‘Chapo’, Kate, Sean y el negocio antisistema

El malestar por la captura. Entre las abundantes expresiones de alivio —nacional y global— por la captura del Chapo Guzmán, aparecen en algunos espacios mediáticos mexicanos, inequívocos signos de malestar. Éstos se dirigen contra las manifestaciones celebratorias que acompañaron el anuncio, alegando obviedades tales como que el hecho no resuelve en su totalidad los problemas de violencia e impunidad del país, ni el encarecimiento del dólar.

A ello se agregan fantasías conspirativas, como la especie de que la aprehensión se organizó como maniobra de distracción de esos problemas. Y hay, también, entre los dolidos por este logro, “expertos” en seguridad que no la hicieron en otros gobiernos, y “expertos” en comunicación que le reprochan al Presidente no haber empezado el anuncio de la recaptura con un acto de contrición por la fuga de meses atrás, considerando quizás que ésta sería una “primicia” superior al dramático arresto del momento.

A contrapelo del reconocimiento internacional sin regateos y de la aprobación mayoritaria en México, los comentarios anteriores no parecerían tener más propósito que minimizar o desacreditar el espectacular y eficaz operativo de Los Mochis.

Desasosiego progre. De hecho, no se oculta en buena parte de esas elaboraciones una suerte de desasosiego al ver revalorada la capacidad del Estado —y del gobierno del presidente Peña Nieto— con este paso significativo en el escabroso camino de la recomposición de las instituciones, descompuestas durante los últimos lustros.

Pero la entrada en escena de Sean Penn y Kate del Castillo en esta historia aporta nuevos elementos al análisis de los fenómenos comunicativos disparados por la caída del Chapo. Y aquí aparece la ilusión progresista en que suelen caer algunas figuras de la comunicación y el espectáculo, con el espejismo de erigirse en líderes sociales más allá de sus importantes roles en los medios y en la farándula. Estas figuras suelen desarrollar una combinación de sentimientos de superioridad moral sobre los otros actores públicos, y de indignación a flor de piel sobre los estragos de un sistema del que forman parte, con un estatus privilegiado.

Si a ello agregamos los arrebatos de autocompasión, cinismo y sensiblería, es decir, los trazos que complementarían el perfil de la personalidad progre, como se suele ironizar en España con estas discutibles formas de progresismo, aterrizamos en la ya célebre proclama de hace tiempo de la afortunada intérprete de La Reina del Sur: “Hoy creo más en El Chapo Guzmán que en los gobiernos que me esconden verdades aunque sean dolorosas…”.

Final del juego. Pero si de allí se pasa a realizar actividades de relaciones públicas al servicio del más alto exponente mundial de la delincuencia organizada, desembarcamos entonces en la supuesta entrevista periodística de Sean Penn al Chapo, mediada por la propia Kate, en una operación que parecería exhibir un jugoso negocio envuelto en un estrafalario juego antisistema. “Quiero dejar en claro que el contenido de esta entrevista es exclusivo de la señorita Kate del Castillo y del señor Sean Penn”, advierte a cámara el criminal, antes de la cortinilla que da pie al sello de propiedad intelectual de la empresa que lleva el nombre de la actriz: All rights reserved Kate del Castillo Productions. Copyright 2016.

De la ausencia de valores periodísticos en esta inconvincente actuación publicitaria del talentoso actor de Dead man walking, así como de la cobardía sanguinaria del capo, da cuenta puntual el minucioso periodista de The New Yorker, Patrick Radden Keefe, en su texto La trágica farsa de El Chapo (The Tragic Farce of El Chapo). Y un “épico insulto a los periodistas mexicanos en peligro” a manos de las bandas criminales, llama el Washington Post al encuentro de Penn y El Chapo, en la ‘cabeza’ de un texto de su reportero Peter Holley. Éste es tan sólo un par de piezas contrastantes con las rutinas y superficialidades que agobian a nuestro periodismo conspirativo.

Tomado de El Universal