¿Qué se ha dicho sobre los ataques en París?

A un día de los lamentables ataques en París, los diarios nacionales e internacionales han abierto el espacio para que políticos, escritores, expertos en seguridad y terrorismo y periodistas en general, expresen su opinión y sus puntos de vista.

A continuación, les compartimos una selección de algunos artículos y columnas en la prensa mundial.

En guerra

José Ignacio Torreblanca

Entender la respuesta francesa a los ataques del viernes y construir una estrategia articulada y, sobre todo, eficaz, al desafío que plantean requiere dejar atrás dos debates o, casi mejor, tentaciones.

El primero es el debate relacionado con el papel del islam en nuestras sociedades. En él se mezclan sin mucho orden ni concierto prejuicios y clichés sobre la compatibilidad o incompatibilidad del islam con la democracia, la integración de los musulmanes, el papel de la religión en los espacios públicos, la identidad, el multiculturalismo y, ahora también, la necesidad de controlar los flujos de inmigración, asilo y refugio provenientes tanto del África subsahariana como de Oriente Próximo. Pero ese debate, que suele acabar enfrentando los partidarios de hablar de las “causas últimas del terrorismo” con los partidarios de establecer un cordón sanitario al islam tanto dentro como fuera de nuestras sociedades, resulta baldío a la hora de luchar contra el terrorismo.

El segundo falso debate es el relacionado con la definición del problema, y por tanto de su eventual respuesta, en términos bélicos. Ahí nos encontramos con los que intentan establecer una divisoria estricta (jurídica, política e incluso moral) entre las respuestas que involucran el uso de la fuerza militar y las que involucran el recurso a instrumentos propios del Estado de derecho como los tribunales, las fuerzas de policía y los servicios de inteligencia. Pero establecer un cortafuegos entre ambos tipos de respuesta también resulta estéril pues en el mundo en el que vivimos, y especialmente cuando enfrentamos una amenaza tan brutal como la que representan Al Qaeda y el Estado Islámico, las democracias tienen todo el derecho, y toda la legitimidad, para emplear a fondo todo el rango de instrumentos de los que disponen, incluida la fuerza militar, para luchar contra el terrorismo.

En enero desde este año, después de los atentados contra la revistaCharlie Hebdo, el presidente Hollande se declaró en guerra contra el terrorismo yihadista. Y hace unas semanas, el primer ministro francés, Manuel Valls, justificó los bombardeos contra el Estado Islámico en Siria arguyendo el derecho de Francia, de acuerdo con el derecho internacional, a la legítima defensa. Ahora, tras los ataques del pasado viernes, Hollande ha convocado al Consejo de Defensa, haciendo así nuevamente presente el componente militar en la respuesta francesa al terrorismo.

Aunque desde España, con una cultura estratégica bien distinta, cueste a veces entenderlo, la posición francesa es clara, consistente y legítima. Si Francia se declara en guerra es porque ha sido atacada y, lo peor, porque espera más ataques, tanto dentro como fuera de su territorio. España como país socio, amigo y vecino, debería pedir la activación de la cláusula de solidaridad prevista en artículo 222 del Tratado de Funcionamiento de la UE, que prevé la movilización de todos los medios disponibles, incluidos los militares, en caso de ataque terrorista.

Tomado de El País

 

“El terror no tiene religión”

Antonio Elorza

Acaba de decirlo Erdogan, y la cortina de humo es lógica si tenemos en cuenta que está llevando una política de islamización en Turquía, muy distante de la imposición radical de la hisba, el orden impuesto por el Estado Islámico, pero con una convergencia de fondo en el sunnismo y pasadas tolerancias en cuanto al tráfico de armas y petróleo. Obama ha trazado esa misma vía, que siempre ha tenido por objeto evitar que los actos criminales de unos musulmanes se volvieran en Occidente contra todos los musulmanes. El problema reside en que si bien el islam no es terrorista, insistamos en ello, el yihadismo, y como culminación suya el Estado Islámico sí son una versión ultraortodoxa del islam. Y a partir de ahí se explica gran parte de su éxito. El resto corresponde a la revolución en las comunicaciones (Internet, teléfonos móviles) que han multiplicado tanto la expansión ideológica como las posibilidades de atentar.

Ese éxito se traduce en la captación creciente de oriundos del islam y conversos en Occidente. Pero no parece que en las matanzas de París hayan sido sino cómplices, según las primeras informaciones. El hecho es que la policía francesa estima en 1.800 los terroristas potenciales en su territorio; una justificación para el estado de urgencia decretado. Conviene entonces preguntarse por las razones de que el ISIS gane tantos seguidores.

