¿De qué nos sirve tener buenas intenciones si somos egoístas?

 

Enrique Serna publicó en su antología de cuentos, Amores de Segunda Mano, la historia de “El Desvalido Roger”, donde relata como Eleanor Wharton, una gringa clasemediera, por una mala jugada de su videograbadora se resigna a ver el noticiero nocturno de la NCB en lugar de su programa de entretenimiento favorito.

De este modo, la señora solterona se entera de que en México ocurrió un terremoto que cimbró la capital del país y mira con especial interés el vídeo de un niño llorando afuera de una vecindad en ruinas.

La imagen del pequeño la conmueve tanto que la hace tomar la determinación de salir de su refugio norteamericano y venir a la Ciudad de México para encontrar al desvalido y protegerlo.

De este modo, la gringa emprende su viaje a México y es ahí cuando descubrimos que es medio xenofóbica… Que la ayuda para el desvalido no es desinteresada, y que en realidad no hay un niño que necesite de la mujer, en todo caso hay miles, los cuales a ella no le interesan.

Resulta curioso cómo los seres humanos con todo el egoísmo sólo entendemos lo que nos conviene. Como al final ningún acto de caridad está libre de intereses personales.

Por ejemplo, esta mañana comenzó a circular la imagen de un pequeño de cinco años rescatado en Siria, tras un ataque aéreo a la ciudad de Alepo.

El niño posa sin querer para la cámara que lo retrata todo cubierto de polvo, descalzo, con la mitad del rostro ensangrentado y una mueca de desconcierto.

Por esta razón, no han faltado aquellos que cuestionan el conflicto bélico en Siria, aquéllos que reprueban la situación, que lloran, que se conmueven y que comparten el vídeo o la imagen en sus redes sociales.

En el cuento de Enrique Serna, El Desvalido Roger, una gringa se convence de ayudar a un niño, específicamente uno, y al no encontrarlo no ayuda a nadie.

En la vida real pasa lo mismo, pues sólo nos importa lo que gira en torno al evento o situación de moda… Ahora es el niño de la foto, mañana será otra cosa… Eso es lo lamentable, ¿o no?