¿Cuál PAN ganó?

La victoria panista es aplastante. Votos a borbotones no sólo en las siete gubernaturas ganadas, sino también en municipios, desde Tijuana a Cozumel, pasando por Ahome, la tierra del gobernador sinaloense traidor al PAN, o Pachuca, la ciudad natal del secretario Osorio Chong. El fracaso es un desierto y esta lluvia fresca de confianza ciudadana reclama muchas medallas de honor. Supuestamente todos ganaron. No. Si la historia del domingo pasado hubiera sido otra, el rostro del descalabro tendría nombre y apellido; por eso, en justicia, debemos nombrar al artífice de la hazaña: Ricardo Anaya Cortés. Ganó como nunca en la historia del PAN. Los laureles son de él. El éxito es deslumbrante, ojalá no sea cegador.

Los resultados pueden interpretarse como una mano tendida de miles de mexicanos ofreciendo al PAN “otra oportunidad” de gobernar rumbo al 2018. No es descabellada esa lectura, pero quizá sea superficial; el resultado se debe observar, estudiar y comparar con mayor detenimiento. Sin porras ni matracas, con la serena actitud de quien recibe una responsabilidad, no un premio.

¿Qué clase de triunfo fue el del PAN?, ¿qué PAN ganó?, ¿el añejo PAN triunfador de Baja California o el neopanismo priista de Quintana Roo?, ¿el PAN conservador de Aguascalientes (donde incluso la candidata del PRI se mostró abiertamente contra la iniciativa de Peña para reconocer constitucionalmente las uniones homosexuales), o un PAN más abierto y liberal?, ¿el PAN de Javier Corral con Cuauh-témoc Cárdenas en sus mítines o el de Moreno Valle con el PT en los suyos?, ¿el del rudo Miguel Ángel Yunes en Veracruz, o el del tranquilo Rosas Aispuro en Durango? No ganó un solo PAN. Además es ingenuo festejar las conquistas de las alianzas PAN-PRD sin reparar en el fracaso de Sinaloa y Oaxaca donde “medio-gobernaba” el PAN con esos socios, anfibios electorales que nadarán, caminarán o reptarán en 2018, para donde sople el viento de las encuestas presidenciales.

Los análisis inmediatos y epidérmicos apuran “sentencias prontas”, generan expectativas y pueden provocar desilusión. Hace un año tras la elección federal intermedia todo era “independiente”, el método era un “bronco” y retumbaba el himno fúnebre de los partidos. Hasta Jorge Castañeda y Pedro Ferriz fantasearon con la silla. ¿No era Beltrones el salvador del PRI? Al PAN le convendría serenar su ánimo y encontrar ese “denominador común” de todas las elecciones locales, para construir una verdadera oferta nacional. También del plato a la boca se puede caer el Palacio Nacional.

Hay una profunda corriente social de hartazgo y enojo cívico con el desempeño de las democracias. Que se agiganta con la corrupción. Es un síntoma global, no es estrictamente mexicano y, sin duda, jugó a favor en los triunfos panistas. No sólo es político, es cultural y, por tanto, no se apagará con poner a Yunes o a Corral de sucesores de “los impresentables Duartes”. El enfado es penetrante e intenso y se mueve rápidamente, provoca una participación movediza, hace mudanzas ágiles en las preferencias sociales y casi siempre se orientan al antigubernamentalismo. ¿Acaso Jaime Rodríguez en Nuevo León no está en medio de uno de esos torbellinos? Hoy menos que nunca, con redes sociales digitales, una sociedad proclive al espectáculo y a “lo efímero”, las victorias o derrotas políticas no son eternas. La volatilidad por los ritmos y formas de comunicación masiva exigen al PAN redoblar el esfuerzo por tener un discurso nacional atractivo, un rumbo de gobierno homogéneo y decente, una lucha frontal contra la corrupción sin excepciones, y una comunicación eficiente de los logros de esos nuevos gobiernos.

Además, el PAN debe procesar en tiempo breve la postulación de su candidato presidencial. AMLO sigue arriba en las encuestas y Margarita Zavala puede ganarle. Existe el riesgo de dilapidar los triunfos en una guerra civil fratricida entre rebaños. Los odios panistas y la falta de generosidad han construido muchas derrotas. Ricardo Anaya lo tiene claro porque ningún gobernador ganador se “eligió”; todos fueron “designados” con arreglos internos. ¿No será bueno arreglar la forma de designación de quien va a volver a sacar al PRI de Los Pinos?