La primera es que superando a Al Qaeda, tiene una base territorial, es una especie de Estado con su califa al frente, y no solo un aguijón terrorista que golpea. El terror es aquí el instrumento de la comunidad islámica, organizada políticamente, germen de una expansión que deberá abarcar a todos los musulmanes primero y al mundo después, como prescribe el Corán. Y que cubre los supuestos de la lucha apocalíptica contra el Satán occidental, que llevará a la victoria definitiva de Dios, yihad mediante. Un terror cuya práctica ilimitada autoriza también el libro sagrado. Eliminados todos los matices, tanto en la práctica de la yihad como respecto de otros (gentes del libro), la creencia deviene un maniqueísmo de aniquilación.

La idea de Dios emerge de una relación de dependencia absoluta bien real, la existente entre el esclavo y aquel que lo posee sin límite alguno, y esta superioridad se proyecta sobre los no creyentes, los cuales, de no someterse, han de ser exterminados. Los creyentes construirán entonces la sociedad islámica perfecta, que el ISIS exhibe en sus vídeos, por contraste con la depravación occidental. Un atractivo más, mientras sus éxitos muestren que su empresa responda a la ejemplaridad de la conducta atribuida al profeta. El yihadista del ISIS se ve así en lo imaginario como un guerrero de la primera expansión islámica. La brutalidad, el trato depravado a las mujeres, la deshumanización en una palabra, no cuentan.

Tomado de El País

 

La noche más Larga

Raquel Montes Torralba

El silencio es denso, cerrado. Cierras los ojos e intentas dormir en ese material pesado por donde siguen desfilando imágenes de cadáveres sobre las aceras, voces en off de las televisiones, galería de los horrores de una noche que parece no terminar nunca. Sabes que a tu teléfono siguen llegando mensajes “¿estás bien?”, “¿estáis todos bien?”, pero lo dejas mudo con una desagradable sensación de aprensión, como un mal augurio de algo que todavía no ha ocurrido. Inicias entonces un macabro recuento de presencias que pueda conjurar ese miedo infantil a una noche plagada de fantasmas.

En medio de la oscuridad, tendida sobre la cama, se oyen las sirenas y piensas en todas aquellas personas que esperan una noticia, en esos padres que se agolpan a la puerta de una discoteca para encontrar, puede ser, quizás, un cuerpo sin vida. Te revuelves. Sabes que, como tú, miles de personas están tendidas sobre sus camas escuchando esos mismos sonidos, acechados por esos mismos pensamientos; que esas sirenas son, en la noche muda, el hilo conductor de ese sentimiento extraño de sentirse uno y vulnerable. Esas sirenas se convierten en el canto fúnebre de esta cuidad herida.

Barrios “fruto de la inmigración”

La mañana es gris y fría. Salgo a la calle a satisfacer ese viejo ritual que uno conserva como un recuerdo del siglo pasado, voy a buscar los periódicos, como si la letra impresa fuera más cierta, menos banal, más pasajera. Los periódicos dicen que estamos en guerra y utilizan esa palabra, guerra. Miro a mí alrededor, es sábado por la mañana y las calles comienzan a llenarse de personas que han bajado a hacer las compras, pues en París perviven esos mercados abiertos como emblema de un país que, a pesar de todo, sigue pegado a la tierra. Me encuentro en uno de esos barrios mixtos, con una importante población “fruto de la inmigración”, como se llama decorosamente en francés a los inmigrantes provenientes de las antiguas colonias, principalmente magrebíes y de África subsahariana. Ellos siguen a sus cosas: algunos hablan en corrillo, otros se apresuran apremiados por alguna urgencia indescifrable en sus rostros cansados, otros simplemente examinan los productos tranquilamente, con ojo científico. Siguen ajenos al ruido, a ese ruido que les acecha desde los carteles mudos del Frente Nacional.

Sigo caminando, intentando atrapar las miradas, las palabras, en busca de indicios que me confirmen que todo esto es cierto, que de verdad ha ocurrido la pesadilla. Pero no encuentro esas señales en las miradas imperturbables con las que me cruzo, solo veo una ciudad que vive y que en ese vivir lucha contra la fatalidad de los hechos: bajo los soportales en casas de cartón improvisadas los mendigos siguen, más mal que bien, intentando conseguir unas monedas que les salven el día, de los hoteles salen parejas cogidas de la mano, cámara al hombro, en busca de ese París que se les ofrezca como una sorpresa, niños corretean junto a sus padres y sus risas resuenan como la luz misma. Para mi asombro, la ciudad sigue igual, casi indiferente y esa vida, frenética e incesante, es en sí misma una batalla ganada contra el horror. No puedo evitar sentirme admirada y orgullosa de esa elegante indiferencia, que no es más que un saber antiguo de una ciudad que se siente eterna.

