieron en la plaza principal donde –después de tres horas de sufrimiento– fue rescatado por su propia corporación. Por tales hechos, 12 personas fueron condenadas a 46 años de prisión y el entonces presidente de México –Vicente Fox–, pidió al entonces jefe de gobierno, Andrés Manuel López Obrador, que removiera a su secretario de Seguridad Pública, Marcelo Ebrard; quien dos años después, fue elegido jefe de Gobierno en la capital.

Pero los actos de justicia por mano propia los casos van más allá. Por ejemplo, los migrantes –principalmente de Centroamérica–, suelen evitar los abusos de las autoridades y de las pandillas que controlan las entidades donde no existe una policía sólida.

También recordamos los grupos de autodefensas que, ante la ola de violencia e inseguridad por parte del crimen organizado de Michoacán, trataron de cubrir el hueco que dejaron las  autoridades indolentes.

Existen, además, los “linchamientos mediáticos” donde las autoridades suelen ser balconeadas –principalmente por actos de corrupción–; o son las autoridades quienes exhiben a los ciudadanos que faltan a la ley, un caso concreto es el de Arne aus den Ruthen –city manager de la delegación Miguel Hidalgo—, quien ha cobrado fama por exponer a vecinos y funcionarios “gandallas” en redes sociales.

Y en medio del auge de las redes sociales, no son pocos los ciudadanos que utilizan estas herramientas para tratar de prevenir los actos de violencia pero fueron intimidados —y perseguidos– por grupos criminales y gobierno. Tal es el caso de “Valor por Tamaulipas”, grupo creado en Facebook para prevenir a la ciudadanía de las acciones del crimen organizado. No obstante, en repetidas ocasiones, esta herramienta ciudadana ha sido boicoteada.  

Uno a uno, los intentos ciudadanos por encontrar justicia –aunque sea fuera del marco institucional–, demuestra que algo muy grave ocurre en el país. El descrédito de las instituciones, el desgaste de las autoridades y el enojo colectivo son el caldo de cultivo ideal para que los individuos se organicen, se armen o traten de imponerse ante los gobernantes omisos y los delincuentes fuera de control.