Tomado de El País

 

¿Por qué el Estado Islámico elige atentar en Francia?

Marina Meseguer

Estado Islámico ha organizado por primera vez un ataque en el territorio de la Unión Europea. Para su macabro estreno, los yihadistas han acabado con la vida de al menos 127 personas en una cadena de atentados en París. Pero, ¿por qué han elegido Francia? El gobierno de Hollande no está tan implicado en la lucha contra la organización en Iraq y Siria como lo están Estados Unidos o Reino Unido. Entonces, ¿a qué viene la elección de los yihadistas?

Probablemente tenga que ver con que la organización no atenta donde quiere, si no donde puede. Francia era la víctima perfecta, aunque quizás no la presa más deseada. El país galo tiene sus fronteras abiertas, no hay controles para entrar o salir de un Estado de la zona Schengen, por lo que los terroristas tienen un fácil acceso y una rápida vía de escape. No es casualidad que se detuviera a una persona hace una semana en una autopista alemana con el maletero cargado de explosivos y armas y que las autoridades sospechen que se podría tratar de un cómplice. Nada, excepto un control rutinario, le impedía cruzar la frontera. Por el contrario Reino Unido no es territorio Schengen y está en una isla, por lo que se hace mucho más difícil introducir armamento o escapar. Y Estados Unidos es una fortaleza de seguridad tras los atentados del 11S.

Por otro lado, el tiempo ha demostrado que la República francesa aún no ha logrado construir un modelo de sociedad multicultural. Nunca los ultranacionalistas de Marine Le Pen han estado tan cerca de entrar al Elíseo, y un gran número de franceses hijos de inmigrantes sienten que su país no les brinda oportunidades. De momento, uno de los dos terroristas fallecidos que se han identificado hasta ahora tenía pasaporte francés, y probablemente habrá más. Es decir, que el problema está dentro, no hace falta importar yihadistas. El Estado Islámico sólo tiene que buscar entre los jóvenes frustrados de la banlieue. Si antes mostraban su enfado quemando coches, ahora muchos se refugian en la religión para encontrar algo de sentido a una vida sin posibilidades de ascenso social. Esos jóvenes son presa fácil para los fanáticos.

Tomado de Vanguardia

 

Hoy París somos todos

Editorial

París quedó paralizado anoche por al menos seis atentados simultáneos que provocaron más de medio centenar de muertos, en un primer balance provisional. El primero de los escenarios fue el estadio de Francia, donde se produjeron explosiones en sus inmediaciones. El presidente Hollande, que asistía al amistoso entre Francia y Alemania, tuvo que ser evacuado mientras los espectadores permanecían en el centro del campo, sin poder salir del recinto. El segundo de los atentados fue en una sala de espectáculos donde actuaba un grupo musical, con decenas de rehenes en su interior. Y los restantes, en una cafetería y otros lugares públicos donde al parecer los terroristas dispararon indiscriminadamente contra los ciudadanos.

El Gobierno francés decretó el estado de sitio en medio de una gran confusión y, en el momento de cerrar esta edición, lo único que se puede afirmar es que los autores pertenecen a un grupo islamista radical.

Sean cuales sean los motivos de su acción, no hay justificación posible a una masacre de estas características, que vuelve a poner de relieve la vulnerabilidad de nuestras ciudades y de nuestro modo de vida frente a la barbarie.

Desde este periódico, nos solidarizamos con todas las víctimas de la capital francesa y hacemos llegar nuestras condolencias a sus familias en medio del estupor que nos embarga. París hoy somos todos. Lo único que cabe decir es que todos los países de la Unión Europea y del mundo civilizado deben unir sus esfuerzos para acabar con la lacra del terrorismo, porque lo que hoy sucede a cientos de kilómetros de nuestros hogares, puede ocurrir mañana a unos pocos metros de donde nos creemos seguros.

No se puede ceder al chantaje del terrorismo y lo único que cabe en estos momentos es responder con la máxima firmeza y unidad de todas las fuerzas políticas democráticas a esta amenaza que hemos padecido durante tanto tiempo en España.

Hay que combatir al terrorismo en todos los ámbitos y en todos los rincones donde se esconden sus secuaces. Y hay que hacerlo de manera racional y coordinada, ya que no es posible una respuesta efectiva que no parta del hecho de que estamos ante un fenómeno global.

El terrorismo es ciego y golpea donde menos se le espera. Pero puede ser derrotado si existe una movilización ciudadana y una cooperación de los Gobiernos para derrotarlo. Es la hora de la solidaridad y de las respuestas firmes a este intento de destruir nuestros valores y nuestro sistema de vida. No lo conseguirán jamás.

Tomado de El Mundo